La tercera generación del Ford Escort, la cual llegó al mercado en 1980, supuso un enrome cambio respecto a ediciones anteriores del modelo. El cambio más radical y el que más influyó en el modelo y en su imagen fue la adopción de la tracción delantera en lugar de la propulsión. En aquellos años, los fabricantes generalistas empezaron a dejar de lado la propulsión y se estaban centrando en la tracción delantera por los diferentes beneficios que tenía.
Por ejemplo, la tracción delantera permitía configurar un habitáculo más amplio sin la necesidad de hacer coches más grandes, mejorando también la capacidad del maletero. Por otro lado, hacía que los coches fueran más fáciles de conducir y también más seguros, al menos, para la mayoría de los conductores y, por otro lado, abría la puerta a nuevos conceptos y diseños de automóvil.
El lado malo era que se perdía cierta dinámica de conducción, cierta deportividad, aunque los ingenieros se las apañaron bastante bien para que eso no fuera un problema serie. Hay muchos ejemplos de coches deportivos con tracción delantera que han ido llegando con los años, aunque Ford, en aquellos años, no logró o no quiso entrar en demasiadas complicaciones, aunque tuvo que hacer algo para que los fanáticos de la marca quedarán mínimamente complacidos; los fanáticos y la prensa, claro está, sobre todo teniendo en cuenta el pasado deportivo de la denominación Escort, siempre ligada a los rallies.
Ford, cuando renovó el Escort, se encontró con la necesidad de ofrecer una vertiente deportiva en su nuevo tracción delantera. El problema era, básicamente, el coste de esa versión y la repercusión en las ventas, que podría no ofrecer un retorno de la inversión suficientemente rentable. La solución fue, digamos, un compromiso para no dejar la gama sin su variante dinámica, pero sin que fuera demasiado cara; y salió bien, porque fue, durante la mayor parte de su vida comercial, el “hatchback” más vendido de Reino Unido, y eso ya supone una buena imagen para el modelo.
Para esta nueva versión, había que romper con el pasado. No se podía emparentar un tracción delantera con un propulsión, que además, fue un coche casi imbatible. El camino a tomar lo encontraron en Estados Unidos, donde se comercializaba el Mercury Cougar XR-7, un coche que no era una versión realmente deportiva, pero cumplía con la necesidad de cubrir ese escalón de la gama. Así, el primer Ford XR apareció en 1980 con el Ford Escort XR3 y no, no era un auténtico deportivo, pero cubría el escalón y ofrecía lo más parecido a una opción frente al Volkswagen Golf GTI.
La receta era muy sencilla: se instaló un carburador doble en nuevo motor 1.6 CVH que había estrenado el Escort, logrando una potencia de 96 CV. Para completar la llegada de este motor, se añadieron algunos elementos estéticos como un faldón delantero, un alerón de material gomoso y unas llantas específicas. Por prestaciones no podía hacer frente al Golf TI y por conducción tampoco porque las modificaciones en el chasis fueron mínimas –por cuestiones de costes–, pero no era el objetivo de Ford, que acabaría poniendo en circulación versiones más capaces –como el Escort RS1600 o el RS Turbo–. Además, era bastante más barato que el Golf, así que la versión fue un éxito.
No pasó mucho tiempo antes de que el departamento de ingeniería de vehículos especializados de Ford –SVE, Special Vehicle Engineering– pusiera en circulación una versión algo más trabajada, aumentando ligeramente la potencia y mejorando el comportamiento. Era 1982 y aparecía el Ford Escort XR3i, que sustituía el carburador por una inyección Bosch que lloraba aumentar la potencia hasta los 105 CV. Seguía sin ser tan bueno como el Golf GTI, pero sí era más rápido en cuanto a velocidad máxima, pues su aerodinámica también era mejor.
El Escort XR3i presumía de suspensiones específicas, que tenían nuevas barras estabilizadoras para los dos ejes –24 milímetros en el eje delantero– y se instalaron unos amortiguadores Girling de gas. Las llantas eran de 14 pulgadas y 185 milímetros de ancho.
Cuatro años después, en 1986, llegó el Ford Escort XR3i Cabrio, que recibía la misma puesta a punto que la carrocería de dos puertas laterales.
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