Gullwing, cuya traducción directa al español es “ala de gaviota”. Una frase que para cualquier persona ajena al mundo del automóvil tiene muy poca importancia y como mucho, les recordará a los típicos cuadros y dibujos de playas, donde aparecen gaviotas dibujadas, básicamente, haciendo una V con los laterales curvados.
Sin embargo, decir “alas de gaviota” en el mundo del automóvil, proyecta en la mente de los aficionados una imagen clara y nítida, donde aparece, en primera instancia, un coche con una estrella en el frontal, que se fabricó allá por la ya muy lejana década de los 50. Muchos lo conocen por el código interno de la empresa: W198, pero por lo general, todos lo conocen por Mercedes 300SL o bien, Mercedes SL “alas de gaviota”. Apelativo que se le otorgó por la forma en la que abren sus puertas, pivotando directamente sobre el techo y hacia arriba. Una solución que no fue por innovación o por llamar la atención, fue por necesidad.
El Mercedes 300SL es uno de los coches que más ha hecho por la imagen de la firma alemana en toda su historia, junto a la Clase S –la letra “S” es por Sónderklasse, la palabra alemana para “clase especial”–. Se puso en circulación en 1952 y suponía la vuelta de la compañía alemana al mundo de la competición después de la Segunda Guerra Mundial. Y como en otras ocasiones, la aparición del Mercedes 300SL contó con la participación de Max Hoffman, el importador de Mercedes en Estados Unidos en aquellos años –también de Porsche y BMW–.
Para ser más precisos, el regreso de la marca germana a competición fue con el W194, la versión de competición que también se denominaba 300SL y que arrasó en competición al obtener las victorias en la carrera Panamericana, la Mille Miglia, la Copa Dolomitas, las 24 Horas de Le Mas… El señor Hoffman recomendó llevar a producción un coche tan laureado, dando lugar al Mercedes W198, la versión de producción del 300 SL. Denominación, por cierto, que hacía referencia al motor de 3.000 centímetros cúbicos y a “Sport Leicht”, deportivo ligero en alemán.
La puesta en escena del Mercedes 300SL supuso un golpe de efecto, una demostración de capacidades técnicas y constructivas difícil ente igualables en aquel momento. Y todo ello, por parte de una empresa que tras la guerra, estaba casi en la ruina. Su participación activa en las acciones de régimen Nazi convirtió sus instalaciones en un objetivo militar y como cabría esperar, fueron bombardeados sin compasión. Sin embargo, solo siete años después, desarrollaron uno de los automóviles más sorprendentes y avanzados de su época.
El Mercedes 300SL se presentó al mundo en el salón de Nueva York en febrero de 1954, el cual estaba acompañado por un prototipo del futuro Mercedes 190SL, que sería la versión descapotable y más aburguesada del SL. Las ventas de este espectacular deportivo comenzaron en 1955 y se fabricaron 1.400 unidades, de las cuales, 1.100 se vendieron en Estados Unidos.
Presumía de un motor de seis cilindros en línea con 2.996 centímetros cúbicos y un sistema inyección directa –alimentación que usan todos los coches modernos, desarrollada por Bosch ya en la década de los 50– y capaz de entregar 215 CV a 5.800 revoluciones. Un motor espectacular que contrastaba con otras cosas que no eran tan innovadoras y que vistas hoy día, resultan demasiado arcaicas para un coche así. Por ejemplo, la caja de cambios tenía tan solo cuatro relaciones, los frenos eran por tambor en las cuatro ruedas o un eje trasero con ejes semioscilantes. Al fin y al cabo, hablamos de un coche que se fabricó a mediados de los años 50.
Como hemos comentado antes, las puertas no eran por mero gusto, eran por motivos técnicos relacionados con el chasis. La estructura del coche era un entramado de tubos que, para lograr una elevada rigidez, también se extendía por los laterales de la plataforma, justo a los lados del habitáculo. Eso impedía el montaje de puertas convencionales y los diseñadores optaron por hacerlas pivotar sobre el techo. Pero esta solución, que también obligaba a colocar paneles muy curvos y cortos, impedía que las ventanas pudieran bajarse. Por otro lado, ese chasis tubular lograba, precisamente, esa rigidez que se quería lograr pero además, con un peso muy contenido: 50 kilos.
Hoy, el Mercedes 300SL es un mito, un icono que puede alcanzar valoraciones en subastas por encima del millón de euros.