En la década de los 50 y a lo largo de los 60, Estados Unidos vivió un momento de especial creatividad en cuanto a diseño de coches que, pueden gustarte o no, dieron lugar a coches muy característicos e identificables. Por un lado, fue la época de los cromados, un enorme y claro abuso de los cromados que iban desde los paragolpes hasta los marcos de los faros, marcos de las ventanillas, laterales de la carrocería, interiores, adornos en los laterales del techo… eso, sumado también al empleo de aletas puntiagudas y elementos de diseño que se inspiraban en la aeronáutica. Fue la era espacial, todo hacía referencia a los viajes fuera del planeta.
Muchos de los coches de aquellos años hacían referencia al espacio, de esta época son precisamente los Chevy Bel Air, los Cadillac Series 62 o las locuras como el Cadillac Cyclone Concept, el malogrado Tucker 48 o nuestro protagonista, el Chrysler Ghia Plainsman concept. Coches de formas llamativas y tamaños sin ningún atisbo de modestia. Era la época más “potente” de Estados Unidos y querían que se notara en todo lo que se hacía allí. Incluso cuando se trabajaba con empresas extranjeras del nivel de Ghia se mantenían los rasgos más característicos de los coches yankees de aquel tiempo.
El Chrysler Ghia Plainsman Concept quizá no te llame en exceso la atención. Es el típico coche norteamericano de la década de los 50 lleno de cromados y con un diseño que en Europa resulta un tanto curioso, pero que nunca pasó de ser un “simple” prototipo. Uno totalmente funcional y cuyas soluciones fueron llegando a los modelos de producción, pero un prototipo al fin y al cabo.
Sin embargo, la historia de este coche es bastante interesante, tanto como lo puede ser su diseño o soluciones. Así, comenzando por el principio, se trata de un proyecto llevado a cabo entre el diseñador oficial de Chrysler en aquellos años, Virgil Exner, junto a los dibujantes de Ghia. Nació junto a otro concept car, el Chrysler Norseman, pero este tuvo un final abrupto, pues el barco en el que viajaba chocó el 25 de julio de 1956 contra el barco sueco Estocolmo y acabó en el fondo del mar.
No así el Plainsman, que fue exhibido por todo Estados Unidos. Cuando acabó su periplo por tierras yankees, la aduana lo catalogó de coche de importación pues había sido Ghia la empresa que lo fabricó en Italia. Chrysler no quería pagar más impuestos y destinó el coche a Cuba, donde residía el gerente de exportaciones de Chrysler, Elwood Parish. Posteriormente, Elwwod fue destinado a Australia y por supuesto, se llevó el coche con él y lo adaptó a las leyes locales, cambiando el puesto de conducción del lado izquierdo al lado derecho.
Estuvo en Australia durante 20 años, después de los cuales, regresó a Estados Unidos donde se le devolvió a su configuración original. También se le cambió el motor, desechando el V8 de 259 pulgadas cúbicas (casi 4.300 centímetros cúbicos) y 167 CV original, colocando en su lugar un V8 de 440 pulgadas cúbicas (7.210 centímetros cúbicos) y 375 CV. El cambio es de tipo automático, el conocido Power Flite de dos velocidades.
Tras un tiempo en Estados Unidos, el Chrysler Ghia Plainsman se sometió a una restauración, donde se volvió a tapizar los asientos con piel de vaca como la original y se saneó todo el conjunto al completo, acabando con una detallada puesta a punto. Se subastó en 2014 por 176.000 dólares (unos 146.430 euros). Seis años después, tras una nueva restauración, la casa Worldwide Auctioners lo volvió a subastar alcanzando los 742.500 dólares, casi 618.000 euros.
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