La saga de los BMW Z, los roadster de talante claramente deportivo e inspiración británica, no comenzó con el famoso BMW Z3, un coche que gracias a ser elegido por el Agente 007 y su aparición en la “Gran Pantalla”, todo el mundo es capaz de reconocer. O al menos, los más cinéfilos. En realidad, la saga de los BMW Z nació algo antes con un automóvil realmente llamativo y mucho más interesante, famoso por su peculiar apertura de puertas.
Obviamente, nos referimos al BMW Z1, un genial roadster fabricado entre 1988 y 1991, cuya presentación en sociedad se llevó a cabo en el Salón de Frankfurt de 1987. El nombre del proyecto que dio forma al BMW Z1 era “zukunft” (futuro o porvenir en castellano) y estaba dirigido por Harm Lagaay y Ulrich Bez, ambos, miembros de la filial BMW Technic, creada en 1985. Además, era un proyecto que debía crear un automóvil pasional sin tener en cuenta el coste o el precio final.
La saga de los BMW Z nació con un automóvil realmente llamativo e interesante, famoso por su peculiar apertura de puertas, el Z1
El resultado fue muy innovador, algo bastante lógico cuando uno de sus responsables lo fue también del Porsche 993, para después dirigir Aston Martin (el señor Ulrich Bez, ya mencionado). Del diseño exterior se encargó Lagaay, quien luego diseñaría el Porsche Boxster (gracias al gran resultado del Z1).
Bajo su sensacional vestido, que incluso hoy podría ser bastante coherente con los gustos actuales, había un chasis monocasco de acero con algunos refuerzos fabricados con termoplástico de diferente rigidez. Los laterales son la parte más compleja, pues había que hacer hueco a un increíble sistema de apertura de puertas que no se ha vuelto a ver nunca en un automóvil. Estas no pivotan hacia afuera o sobre el pilar del parabrisas, tampoco lo hacen hacia arriba, en realidad se esconde hacia abajo, en el propio chasis. Estas puertas no tienen un panel interior como las convencionales y se puede circular con ellas escondidas.
El motor era un seis cilindros, un tipo de propulsor típico BMW, que rendía 170 CV y 227 Nm de par, acoplado a un cambio manual de cinco relaciones. Tenía que mover un peso relativamente contenido, arrojando sobre la báscula 1.250 kilos y pudiendo acelerar todo el conjunto desde cero hasta 100 km/h en 7,9 segundos. No obstante, la velocidad no era su finalidad, en realidad, su finalidad eran las sensaciones, algo que lograba con magistral facilidad.
Se hicieron un total de 8.000 unidades hasta 1991, cuando se decidió dar por finalizada su producción. Podían haber seguido sacando unidades sin problemas, porque la acogida fue sensacional y el éxito arrollador. Sin embargo, el BMW Z1 era casi un experimento y aunque el coche tenía lista de espera, la producción seguía siendo lenta, costosa y poco rentable.
Hoy día, los precios del BMW Z1 son elevados, por lo general se sitúan entre los 45.000 y los 50.000 euros, aunque es posible encontrar unidades por 35.000 euros. Otra cosa será el estado del coche.
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