Dicen que el dinero no da la felicidad, algo que en parte no está falto de razón, pero el dinero te permite comprar aparatos como el Lotec C1000, una máquina super exclusiva y tremendamente racing, que un magnate del petróleo afincado en los Emiratos Árabes tuvo como antojo. Un coche de formas más próximas a un Grupo C de los años 90, que no deja indiferente a nadie, sobre todo en lo relacionado con las prestaciones.
Que tenga mucho parecido con un Grupo C de los 90 tiene su motivo, pues muchas soluciones y componentes proceden del Grupo C del Mundial de Resistencia, habiéndose fabricado en 1995. Se trata, además, de un coche único en el mundo y tan capaz, que a pesar de contar con más de 20 años a sus espaldas, podría enfrentarse a lo más granado del panorama actual y salir bien parado. Sirva como ejemplo que promete más velocidad punta que el Bugatti EB16/4 Veyron (la misma que el Veyron Super Sport).
El Lotec C1000, una máquina super exclusiva y tremendamente racing, es un capricho de un magnate del petróleo afincado en los Emiratos Árabes
Básicamente podríamos decir que se trata de un Grupo C homologado para su empleo en vías públicas, aunque seguramente no sea la mejor manera de disfrutar de semejante aparato. De hecho, la última vez que salió a la venta apenas había sido usado, algo fuera de lugar. Si tienes un coche como este, es para disfrutarlo, sobre todo cuando tiene un motor Mercedes procedente de un Grupo C de los años 80. Un bloque V8 de 5.6 litros que gracias a dos turbos Garrett rinde 1.000 CV y puede alcanzar los 431 km/h.
Su carrocería, cuyo diseño está influenciado totalmente por criterios aerodinámicos, se fabricó usando fibra de carbono y se monta sobre una estructura fabricada empleando material aeroespacial, un monocasco con celda de seguridad integrada. Las ruedas son llamativamente pequeñas para los cánones actuales, pareciendo incapaces de lidiar con el potencial del motor, pues emplean llantas de 17 pulgadas, que reciben la potencia desde un cambio manual de cinco relaciones suministrado por Hewland.
Lotec, una empresa alemana de ingeniería, recibió la “invitación” al proyecto de parte de Mercedes. La empresa alemana había recibido el encargo de un acaudalado magnate del petróleo, quien buscaba poseer el coche más rápido del mundo. El costo en ingeniería superó el millón de dólares, mientras que el costo de construcción superó los 1.200.000 de dólares. Finalmente, se vendió por 2.200.000 dólares.
Cabe recordar que cuando se fabricó este coche, allá en 1995, lo más espectacular que había en el mercado era el Ferrari F50, el McLaren F1 o el Bugatti EB110, que finalizó su producción precisamente ese mismo año. Es decir, superaba todo lo que había disponible con muchísima holgura, siendo algo realmente fuera de lo común y pudiendo rivalizar con coches como el Porsche 911 GT1 aparecido en 1996 o con el Mercedes CLK GTR, que hizo lo propio en 1997. Coches, por cierto, a los que superaba ampliamente en potencia y velocidad punta.