Quizá no os lo hayáis preguntado nunca, pero… ¿Creéis que es lógico definir como “obra de arte” un automóvil? No son pocas las veces que los aficionados nos hemos parado ante un coche y hemos expresado, sin más miramientos, “esto es una obra de arte”. La cuestión es, ¿puede ser un coche una obra de arte? La respuesta es sí, siempre que nos atengamos a la definición exacta que nos da la RAE sobre obra de arte. Y, por tanto, podemos afirmar que el Ferrari 365 California es una obra de arte, ¿verdad?
Hay que ver cuánto ha cambiado Ferrari con los años. Sus diseños actuales, sin dejar de ser espectaculares, no presentan la finura o la clase que tenían cuando era Pininfarina quien se encargaba de darles forma, sobre todo si hablamos de coches aparecidos en la década de los 50 o en la década de los 60. Entonces, en aquellos, se crearon algunos de los mejores diseños de la historia; posiblemente, fueran las mejores eras del automóvil en cuanto a diseño, cuando todo tenía menos limitaciones, menos obstáculos.
Cuando se diseñó el Ferrari 365 California –se le suele conocer como 365 California Spyder, pero el apelativo Spyder nunca se añadió de forma oficial–, no había que tener en cuenta la aerodinámica, ni la seguridad en caso de impacto, ni tampoco normativas de atropellos o cosas similares. Los diseñadores tenían muchísima libertad para formar un automóvil y eso permitió que aparecieran algunos de los coches más bellos de la historia de este aparato, de este medio de transporte que, para muchos, es mucho más que una herramienta. Es más, ¿acaso alguien necesita una herramienta bonita, o necesita una herramienta funcional? ¿Y si es bonita y funcional? Si es bonita y funcional, seguramente, no sea una herramienta, sino algo más.
Y es ahí donde entrar los coches pasionales, los coches lúdicos como el 365 California, presentado en el salón de Ginebra de 1966 siguiendo el legado de coches como el Ferrari 340 America o el Ferrari 250 California Spyder. Es decir, se trataba de un modelo especialmente pensado para venderse en Estados Unidos, donde la firma italiana siempre ha tenido un buen tirón comercial desde casi el mismo día que desembarcó al otro lado del Atlántico. Y, por supuesto, el encargado de dar forma a su magistral carrocería no fue otro que Pininfarina, quien dibujó un descapotable de líneas fluidas y suaves; la representación más clara de la belleza de la simpleza. No es necesario recurrir a soluciones rocambolescas y recargadas para crear, como decíamos al inicio, una obra de arte.
Soberbio como solo los mejores Ferrari pueden ser, el frontal se inspiraba en el Ferrari 500 Superfast, con una pequeña nariz ovalada, faros carenados y dos focos adicionales ocultos y que solo emergían cuando era necesario. El frontal era largo y afilado, y continuaba su línea hacia atrás, dando forma a un parabrisas muy inclinado, mientras que la línea de cintura discurre casi paralela al suelo y sirve de coronación para unos paneles de carrocería lisos, sin adornos superfluos innecesarios. Visto en marcha da la impresión de que fluir naturalmente en a través del aire y sobre el asfalto. Tan solo hay una zona discordante, y por lo general, suele ser por culpa de la normativa norteamericana: la trasera. Ahí, atrás, se equipan unos feos módulos que, según la unidad, pueden ser rojos o plateados –por ejemplo–, donde se integran los pilotos posteriores. Es la peor vista del coche, sin lugar a dudas, y no hace justicia a su espectacular fisionomía.
La creación de Pininfarina se montó sobre la plataforma del Ferrari 330 GT 2+2 –batalla de 2.650 milímetros–, mientras que el propulsor es un derivado del V12 que montaba también el 330, pero con el desplazamiento aumentado hasta los 4,4 litros. El 365 California es el primer modelo de Ferrari de producción en montar el motor “365”, un bloque V12 con un solo árbol de levas en cabeza –por bancada– con, exactamente, 4.390 centímetros cúbicos y código interno 217B. Alimentado por carburadores de doble cuerpo Weber 40 DFI/4, encendido por doble bobina y sistema de encendido colocado por detrás del propulsor. Rendía 320 CV, gestionados por una caja de cambios de cinco relaciones que enviaba la potencia al eje trasero. Un motor basado en el “bloque corto” diseñado por Colombo.
Belleza italiana de los años 60 de la que se hicieron muy pocas unidades, solo 14 coches en total, vendidos todos ellos a clientes muy exclusivos, como cualquier otro Ferrari de tirada limitada. Una exclusividad que también se notaba, como cabe esperar, en su habitáculo forrado en cuero, en su volante con aro de madera o en la plancha del mismo material que cubría parte del salpicadero. Elementos, por cierto, que no se usan en un Ferrari desde hace mucho tiempo.
La unidad de las fotos, el noveno de los 14 ejemplares fabricados, fue subastado por RM Sotheby’s por cuatro millones de dólares.
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