Lamborghini se encuentra en su mejor momento. Nunca en su historia ha tenido una base tan sólida sobre la que trabajar, ni un futuro tan potente como el que tiene ahora. Incluso aceptando la presencia del Lamborghini Urus, que en el fondo es el coche que llena las arcas de la empresa año tras año, la firma italiana nunca ha estado mejor. Y eso es gracias a que tiene tras de sí a un enorme grupo industrial, que les provee de una buena estructura sobre la que apoyarse. Ese grupo industrial ya lo conocemos todos: Volkswagen-Audi Group.
El grupo Alemán ha hecho de Lamborghini –que, por cierto, se pronuncia “Lamborguini” y no “Lamborllini”– lo que cabría esperar, eliminaron todo el descontrol que parecen tener todos los fabricantes italianos, implantaron el férreo control y el orden que se presupone de todo teutón y comenzaron a trabajar en modelos que fueran auténticos Lamborghini, pero con elementos alemanes y fiabilidad alemana. Es decir, hicieron de la firma afincada en Sant’Agata una empresa coherente, fiable y prospera, muy próspera. Ahí están los resultados de ventas, rompiendo récords cada ejercicio y ahí está el futuro de la marca, marcado por la hibridación y más adelante, por la electricidad.
No obstante, ese futuro también se sustenta sobre un pasado que se fraguó antes de que llegaran los alemanes. Es cierto que son pilares que en su momento marcaron el devenir de la marca, que ocuparon los sueños de muchos y que, como dicen algunos, es mejor dejar que sigan siendo sueños –no sea que nos llevemos una decepción–. Un pasado repleto de coches que todavía hoy siguen siendo espectaculares, como el Lamborghini Diablo GT.
El Lamborghini Diablo GT, además de ser la última versión del Diablo, también tiene el honor de ser el último Lamborghini creado antes de que Audi se pusiera a los mandos. Bueno, en realidad, la firma de los cuatro aros ya había tomado el control de la marca italiana y se notó en algunas cosas, como en el diseño del habitáculo, las calidades o la posición al volante. En realidad, el Lamborghini Diablo GT fue el último Lamborghini diseñado antes de que Audi dictara las normas y por ende, tiene ese encanto especial de ser el último de los Lamborghini “auténticos”.
Sí, el último Lamborghini auténtico, al menos eso dicen los puristas, pero ya se sabe, si hacemos a los puristas, todavía seguiríamos con dirección sin asistencia, con carburadores o frenos sin servo…
El Lamborghini Diablo se desarrolló cuando la firma italiana entró a formar parte del Grupo Chrysler, aunque en realidad el proyecto ya estaba empezado cuando los americanos se hicieron con la marca del toro. Cuando Audi compró la compañía, se llevó a cabo un restyling del Diablo, una renovación que afectó a muchos apartados del coche, como la desaparición de los faros retráctiles –se montaron unos procedentes del Nissan 300ZX, por cierto– y sí, se creó el Diablo GT a modo de despedida y sí, se hizo con dinero de Audi, que ya había puesto en desarrollo el reemplazo del modelo, el que acabaría siendo el Lamborghini Murciélago.
Presentado en el salón de Ginebra de 1999, el Diablo GT fue el primer Diablo de producción en tomar prestado el bloque V12 derivado del que se usaba en GT2 –tenía bielas de titanio, cigüeñal aligerado, nueva centralita electrónica, alzado variable de válvulas…–, un seis litros capaz de rendir 575 CV. También hacía uso extensivo de fibra de carbono –solo el techo era de acero y las puertas de aluminio–, un nuevo trabajo aerodinámico y se prescindió de la tracción total para reducir todavía más el peso. Fue el último Lamborghini de propulsión hasta la presentación del Gallardo Valentino Baldoni en 2009.
Solo se fabricaron 80 unidades del Lamborghini Diablo GT, la versión más radical del superdeportivo italiano que además de más potencia y una imagen mucho más agresiva, también contaba con una serie de cambios con respecto a chasis que lo hacían más eficaz, pero también más difícil de pilotar y más delicado al límite, como todo buen superdeportivo que se precie. Únicamente se vendieron en Europa, porque no se homologó para Estados Unidos ni para ningún otro país.
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