Cuando hablamos de coches estadounidenses, siempre aparecen los mismos modelos, que si el Corvette, que si el Viper, por supuesto no podemos olvidar el Cobra… pero hay uno que apareció en el año 2000 rompiendo varios moldes, tanto por prestaciones como por el concepto que se tenía de un superdeportivo americano: el Saleen S7. Un coche que se dio conocer en el Show Laguna Seca Raceway, el 19 de agosto del año 2000 y no era un deportivo como nos tenían acostumbrados en Estados Unidos.
Saleen es una empresa fundada en 1983 por Steve Saleen, nacida como especialista para Ford Mustang, creando toda clase de accesorios, piezas de potenciación, kits de carrocería… famosos son los Mustang Saleen, gracias a sus prestaciones y a su aspecto, bastante más agresivo que un Mustang convencional. Sin embargo, a pesar de su éxito y de su fama, Steve quiso ir más allá y dio forma a su primer automóvil propio, uno muy pasional, rápido y espectacular.
El desarrollo del Saleen S7 fue tan rápido como el propio coche, pues en solo 18 mese ya se tenía casi todo terminado. Un dato muy a tener en cuenta, pues no parte de ningún otro automóvil de producción, todo es obra de Saleen, a excepción del motor, que es de origen Ford. Pero además, demostraba que en Estados Unidos se podían crear superdeportivos capaces de poner contra las cuerdas a los europeos empleando sus mismas armas: aerodinámica muy cuidada y estudiada, motor trasero central de elevada potencia, tecnología de último desarrollo y un diseño que no deja indiferente a nadie.
Mezclando tradición y avances técnicos
Aun así, aunque era un coche espectacular y muy rápido, algunas soluciones eran muy tradicionales. Por ejemplo, el chasis era tubular de acero al cromo-molibdeno, complementado por un sistema de paneles en nido de abeja fabricados con aluminio, un método sacado de la industria aeroespacial. El motor, el corazón del coche, también era muy tradicional, un enorme V8 de origen Ford con 6.997 centímetros cúbicos totalmente atmosférico, capaz de rendir 575 CV a 5.500 revoluciones y 773 Nm de par a 4.700 revoluciones. Y más tradición en los frenos, pues no se recurría al compuesto carbono-cerámico tan de moda actualmente, eran discos de acero firmados por Brembo con 381 milímetros de diámetro delante y 356 milímetros de diámetro detrás.
Y ahí acaban los convencionalismos, pues como superdepotivo que era, no todo podía ser “normal”. Su carrocería era uno de los elementos más espectaculares de todos, con una aerodinámica que generaba una carga tan elevada, que según la marca, podía circular invertido a partir de 250 km/h. Dicha carrocería estaba fabricada con fibra de carbono en su totalidad y contaba con puertas de apertura en élitro (pivotan sobre el pilar A, no sobre el techo), que daban acceso a un habitáculo que solo tenía una concesión al lujo: la tapicería de cuero, los elevalunas eléctricos y un lector de CD (era el año 2000, no olvidemos ese dato). Lo demás, no interesaba en un coche que estaba pensado para ir rápido, no cómodo ni envuelto en lujo. Sirva de ejemplo que el cambio era manual de seis relaciones y no automático.
Las prestaciones, como cabe esperar, era muy buenas. Completaba el 0 a 100 km/h en 3,9 segundos, siendo un ejercicio solo apto para profesionales, pues no olvidemos que tenía cambio manual y no contaba con ningún tipo de control electrónico de estabilidad o de tracción. La velocidad punta, por su parte, era de 320 km/h, hoy día una cifra de lo más normal, pero allá por finales del Siglo XX, no lo era (el Siglo XXI comenzó en 2001, no en 2000).
Más potencia a base de turbos
Cualquiera habría tenido bastante con semejante aparato, el Saleen S7 era una bestia que no todo el mundo podía domar, pero Steve no pensaba lo mismo, se podía ir un poco más allá. Así, en el año 2004, presentó una evolución todavía más salvaje denominada Saleen S7 TT o “Twin Turbo”, que ya dejaba claro donde estaba la mayor novedad de todas: un motor sobrealimentado por dos turbos. Concretamente, se instalaron dos Garrett que alcanzaba una espectacular presión de 3,5 bares, una cifra realmente alta, que obligó a reforzar diferentes partes del motor como los asientos de las válvulas, los codos del cigüeñal, cambiar bielas y montar una línea de escape nueva fabricada con titanio. El resultado fue nada menos que 760 CV a 6.300 revoluciones, suficientes para lograr un 0 a 100 km/h en 2,9 segundos y una velocidad cercana a los 400 km/h. Esto último, según la marca, lo convertía en el coche de producción más rápido del mundo en aquel momento. Igualmente, se trabajó en la aerodinámica, reduciendo la resistencia en un 40%.
Esos cambios dispararon el precio hasta los 550.000 dólares y se mantuvo en producción hasta el año 2009, cuando se dejó de fabricar el Saleen S7. No obstante, también contó con versiones de competición, como el Saleen S7R, un coche muy exitoso logrando diferentes victorias tanto en Estados Unidos como en Europa, entre las que destacan cosas como las 24 Horas de Le Mans en la categoría G1 en 2010.
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