Vivimos un momento de cambio en la industria del automóvil, por un lado, la electrificación se abre paso y cada día es más común encontrar vehículos que combinan motores de combustión y motor eléctrico en diferentes condiciones, así como modelos de motor totalmente eléctrico. Al mismo tiempo, las asistencias a la conducción se hacen cada día más dueñas de la conducción e incluso son capaces de realizar maniobras sin la intervención de una persona, con el objetivo de, algún día, ser capaces de llevar el vehículo por su cuenta y riesgo.
Evolución al fin y al cabo, que también está afectando al mundo de los clásicos. Un claro ejemplo de este cambio es nuestro protagonista, el Mercedes 500E, un coche que acaba de cumplir nada menos que 30 años, convirtiéndose por derecho propio en un clásico. Es cierto que este coche ya nació como objeto de deseo y como un futuro coche de colección, pero ahora, legalmente, es un coche clásico con todo lo que ello conlleva. El caso es que poca gente diría que tiene la misma consideración que un SEAT 600 viendo su diseño y por supuesto, viendo su tecnología. Los clásicos ya no serán iguales, o al menos, así parecerá a simple vista.
Dentro de unos años seguramente lo veamos con otros ojos, cuando el diseño de los coches del futuro cambie y se diferencie todavía más. También hay que reconocer que coches como el Mercedes W124 están hechos de otra pasta, salieron al mercado adelantados a su tiempo y con unas cualidades que incluso hoy son plenamente válidas. No en balde, el Mercedes 500E data de una época en la que la firma de la estrella sólo aceptaba “lo mejor de lo mejor”, sin escatimar en gastos y matriculando, además, más unidades que sus principales rivales alemanes, Audi y BMW.
Un automóvil superlativo, quizá demasiado
El Mercedes W124 es uno de los modelos más emblemáticos y apreciados de la firma alemana. Apareció en el mercado en 1984 destacando por ser un coche con unas elevadísimas cotas de calidad, se había llegado a un nivel que incluso dentro de la propia compañía se llegó a reconocer que habían creado un vehículo con mayor robustez y calidad de la necesaria (en la jerga interna se denomina “over-engineered”). Sólo basta con ver cualquier unidad del W124 que te encuentres por la calle y se puede comprobar como todo tiene el mismo aspecto y el mismo color que cuando salió de fábrica. Está considerado como el último Mercedes diseñado y fabricado sin escatimar en costes.
No tardó mucho en ser un absoluto éxito sin precedentes, matriculando nada menos que 2,7 millones de unidades durante su vida comercial. Y no era un automóvil precisamente barato, más bien lo contrario, era un auténtico Mercedes en toda su extensión y así se notaba en todo lo que concernía al modelo. Pero a pesar de todo, de la ingeniería, de las innovaciones, de la calidad de fabricación, del servicio ofrecido por la marca, todo, no pudo impedir que BMW le robara la tostada en un segmento donde lo único que importa son las prestaciones y el comportamiento del coche en zona de curvas. Si, hablamos del segmento de los sedanes deportivos, donde el BMW M5 campaba a sus anchas, con una ligera molestia presentada por el Audi S4 confeccionado sobre la primera generación del Audi A6 (básicamente, un restyling del Audi 100 que le llevó a adoptar la actual denominación de la marca).
La solución llegó poco después, en forma de un W124 que se ha convertido, como cabe esperar, en la versión más deseada del modelo: el Mercedes 500E (denominación que se cambió a Mercedes E500 con el restyling, cuando se comenzó a llamar al coche “Clase E”). Los ingenieros habían creado un coche espectacular, pero tenían un problema y es que no había sitio donde montarlo. Pero tampoco fue un problema que durara mucho, pues a unos pocos metros de distancia se encontró una forma de dar vida a la criatura de la estrella: Porsche.
Con un toque especial
Por aquel entonces Porsche no estaba pasando por un buen momento, no era ni de lejos la super rentable marca que es hoy día. Sólo era capaz de vender el sempiterno 911, mientras que otros como el Porsche 944 o el Porsche 928, grandes deportivos, no eran aceptados por los más puristas. Hoy parece que eso ya no importa, porque la marca tiene una berlina de representación y nada menos que dos SUV a la venta, pero entonces habría sido el final de la compañía que, igualmente, estaba necesitada de dividendos. Por tanto, la propuesta de Mercedes era más que aceptable.
La idea y la estrategia de trabajo era simple: Mercedes se encargaba de todo el desarrollo del modelo y Porsche se encargaba de hacer que todo encajase. Y no fue sencillo, Porsche tuvo que hacer varios cambios importantes para lograr que el Mercedes 500E fuera una realidad. Cosas como reforzar y rediseñar el vano motor para poder meter un bloque V8 de 4.973 centímetros cúbicos con 32 válvulas (cuatro por cilindro) capaz de rendir 326 CV y 430 Nm de par, procedente del Mercedes SL500. Para ello, se ensanchó y el hueco donde iría el motor y se ensanchó el túnel de transmisión, donde se alojaría el cambio automático de cuatro relaciones con un nuevo árbol de transmisión. Además, Porsche colocó el motor lo más retrasado posible para mejorar el reparto de pesos.
Junto a estas modificaciones se instalaron los frenos delanteros del mencionado Mercedes SL500 (300 milímetros de diámetro para los rotores y cuatro pistones para las pinzas), La suspensión trasera se rediseñó y se diseñó también una nueva línea de escape. Tenía incluso control de tracción.
El coche se modificaba en las instalaciones de Porsche, luego se enviaba a Mercedes para que procediera a pintar y se devolvía de nuevo a Porsche para el ensamblaje final. Se requería 18 días para cada unidad, algo que hacía todavía más caro este coche. El precio superaba los 12 millones de pesetas, unos 72.122 euros sin tener en cuenta la inflación, lo que pondría el precio de este coche a día de hoy por encima de los 100.000 euros.
Hay un curioso detalle que merece la pena contar. AMG, por aquel entonces, no formaba parte de Mercedes, era un especialista externo que trabajaba sobre los modelos de la marca. Tenía ciertos acuerdos de colaboración y el primer Mercedes que llevó el sello de AMG oficialmente fue, precisamente, una versión que se creó sobre la base del Mercedes 500E, el Mercedes E60 AMG aparecido tras el cese de producción de nuestro protagonista. Tenía un V8 de seis litros, rendía 381 CV y completaba el sprint en 5,5 segundos.
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