El automóvil representa casi mejor que cualquier otra cosa, la disparidad de gustos y de ideas que hay entre Estados Unidos y Europa. Y también es un claro ejemplo de que la combinación de esas diferencias no siempre sale bien, de hecho, por lo general, ocurre lo contrario y nada sale bien. Lo hemos visto con el Chrysler TC by Maserati y lo vemos también con el Cadillac Allanté. Con este coche, la firma norteamericana buscó crear un rival para el Mercedes SL, un modelo que arrasaba en Estados Unidos, y el resultado fue el contrario: el Allanté quedó como una rareza que, además, tenía un proceso de producción que sorprendió a todo el mundo por lo disparatado que resultaba.
Al igual que Chrysler, en Cadillac pensaron que para enfrentarse al Mercedes SL, un modelo europeo, había que recurrir a soluciones europeas, pero sin que eso supusiera perder la personalidad puramente americana. Además, querían que representara el máximo exponente en lujo, técnica y deportividad –esto último no tanto…–, los mismos argumentos del rival a batir. Así que contactaron con Pininfarina con la idea de aprovechar el enorme prestigio internacional del carrocero italiano y aumentar así el caché de su creación. Cadillac es en Estados Unidos, lo que Mercedes es en Europa y no podía permitir que los alemanes siguieran campando a sus anchas. Y como no eran capaces de lograr vender en Europa sus modelos “de siempre”, tendrían que romper la tendencia en un solo movimiento.
No debemos olvidar que Cadillac venía de vender 75.000 unidades al año de su espectacular Cadillac Eldorado de tracción delantera a finales de los 80 y no podía comprender qué había provocado un cabio como el que se estaba viendo. El caso es que las exigencias a uno y otro lado del Atlántico no son iguales. En Europa se valora mucho la calidad de realización; los acabados del coche, mucho más que en Estados unidos y lo que allí es bueno, aquí no lo es tanto. Los coches europeos siempre han estado un paso –o dos– por delante en cuanto a calidad de fabricación y los usuarios norteamericanos empezaron a apreciar esas diferencias y ese mayor cuidado por los detalles de los coches europeos.
Cadillac, para dar forma al Allanté, partió de la plataforma del Eldorado, la cual, vio recordara su longitud y su distancia entre ejes –se quedó en 2,5 metros y después recibió un vestido de corte italiano desarrollado en Turín, todo ello animado por un motor de 170 CV tomado del Eldorado recién puesto en circulación. La idea era buena y las posibilidades de éxito era muy altas, pero como ocurrió con el TC by Maserati, todo se fue al traste.
Todo estaba listo y la producción podía comenzar. Sin embargo, el proceso de producción del coche era un disparate. En Detroit, Estados Unidos, se embalaban muchas piezas fabricadas por Cadillac y se mentían en grandes cajas que se enviaban a Turín. Allí, se enviaban a las instalaciones de Pininfarina, que mientras tanto se había encargado de diseñar, fabricar y pintar las carrocerías, y se procedía a su montaje. Cuando se había completado el montaje, se volvía a enviar de nuevo a Detroit para que se instalaran motores V8 de 4.087 centímetros cúbicos y 170 CV –en aquellos años, los motores estadounidenses se vieron muy afectados por las normativas de emisiones y en lugar de adoptar otras soluciones, solo redujeron la potencia de sus enormes motores V8–. Según la marca, necesitaría tres Boeing 747 para viajes de ida y vuelta cada semana, para poder satisfacer la demanda prevista. Una locura.
Aun así, el Cadillac Allanté era un coche bonito, con unas formas y unos volúmenes muy equilibrados, típicamente Pininfarina, pero con claros rasgos norteamericanos –medía 4,5 metros de largo y pesaba cerca de 1.500 kilos. Se reconocía claramente como un modelo de Cadillac, un coche elegante y refinado, pero con un estilo que no podían igualar los rivales. Además, tenía el sello “by Pininfarina”, lo que ofrecía un plus de exclusividad.
Sin embargo, aunque tampoco era un coche lento para los estándares de aquella época, las ventas no lograron despegar. Se vendieron el primer año 3.963 unidades y 2.569 el siguiente. El coche, con un proceso de producción muy complejo y costoso, era muy caro y no era ni mejor ni más atractivo que el Mercedes SL y en 1993, se dejó de fabricar.
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