Durante algunos años, Volkswagen parecía una empresa obsesionada con alcanzar la excelencia máxima, a base de lanzar modelos de un alto nivel de calidad, diseño y prestaciones. Fue la época en la que Ferdinand Piëch estaba al mando del conglomerado alemán, aquellos años en los que Volkswagen se hizo con el control de muchas marcas y además, creó con su propio logo algunos de sus mejores automóviles, como el Phaeton, injustamente valorado, o el espectacular Volkswagen W12, un deportivo de altísimos vuelos que, a pesar de lograr muchas marcas mundiales, nunca pasó de ser un prototipo, un sueño que nunca terminó por hacerse realidad.
El Volkswagen Phaeton si llegó a producción, siendo el mejor modelo que ha fabricado jamás la firma alemana, pero el Volkswagen W12 fue un automóvil fundamental para la marca, un coche clave, con el que la marca desarrolló el que ha sido el motor base para su marca más prestigiosa: Bentley. La exclusiva firma británica tiene todavía bajo el capó de algunos de sus modelos, la última evolución de ese propulsor, el cual supera los 600 CV gracias a la asistencia de dos turbocompresores, aunque destaca sobre todo por cifras de par, que rondan los 900 Nm. Un motor que pasará a mejor vida dentro de no mucho, aunque todavía queda tiempo para que un motor tan particular, siga dando vida a lo más exclusivo de la compañía británica. Tampoco debemos olvidar que dicho motor se puede encontrar en el Audi A8, en su versión más elegante, equipada y por supuesto, cara.
Todo comenzó, como no podía ser de otra forma, con Ferdinand Piëch dejando volar su imaginación. ¿Qué pasaría si Volkswagen pusiera un superdeportivo en circulación? Las ambiciones en aquellos años no tenían limites, pero además, demostró que Volkswagen podía ponerse al frente de la industria sin muchos problemas aparentes, gracias a una capacidad de desarrollo y de gastar dinero casi sin igual. Un enorme contrate con la Volkswagen actual, la cual, tras el famoso Dieselgate, va con pies de plomo y está invirtiendo todo su potencial en la electrificación. Quizá veamos como la marca vuelve a una época similar, pero en esta ocasión, con coches eléctricos.
El motor W12 era el centro de todo el proyecto
Fue con motivo del Salón del Automóvil de Tokio de 1997, cuando se daba a conocer el Volkswagen W12 Syncro, un espectacular deportivo animado por un motor W12 inédito. El coche estaba diseñado por el polifacético Giorgeto Giugiaro, un diseñor que siempre ha estado a la sombra de Zagato y Pininfarina, pero que tiene un currículo envidiable y algunos de los coches más importantes que se han lanzado al mercado. El coche se veía rápido incluso estando parado, era bajito, afilado y con una agresividad muy alemana, es decir, sin ser un coche extremo ni hortera. Comparado con cualquier deportivo moderno, el Volkswagen W12 destaca por su sencillez de líneas, por la ausencia de líneas que nacen en ninguna parte, para acabar en ninguna parte. No había artificios como entradas de aire falsas o escapes de pega, todo era funcional. Era un trabajo soberbio, quizá, uno de los Volkswagen más bonitos que se han diseñado; una lástima que nunca llegará a producción.
Sin embargo, aunque el coche era un sueño con ruedas, la auténtica innovación se encontraba colocada en posición trasera central y tenía una configuración nunca vista. Efectivamente, hablamos del motor, del famoso W12 que ha sobrevivido al deportivo. El propulsor era un auténtico logro ingenieril: se unieron dos motores VR6, el mismo que montaba el Volkswagen Golf, creando una joya de la automoción. Obviamente, todo fue más complicado que, simplemente, unir dos motores seis cilindros en V estrecha, pero es justo reconocer que en el fondo, es la base «teórica». Se obtuvo un propulsor de 5.6 litros capaz de rendir 420 CV, que llegaban al suelo a través de las cuatro ruedas gracias al sistema de tracción Syncro de la marca alemana. Los alemanes prometían una aceleración hasta los 100 km/h en cuatro segundos y una velocidad que superaba los 300 km/h, cosas que acabó por demostrar en distintas ocasiones.
La primera versión del W12 lucía una carrocería era un coupé, que luego pasó a ser descapotable (mejor dicho, era un speedster) y también desechó el sistema de tracción total, dando lugar al Volkswagen W12 Roadster y posteriormente, al W12 Nardo, que volvía a la carrocería cerrada y empleaba un nombre que se otorgó al modelo en homenaje al circuito donde el coche había logrado muchos récords (el anillo de Nardo, en Italia), entre los que destaca el récord de 24 horas recorriendo más de 7.000 kilómetros a una velocidad de 295,24 km/h, logrado, obviamente, en Nardo, una increíble pista de 12 kilómetros de diámetro y que cuyo trazado es, básicamente, una recta infinita.
Volkswagen W12 Nardo. Los aficionados y coleccionistas empezaban a tener esperanzas
Nuevamente, Con motivo del Salón del Automóvil de Tokio de 2001, Volkswagen dio a conocer el mencionado W12 Nardo. Se cumplían, justamente, tres años desde que se presentó su primera variante y para la ocasión, el coche había sido revisado por entero. El diseño era ligeramente diferente, habían pulido algunos detalles y se había ganado en atractivo con una imagen muy cercana a un coche de producción. Además, el motor también había evolucionado, alcanzado más de 600 CV (concretamente, 660 CV).
Al año siguiente, en 2002, se presentó una versión más del Volkswagen W12, una especialmente radical, casi de competición, lo que hizo que muchos aficionados y muchos coleccionistas sacaran su cartera para empezar a registrar sus pedidos. La mecánica había aumentado su cilindrada hasta los 5.998 centímetros cúbicos y la potencia se rebajó hasta los 600 CV. Con este coche, los alemanes batieron el récord más importante del modelo: recorrer 7.740,576 kilómetros en 24 horas a una velocidad media de 322,891 km/h. Por cierto, las cifras que anunciaba esta versión, se vieron después en el Bentley Continental GT presentado en el año 2003.
Sin embargo, el final del Volkswagen W12 llegó con la compra de Bugatti por parte de VAG, marca que acabaría lanzando al mercado uno de los coches más locos y descabellados que se han puesto en circulación: el Bugatti 16.4 Veyron, el famoso «coche de los 1.000 CV». De todas formas, merece la pena recordar que se llegó a rumorear que se lanzaría una edición limitada a 150 unidades del Volkswagen W12. Se dice que se llegó a fabricar alguna unidad de forma extraoficial, pero lo que está claro, es que sin el Nardo, no existiría el propulsor que ha dado vida a los modelos de Bentley y tampoco existiría el motor del Veyron, del Chiron y de todos los Bugatti que han venido después, ya que las bases, el concepto y casi el motor en sí, se desarrollaron con este deportivo.
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