Estados Unidos es el país del “burro grande, ande o no ande” y lo ha sido casi desde siempre, sobre todo en lo referente a los automóviles. Mientras en Europa nos hemos inclinado siempre por coches de tamaño comedido, aunque dinámicamente muy capaces, en el Nuevo Mundo han ido por el camino contrario, prefiriendo automóviles enormes y dinámicamente poco competentes. Y qué decir del cambio automático, tan popular en Norteamérica como lo es el cambio manual en Europa. Es como si fuéramos la cara opuesta de la misma moneda.
Y esta diferencia en gustos se puede comprobar desde hace muchos, muchos años. Ya desde la década de los 20 y los 30, se puede apreciar una preferencia notable por los coches grandes, con motores igual de grandes, cuyos consumos pueden dejar atónito casi a cualquiera. No obstante, también apostaron por coches pequeños y fáciles de conducir, como es el caso del Ford T, considerado como el primer automóvil de producción en serie cuya línea de producción fue “copiada” por Andre Citroën aquí en Europa.
El Ford T fue el primer automóvil fabricado en serie mediante una cadena de producción
El Ford T, comparado con sus coetáneos, era un coche realmente pequeño que hubiera pasado muy desapercibido si no fuera por la importancia histórica que acaparó y por la enorme cantidad de unidades que se vendieron. Fue el coche del pueblo hasta límites insospechados, llegando a fabricar 15 millones de unidades en 19 años de producción. Un logro que se obtuvo, como seguramente ya sabréis, por su fabricación en serie, que permitió rebajar el precio de venta hasta costar cerca de un cuatro de lo que costaba cualquier otro automóvil de fabricación tradicional y a la mitad del precio de sus principales rivales.
Hubo muchas cosas que el Ford T puso en funcionamiento. Por ejemplo, los operarios de Ford fueron los primeros clientes del Model T gracias a una estrategia de Henry Ford. Fue el primer automóvil que se montó en una cadena de montaje móvil, incrementando la productividad de una forma exponencial. También, con el tiempo, logró bajar todavía más su precio de adquisición (de algo más de 800 dólares a 260 dólares) durante la evolución del modelo y poniendo en práctica una cosa que Henry Ford dejó caer a la directiva en 1909: ofrecer un único color.
De esta forma, se optimizaron los procesos productivos ya que, al fabricar menos colores de pintura, había menos errores, menos procesos, menos colores que fabricar y eso, permitía rebajar el precio unitario un poco más. La idea de un solo color, que fue negro, se instauró en 1913, pero antes, los Ford T se podían elegir en rojo, gris y un verde llamado “Brewster”, más un color azul oscuro disponible en 1912. Para más inri, el Ford T de un solo color se vendió durante 13 años seguidos.
El Ford T fue un coche realmente popular, extremadamente popular. En 1918, la mitad de los coches que circulaban por Estados Unidos eran Ford T e incluso se llegó a fabricar en España. Ford lleva presente en España desde 1907, pero no fue hasta algo de tiempo después que se instaló en nuestro país para fabricar el Ford T y sus derivados comerciales (los pick-up, camiones y algunas furgonetas). Es más, la fábrica de Nissan en Barcelona es obra de Ford, aunque luego pasó a manos de Nissan. De la presencia de Ford en España podemos destacar la venta de sus coches con pago a plazos (algo absolutamente novedoso en la época) y la implantación de la jornada laboral de 40 horas con los sábados libres.
Siendo uno de los coches más importantes de la historia, la producción del Ford T cesó el 26 de mayo de 1927. Dejó para los anales de la historia la producción en cadena, su fiabilidad y su versatilidad. También dejó otras cosas que no tenían que ver con el coche en sí, como la jornada laboral de ocho horas con cinco días de trabajo y dos libres, un aumento de sueldo generalizado, especialización en el puesto de trabajo, la expansión de Ford a todo el mundo… el Model T fue mucho más que un coche sencillo de enorme éxito.
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