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Mercedes, por lo general, es la referencia en cuanto a calidad de fabricación y en cuanto a calidad de conducción, dos características que han estado presentes en sus coches en la mayoría de las ocasiones. Y decimos en la mayoría, porque con las últimas generaciones del Clase A, se han visto obligados a limitar algunas inversiones para conseguir un precio competitivo; cuestiones de mercado y de los segmentos en los que se quiera estar presente, aunque poca gente sea capaz de entenderlo. Sin embargo, aunque Mercedes sea referencia en algunos apartados, nunca han llegado a romper moldes con tanta notoriedad como cuando lanzaron el Mercedes CLS, tanto en lo referente a diseño como en lo respectivo al planteamiento del coche o a sus cualidades.
El Mercedes CLS fue precursor de un nuevo segmento, una parcela de mercado donde el diseño era uno de los pilares básicos, al combinar la esencia de un coupé con la imagen típica de un sedán. Se les definió como un “sedán coupé” a pesar de tener cuatro puertas, y a todo el mundo, al parecer, le cuadró dicha definición ya que, poco después, empezaron a llegar propuestas similares por parte de otros fabricantes, como el BMW Serie 6 Gran Coupé o el Volkswagen Passat CC –luego pasó a llamarse, simplemente, Volkswagen CC y perdió gran parte de su encanto–. Incluso podríamos meter al Porsche Panamera en la misma categoría, aunque varios pasos por delante en cuanto a prestaciones y en calidad de fabricación, porque sí, Porsche es capaz de superar a Mercedes en el cuidado que se pone en la producción de un automóvil.
Pero no solo estableció una categoría hasta el momento inexistente, también implantó en la marca unas tendencias estéticas y unas proporciones inéditas hasta el momento en la propia marca, combinadas con una personalidad arrolladora. Y todo ello, sobre la misma plataforma del Mercedes Clase E W211 –comercializado entre 2000 y 2009–. Es decir, escondía lo mejor de los tradicionales sedanes de la marca, con un nuevo planteamiento que resultó ser un éxito y se alcanzaron alrededor de 170.000 unidades en cinco años de producción, una cifra nada desdeñable para un automóvil cuyo precio base superaba los 60.000 euros, ¡en 2004! Si tenemos en cuenta la subida del IPC, serían 88.440 euros.
Las versiones disponibles en la gama del CLS apostaban todas, como cabe esperar, por motores potentes, no había nada que bajara de 200 CV y, por supuesto, la más deseada de todas era la firmada por AMG, con más de 500 CV. Sin embargo, una de las opciones de acceso a la gama de motores de gasolina era, aunque pueda parecer mentira, la más interesante y equilibrada de todas, tanto a nivel de prestaciones como equipamiento y precio. De hecho, costaba 60.300 euros –sin subida del IPC–, podía completar el 0 a 100 km/h en siete segundos con cambio automático de siete relaciones y un peso de 1.730 kilos y la velocidad máxima estaba limitada a 250 km/h. Todo ello, con un consumo medio de 7,8 litros. Nada mal, ¿verdad?
Cifras interesantes, gracias a un bloque de seis cilindros en V con 3.498 centímetros cúbicos, distribución variable en admisión, cuatro válvulas por cilindro y unas cifras de 272 CV a 6.000 revoluciones y 35,7 mkg de par a 2.400 revoluciones. Sin turbo, totalmente atmosférico, pues en aquellos años todavía no se había establecido en uso del turbo para todos los motores –las normativas de emisiones no eran tan estrictas como lo son ahora–. Hablamos del Mercedes CLS 350, una versión que convenció a todo el que se puso a sus mandos por dinámica de conducción y por la calidad general de su construcción.
La revista Autopista lo probó en su número 2.387 y destacó el buen funcionamiento de su conjunto motor-transmisión, la gran sensación de calidad y lo dinámico de su conducción, muy alejado del típico circular de todo Mercedes, donde la comodidad y la finura estaban por encima de cualquier otra consideración. De hecho, el CLS marcó un nuevo paso en cuestiones de conducción, ya que se apostó por un tacto más directo y deportivo que de costumbre incluso en las versiones menos potentes, como era el caso del CLS 350. Es más, en la mencionada prueba, firmada por Francismo Morillo, se afirmaba que la sensación al conducir el Mercedes CLS 350 era la de “llevar entre manos algo exquisito”.
Pocos dudan sobre las cualidades del Mercedes CLS para convertirse en un clásico, a pesar de que su imagen y su equipamiento siguen siendo plenamente actuales. Así, pues, si tienes este coche en el punto de mira, no dejes pasar la oportunidad de probar un CLS 350, sin duda alguna, la versión más equilibrada de gama y un coche colmará las expectativas de cualquier aficionado a la marca alemana.
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