Quien piensa en Volkswagen, suele pensar en el Escarabajo o en el Golf, dos hitos para la firma y dos coches sumamente importantes para la industria en general. Quizá también piense, al menos los usuarios actuales, en el Tiguan o incluso en el Touareg, puede que en el T-Roc, todos ellos grandes coches pero faltos de toda clase de pasión o interés, más allá de ser vehículos versátiles y útiles en el día a día. Sin embargo, cuando se habla de Volkswagen, hay quien piensa en una época espectacular, la mejor que ha tenido la compañía alemana, lanzando al mercado modelos casi imposibles de crear para muchos rivales.
Fue la época de Ferdinand Pïech y sus locas ideas, como el Volkswagen Golf R32, una versión que, teóricamente, reemplazaba al VR6, pero con tracción total, una imagen más agresiva y más potencia. No olvidar tampoco el Volkswagen Phaeton, el mayor órdago que ha lanzado nunca Volkswagen y uno de los mejores más injustamente olvidados. El Volkswagen Touareg V10 TDI fue, quizá, el mayor sinsentido de todos, pero demostró que la marca alemana era líder mundial en tecnología de motores diésel. Tiempo después apareció un Audi Q7 con motor V12 TDI, otra de esas idas de olla de Pïech, aunque si tuviéramos que elegir un órdago de Volkswagen, lanzado en aquella época, sin duda nos quedaríamos con el Volkswagen Passat W8.
Por entonces, el Passat se había ganado una reputación espectacular, no en balde, la marca había comenzado a ofrecer coches con una calidad muy elevada y técnicamente muy refinados, modelos que estaban claramente por encima de la competencia en muchos aspectos. No obstante, con esta versión equipada con el motor W8, el Passat se colocó demasiado lejos para sus rivales, que ni pudieron, ni querían, intentar acercase. No era ni interesante ni rentable, ni siquiera para la propia Volkswagen, pero el prestigio que se lograba con algo así no tenía precio.
Obsesión por los motores en W
El inicio del Siglo XXI supuso el comienzo de una obsesión dentro de Volkswagen. Pïech se había propuesto hacer que la marca alemana fuera líder mundial indiscutible, tanto en lo que a fabricación de coches se refiere, como al tamaño del grupo industrial y a sus capacidades técnicas. Fue por entonces cuando se comenzó a comprar toda clase de marcas y a desarrollar toda clase de tecnologías y motores. De hecho, el tema de los motores se les fue un poco de las manos.
Volkswagen comenzó a lanzar toda clase de soluciones e ideas, como los mencionados motores V10 y V12 TDI, pero también comenzó a desarrollar motores gasolina en W. Volkswagen ya se había hecho con el control de Bugatti y trabajaba en el desarrollo de los nuevos modelos de la marca, cuyo resultado acabaría siendo el desproporcionado Veyron y su motor W16, aunque hubo un despropósito mayor con el Bugatti EB218, cuyo motor tenía 18 cilindros en W. Esta senda de motores tan llamativos, tuvo también como resultado el W12 que dio vida a diferenes versiones del Volkswagen Phaeton, a las versiones más exclusivas del Audi A8 y a varios modelos de Bentley, como el Continental GT.
Por debajo de todos estos propulsores, nació el W8 que encontró cobijo bajo el capó del Volkswagen Passat B5, un capricho de Ferdinand Pïech que no se usó en ningún otro modelo y que representó el tope de gama del Passat en aquellos años. Era y es una configuración muy exótica, extraña, muy compleja y creada básicamente por demostrar que se podía, ya que se pueden lograr los mismos resultados con menos complejidad, aunque no se puede meter en coches como el Passat por falta de espacio. Y es ahí donde el W8 destacaba, entre otras cosas.
Dimensiones muy compactas
El truco, por así decirlo, de esta configuración, era que daba como resultado motores muy compactos, mucho más que los V8 tradicionales, que no cabían físicamente en el vano motor del Passat. El único motivo de existencia de este propulsor era caber en el vano motor de coches del tamaño y la configuración del Passat, esto es, sedanes de tamaño medio con motor delantero transversal.
Volkswagen no partió de una hoja en blanco para este motor, en realidad tomó dos bloques de cuatro cilindros en V estrecha y los “fusionó”. Esos bloques V4 eran un derivado del VR6, como cabría esperar, con dos cilindros menos. De esta forma, se creó un motor muy peculiar, con cuatro bancadas de dos cilindros cada una, muy pegadas entre sí (solo 15 grados entre las filas de cilindros). El motor medía 42 centímetros de largo, 71 centímetros de ancho y 68,3 centímetros de alto, con un peso de 190 kilos. Iba montado en posición longitudinal, aunque los motores en el Passat iban transversales, y se podía combinar con una caja de cambios manual o una automática, el famoso Tiptronic de cinco relaciones. No había opción en cuanto a sistema de tracción: 4MOTION con reparto del 50% a cada eje, junto con un diferencial Torsen.
Tenía 3.998 centímetros cúbicos (84 x 91,17 milímetros para diametro y carrera), dos árboles de levas en culata, admisión variable, inyección variable, una compresión de 10,8:1. Rendía 275 CV a 6.000 revoluciones y 370 Nm de par a 2.750 revoluciones, unas prestaciones que hoy día no le harían destacar y por entonces tampoco era un motor especialmente potente (68,8 CV por litro), pero no había nada similar y poco coches suenan con el Volkswagen Passat W8. Lástima que tuviera un consumo tan elevado, homologando 13,1 litros cada 100 kilómetros de media.
Posiblemente, podrían haberse mejorado esas cifras, pero el desarrollo del motor no se continuo y no hubo más aplicaciones y estuvo en producción tan solo dos años. Se ganó fama de poco fiable, seguramente por su complejidad y no hay una gran cantidad de repuestos, dado que se vendieron durante muy poco tiempo.
El Volkswagen Passat W8, el más caro de su segmento
Como se ha comentado antes, el Passat era uno de los coches con mayor nivel de calidad en el mercado, estaba por encima de sus rivales directos y eso se notaba en el precio; el Volkswagen Passat era uno de los coches más caros de su segmento, pero no por ello era el menos vendido, porque la gente, curiosamente, siempre está dispuesta a pagar un elevado precio por un Volkswagen.
El Volkswagen Passat se vendió por casi ocho millones de las antiguas pesetas, concretamente, 48.030 euros, 7.991.519 pesetas. Era un coche carísimo y a día de hoy, además de haber pocos en el mercado, su cotización sigue siendo elevada y una unidad en buen estado no baja de 20.000 euros. Cualquier Volkswagen Passat W8 por debajo de los 10.000 euros no es una buena idea…
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