Cuando era niño, Alois Ruf se cruzó con un Porsche 901 y ese momento marcaría el inicio de una pasión para toda la vida. Hoy tiene en su propio garaje una unidad de este icónico modelo en color azul Enamel.
En abril de 1964, Alois Ruf quedó prendado de un Porsche que vio en la autopista A8 en Baviera, cerca de Günzburgo, a mitad de camino entre Múnich y Stuttgart. Alois tenía por aquel entonces 14 años y viajaba con su padre en un Opel Rekord, mientras veía la lluvia caer a través de su ventanilla. Como salido de la nada, apareció un vehículo azul a toda velocidad, envuelto en una nube gris, que dejó escuchar a su paso un breve pero intenso bramido.
El joven Alois, suscriptor incondicional de la revista técnica hobby, lo reconoció de inmediato: tenía que ser el nuevo Porsche 2000 (así denominaba por entonces la revista al prototipo de Zuffenhausen). Solo fueron milésimas de segundo, pero supusieron el inicio de una profunda pasión que perdura hasta hoy. “Nos quedamos impresionados”, recuerda Ruf, hoy Director General del Centro de Servicios Porsche de Pfaffenhausen. “Era la primera vez que veía aquel Porsche. Y también la primera vez que lo escuchaba. ¡Qué locura!”.
La familia Ruf siente fascinación por la marca Porsche
Lo cierto es que antes de aquel encuentro en la autopista A8, Porsche era una marca que despertaba fascinación en la familia. A Alois le entusiasmaban los modelos de Zuffenhausen desde que su padre, mecánico con taller propio, llevó una vez a casa un Porsche 356.
Algunos 356 más pasaron después por su local de reparaciones. Pero en el otoño de 1963, Porsche presentó un nuevo y atractivo modelo. Se trataba del 901, producido en serie a partir de la primavera de 1964 y lanzado al mercado en otoño de ese mismo año. Debido a asuntos legales, muy pronto cambió de nombre y adoptó para siempre la denominación 911.
En 1969, Alois Ruf padre le compró a su hijo por su 19º cumpleaños un 901 de segunda mano que estaba algo dañado porque había sufrido un accidente. “Me acababa de sacar el carnet de conducir y lo utilicé para hacer pruebas de mecánica y conducción”, recuerda. “El anterior propietario se quedó con el motor y nosotros decidimos instalarle el cuatro cilindros de un 912 en lugar del seis cilindros original. Mi padre consideraba que ese propulsor era más que suficiente para mí”.
Durante los años siguientes, el primer deportivo de Ruf fue su objeto de admiración. Lo conoció a fondo y lo transformó estéticamente para que pareciera un 911 S. Sin embargo, tiempo después fue quedando apartado en el garaje. Durante una larga temporada en la que Alois concentró todos sus esfuerzos en establecer su propia empresa, aquel 901 cayó en el olvido. La restauración de su antiguo coche se fue postergando una y otra vez.
“Siempre había tenido claro que mi primer Porsche era una unidad muy antigua”, relata Ruf. “Muchos detalles le otorgaban el encanto de lo inacabado, de lo prácticamente improvisado”. Cuando por fin puso en marcha la restauración, ya en 2019, las personas implicadas en aquel trabajo se dieron cuenta inmediatamente de una cosa: ese ejemplar no encajaba en ningún esquema. “Era evidente que aquel coche había servido como prototipo para probar nuevas soluciones”. Entonces descubrieron el número de chasis 13326 y, bajo diversas capas, también la pintura original, denominada azul Enamel 6403. Todo indicaba que debía tratarse de uno de los escasos 901.
Y así fue. En concreto, el sexto ejemplar fabricado, algo que se supo por su tablero de instrumentos, que era diferente al de las primeras cinco unidades y también la séptima. El hallazgo causó sensación. Hasta entonces, se creía que el número 6 había desaparecido.
El destino tiende una mano amiga
Sin su motor original de seis cilindros, aquella unidad estaba incompleta, así que empezó también la búsqueda de un propulsor bóxer proveniente de la fase inicial de pruebas. El azar me puso en contacto con el conserje de una escuela de formación profesional, quien me dijo que iba a llevar al desguace un antiguo motor Porsche de seis cilindros que se usaba en el centro para ilustrar las clases. Al enterarse de que yo restauraba modelos clásicos, me lo ofreció”. Aquel era el propulsor número 22 fabricado. No pertenecía al 901 que estaba en restauración, pero sí era un seis cilindros muy antiguo.
Poco a poco y tras una amplia investigación, se fue aclarando la historia del 901 de Alois Ruf. El coche, fabricado en septiembre de 1963, se bautizó en su momento como “Quickblau” y se usó al principio como vehículo de exposición. El 16 de octubre celebró su estreno en el Salón Earls Court de Londres; más adelante, en marzo de 1964, el coupé visitó el Salón del Automóvil de Ginebra. A continuación, el 901 número 6 pasó por el departamento de Desarrollo de Porsche, donde recibió un motor auténtico, dado que para las exposiciones montaba en la parte trasera una réplica de madera.
A partir de ese momento empezó a estar disponible para pruebas y se usó en tests de neumáticos en el circuito de Hockenheim, entre otros. Más adelante se convirtió en el coche de empresa de Ferdinand Piëch, quien, pasado un tiempo, lo vendió al legendario constructor de motores Hans Mezger por 7.500 marcos.
Mezger lo condujo durante dos años y lo vendió a finales de 1967, con 63.381 kilómetros, a un empresario que tenía una fábrica de autobuses en Fellbach, cerca de Stuttgart. A partir de aquí se va cerrando poco a poco el círculo, ya que este comerciante tuvo un pequeño accidente en un circuito en el verano de 1968 y se compró entonces un 911 nuevo. “Quickblau” volvía a estar a la venta y el mecánico Alois Ruf padre aprovechó la ocasión para regalárselo a su hijo por su 19º cumpleaños.
Medio siglo después, el antiguo 911 se identificó definitivamente como el 901 que se creía perdido. Y, quién sabe… ¡quizá fuera precisamente aquel coche que el joven Alois vio en su día en la autopista! Con el debido esmero se recurrió a todas las fuentes disponibles para volver a dejar el coche en su estado original. Llegaron incluso a ver vídeos en formato de 8 mm del archivo privado de Hans Mezger, para no perder ningún detalle.
El esfuerzo mereció la pena. “Aún me cuesta creer que precisamente este coche lleve casi 55 años en mi poder”, comenta Ruf perplejo. Pero hay también otra cosa que le ronda la cabeza al aficionado de Porsche. ¿Es posible que en aquel primer encuentro en la autopista bajo la lluvia fuera Ferdinand Piëch al volante? A Alois Ruf le gusta creerlo y sonríe: “Por la velocidad a la que nos adelantó, no podía ser otra persona”.
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