El mundo del automóvil está plagado de proyectos personales que no tuvieron un buen final, aunque algunos lograron una grandísima repercusión. Uno de esos proyectos con final aciago es el Spectre R42, un deportivo de origen británico y muy relacionado con el Ford GT40, al que pocos conocen, aunque merezca un poco de atención por parte de los aficionados.
No obstante, cuando decimos que este coche está muy relacionado con el Ford GT40 no estamos siendo del todo concisos y ni totalmente exactos. Pero para conocer la historia del Spectre R42 y su relación con el mítico GT40, tenemos que viajar un poco hacia atrás en el tiempo, no mucho, sólo hasta inicios de los años 90, cuando Ray Christopher comenzó a pensar en tener su propio coche deportivo de muy altas prestaciones.
Ray Christopher tenía una empresa llamada GT Developments, la cual, había puesto en circulación nada menos que 300 réplicas del Ford GT40. De hecho, las réplicas que fabricaban en GT Developments se pueden encontrar en subastas actualmente a precios que pueden superar los 70.000 dólares, algo que habla muy bien de la empresa y de sus creaciones.
Dos Spectre R42 aparecieron en la película “RPM”, pero no logró destacar, y la repercusión que esperaban nunca llegó
Pero el señor Christopher no tenía suficiente y quería ir un poco más allá, quería un deportivo propio y, además, uno que le permitiera competir a buen nivel con las 24 Horas de Le Mans como uno de los objetivos principales. Soñar a lo grande, porque ya puesto, si sueñas, que al menos merezca la pena. El caso es que tampoco se conformaba con soñar y se puso en acción, con la idea de crear su propio deportivo. Obviamente, aprovechó la experiencia y los medios obtenidos durante la fabricación de réplicas del Ford GT40 para su nuevo proyecto.
Tampoco se complicó la vida en exceso, pues quiso adaptar la idea inicial de Ford con su deportivo a los años 90, intentando mejorar prestaciones, además, los recursos ya los tenía así que tenía medio trabajo hecho. También quiso rendir homenaje con la denominación del coche, pues el número 42 es por su altura en pulgadas, mientras que la R es por Ray.
El problema es que GT Developments no contaba con la liquidez necesaria para completar un proyecto semejante y tras fabricar un único prototipo, la empresa entró en quiebra. No en balde, estaban apuntando muy alto: chasis monocasco de aluminio plegado y en panel de abeja, carrocería super perfilada con un Cx. de 0,28 y un propulsor V8 Ford con 350 CV colocado en posición trasera central. Es decir, como un Ford GT40, pero modernizando algunas cosas. El prototipo rodante que fabricó GT Developments contaba con una carrocería de aleación, lo que encarecía todavía más el proyecto.
Para evitar el cierre y la desaparición de GT Developments, Ray vendió en 1995 los derechos del R42 por 2,5 millones de dólares a Specter Motors Inc., una empresa estadounidense liderada por el ex agente de ventas de GTD Scandinavian, Anders Hildebrand. Fue Specter quien completó el proyecto y lanzó el deportivo al mercado. En realidad, no sólo logró ponerlo en circulación, sino que también llegó a conseguir distribuidores en Suecia, su ciudad natal, además de Reino Unido, Dinamarca y Bélgica.
No contento con eso, Hildebrand ideó varias estrategias para mantener la atención del público en el Spectre R42. Por ejemplo, en 1996 convenció a Derek Bell MBE, una leyenda de las carreras norteamericanas, para que se incorporara a la empresa como presidente y consultor de desarrollo e incluso anunció un programa de carreras con el Spectre R42 GTR.
Lo mejor vino en 1997, cuando dos Spectre R42 aparecían en la película “RPM”, pero no logró destacar porque fue tildada de ser un sucedáneo del “60 segundos” y la repercusión que Hildebrand esperaba nunca llegó. De hecho, sólo se fabricaron un total de 23 coches y algunas unidades no llegaron a venderse, según se dice.
Respecto al propio coche, al Spectre R42, inicialmente se planteó usar fibra de carbono y aluminio, pero finalmente se optó por fibra de vidrio que, por otro lado, contaba con un acabado bastante mejorable. Para ahorrar costes también se recurrió a suministradores como Toyota para los indicadores delanteros (de un MR2), mientras que atrás destacaban los pilotos del Honda Legend, por poner algunos ejemplos.
En el habitáculo, elementos tomados del Ford Fiesta afeaban un poco el conjunto, adornado con madera y piel por doquier. De todas formas, se usaba plástico de aspecto barato en algunos elementos, que contrastaban con las alfombrillas Wilton o la tapicería de Alcántara.
No se escatimó, por el contrario, en el motor. Un Ford V8 4.6 con culatas de aluminio unido a un cambio manual Getrag (diseñada en un principio para Audi y colocada en posición transaxle), el mismo conjunto del Ford Mustang Cobra y no el grupo motor del Lincoln MKVIII de los primeros modelos.
Pero no vayamos a pensar mal de este coche, porque quienes han podido conducir una unidad bajaron del coche sorprendidos. Es muy rápido, es ágil y es bastante más controlable y dócil de lo que podría parecer en un principio. Y eso es gracias a un chasis “tipo sandwich” con interior en panal de abeja fabricado con aluminio y remachado.
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