La Bugatti de las décadas de los 20 y 30, no se parece en nada a la Bugatti actual. Si, es cierto que era igual de exclusiva y creaba máquinas que buscaban ser lo más refinado y avanzado técnicamente hablando, pero también crearon algunos de los coches más “art decó” que se pueden recordar. La Bugatti de aquellos años producía arte con ruedas y ejemplos como las diferentes variaciones del Bugatti Type 57 son la mejor muestra.
Por todos es conocido el Bugatti Type 57 Atlantic, el modelo más especial y codiciado de la marca por toda la historia que atesora y porque sólo hay dos unidades intactas. En teoría, debería haber una tercera pero nadie sabe dónde está. Si en algún momento apareciera, se convertiría inmediatamente en el coche más caro del mundo y la repercusión sería sencillamente brutal. Se dice que podría superar los 100 millones de euros, superando ampliamente lo que se ha llegado a pagar por un Ferrari 250 GTO.
El Bugatti Type 57S Coupé Special era conocido popularmente como «Aerolithe»
No podemos olvidar tampoco el Bugatti Type 57S Atalante, fabricado en una tirada de 37 ejemplares en 1937, casi al mismo tiempo que se fabricaba el sensacional Atlantic. Pero no menospreciemos al 57S Atalante, porque su diseño es igualmente espectacular y los 220 CV de su motor no son precisamente pocos para un coche de finales de los 30. Es una joya de la automoción, tanto técnica como estética.
Sin embargo, hay otro “art decó” sobre la base del Type 57 que es mucho menos conocido. Es más, ni siquiera llegó a producción y se quedó en un “simple” prototipo. Un prototipo rodante, no como algunos de los que se hacen ahora, que son maquetas a escala real, es un coche usable y tan bien fabricado como cualquier otro modelo que fabricara Bugatti por entonces, concretamente 1935. Hablamos del Bugatti Type 57 Aerolithe, un increíble coupé de líneas curvas y realmente sensuales (si se puede decir eso de un coche), que recuerdan irremediablemente al 57 Atlantic.
Por aquellos años estaba de moda experimentar con la aerodinámica y con diseños que, en algunos casos, estaban más cerca de una obra de arte que de un automóvil. La década de los 30 es una de las épocas más exuberantes en cuanto a diseño, entonces los coches no eran las herramientas que son hoy día, máquinas para llevarte del punto A al punto B de forma confortable y rápida. No, entonces los automóviles eran mucho más, eran pasión, amor por la técnica, por la velocidad y por el diseño. Y Bugatti es un claro ejemplo de todo esto.
Respecto al Type 57 Aerolithe, su nombre oficial era Bugatti Type 57S Coupé Special, pero se le conocía popularmente como “Aerolithe”, que traducido al castellano sería “aerolito” o “meteorito”. Su creación se debe, básicamente, a la intención de Ettore y su hijo Jean de llamar la atención y maximizar todo lo posible el impacto del Bugatti Type 57 entre el público. Por aquella época, la Gran Depresión estaba haciendo estragos y la firma francesa había puesto muchas esperanzas en el Type 57 para poder salir a flote y capear el temporal que estaban sufriendo.
La primera vez que apareció el “meteorito” francés fue con motivo del Salón del Automóvil de París en 1935 y posteriormente, en Londres el mismo año. Como cabe esperar, la reacción fue de asombro, dejó a todo el mundo con la boca abierta y creó una repercusión exactamente como la que buscaba la familia Bugatti. Causó muchísima sensación, sin embargo, los pedidos no se materializaron.
Sorprendente ahora, pero entonces no logró pedidos. Por diseño no debería haber sido, porque ya se estaban dejando ver automóviles realmente espectaculares. Por ejemplo, los Delahaye 135 se comenzaron a fabricar en 1935 y aunque no eran tan espectaculares, no eran coches convencionales en cuanto a diseño. Los Talbot Lago también datan de 1935 y el bonito Mercedes 540K Autobahn Kurier apareció en 1934. No queda otra que pensar en el precio, pues no sería la primera vez que un Bugatti se ofrece a precios de locura.
Y en parte, la idea del precio no es muy equivocada, porque el Type 57S Aérolithe escondía cosas que incluso hoy pueden ser innovadoras. De entrada, el coche se fabricó con aleación de magnesio y aluminio, un producto altamente inflamable que no pudo ser soldado y por eso se pueden ver los remaches en la carrocería. Entrar y salir del coche es un desafío, porque además de ser muy bajito, las puertas de apertura suicida dejan un hueco muy pequeño con el plano muy alto. El motor era un ocho cilindros de 3,3 litros.
Al parecer, se dice que Bugatti hizo dos unidades de este coche, pero se cree que no existieron al mismo tiempo. De hecho, actualmente sólo existe una unidad y es una restauración del original, o mejor dicho, una reconstrucción. Un hombre llamado David Grainger, propietario del taller The Guild of Automotive Restoration de Canadá, recibió un día el encargo de devolver a la vida el coche que, claramente, sirvió de antesala al Atlantic. Pero sólo se tenía el chasis original (número 57104), así como el motor y el eje trasero. Para más inri, sólo se sumó al conjunto 11 fotos del modelo original para trabajar.
Una de las cuestiones más complicadas fue trabajar con magnesio, porque el encargo decía claramente que debería tener las mismas características que en su día. El magnesio es un metal extremadamente difícil de trabajar y el trabajo de reconstrucción duró años. No había fotos del interior, así que se basaron en el habitáculo del 57 Atalante. Se dice que el proceso de reconstrucción costó la friolera de cinco millones de dólares.
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