Mazda es un fabricante que no sigue los mismos pasos que el resto, va un poco a su ritmo, por su propio camino. Sí, evidentemente ofrece los modelos que más se demandan en el mercado, pero suelen tener una personalidad bastante marcada y las soluciones empleadas llaman bastante la atención. Ahí está el motor Skyactiv X, cuyo funcionamiento combina el encendido por chispa y por compresión, junto a una micro hibridación.
Pero no es la única ocasión en la que Mazda ha ido por su propio camino, con tecnologías y soluciones tremendamente llamativas, aunque no siempre tan funcionales como se esperaba en un principio. Y si no sabes a que nos referimos, te lo decimos ya mismo: a los motores rotativos. Mazda ha sido uno de los principales baluartes del motor diseñado por Félix Wankel y además, los únicos que podían desarrollar su tecnología al tener todos los derechos. Un error, no cabe duda, al limitar la evolución de esos motores e impedir que realmente se pudiera llegar a conseguir algo realmente rentable.
El Mazda Cosmo Sport fue el primer coche que el fabricante japonés lanzó con motor rotativo
Mazda lo ha estado ofreciendo, básicamente, en automóviles de altas prestaciones, siempre en coupés como el deseado Mazda RX-7 o el posterior modelo, el Mazda RX-8. El motor rotativo nunca se ha usado en otro tipo de automóviles, aunque ahora parece ser que dará forma a un híbrido en serie haciendo las veces de generador. Un híbrido en serie, por si alguien todavía no sabe diferenciar entre los tipos de híbridos (es muy normal), es lo que todo el mundo llama “eléctrico con autonomía extendida”, se trata de un automóvil con dos motores, uno gasolina otro eléctrico, pero el único conectado con las ruedas es este último, el gasolina hace de generador.
Pero dejando esto de lado, Mazda ha estado trabajando con los motores Wankel desde hace muchas décadas, llegando a ganar, incluso, las 24 Horas de Le Mans con el famoso Mazda 787B, allá en la década de los 90. La primera vez que Mazda fabricó un coche con motor rotativo fue en los años 60, a finales de aquella década. Nos referimos, obviamente, al Mazda Cosmo Sport, uno de los deportivos sesenteros más interesantes salidos del país del Sol Naciente. Y uno de los más avanzados en su momento, al esconder bajo su esbelto capó un motor que no tenía pistones.
Del Mazda Cosmo Sport se fabricaron muy poquitas unidades, lo que hace del coche un auténtico objeto de deseo. Tan solo salieron de la fábrica 1.176 unidades y junto al Toyota 2000GT, es uno de esos coches japoneses con un aura especial. Estamos acostumbrados a ver ejemplares así firmados por Ferrari, por Alfa Romeo, Aston Martin… pero desde Japón no es costumbre. Quizá por eso resultan tan apetecibles y sus precios estén tan por las nubes.
El Cosmo Sport tuvo dos versiones, o series, una fabricada hasta 1968 y otra, que llegó hasta 1972. De la primera se fabricaron un total de 343 unidades y contaba con un motor compuesto de dos rotores con 982 centímetros cúbicos, capaces de entregar 110 CV alimentados por un carburador Hitachi de cuatro cuerpos. La segunda serie, con el mismo propulsor, pero con algunos retoques, la potencia aumentó hasta los 130 CV.
De diseño no hace falta que hablemos teniendo fotos, pero destacar lo bajo de su línea de cintura, lo alargado de su silueta y lo llamativo de su voladizo posterior, bastante más largo que el delantero. Es un diseño visualmente muy ligero, tan ligero como el propio coche, que no llegaba a los 1.000 kilos.
El Mazda Cosmo Sport tuvo el honor de ser el primer coche con motor rotativo en competir en el Viejo Continente. Estuvo presente en las 84 Horas de Nürburgring (sí, 84, no 24 horas) representado por dos unidades con apoyo de fábrica. Uno de los coches tuvo que retirarse cerca de la hora 82 de carrera, mientras que el otro acabó en cuarta posición.
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