Francia, aunque a veces cueste reconocerlo, siempre ha contado con algunos de los mejores fabricantes de automóviles. Habrá quien piense que Renault no es el mejor ejemplo –aunque estaría bastante equivocado–, pero no sólo de Renault vive la industria del automóvil francesa. De Francia salían los Delahaye y Delage, Darracq, De Dion Bouton, Facel Vega, Panhard o Talbot, y por supuesto, la máxima expresión del exceso: Bugatti.
Mientras Italia presume de fabricantes de coches deportivos, en Francia se daban forma a coches con estilo, de un elevado lujo y de técnicas muy depuradas. Actualmente ya no es así, las condiciones del mercado, las demandas de los usuarios y la elevadísima competitividad, han transformado la esencia del automóvil francés y actualmente, se podría decir que hay pocas marcas que todavía guarden parte de la esencia original.
De todas formas, todavía es posible encontrar retazos de aquellos coches franceses de antaño en marcas como DS Automobiles, o bien, el modelos que dejaron de fabricarse hace algunos años, como es el caso del Peugeot 607. El sedán francés hizo acto de presencia por primera vez allá por el año 1999, durante la celebración del salón del automóvil de Frankfurt y su existencia se debía al hueco que había dejado el Peugeot 605.
El 607 es, posiblemente, uno de los últimos sedanes franceses que pretendieron incordiar al trío alemán por antonomasia: Audi, BMW y Mercedes. Sin embargo, el segmento E, el de los llamado “sedanes ejecutivos”, siempre ha sido una parcela realmente complicada y dominada por la famosa “marquitis”. Los usuarios de dicha categoría no están dispuestos a invertir elevadas sumas de dinero en algo que, en teoría, no vale tanto. Una forma de hacer las cosas que, en ocasiones, hace que ciertos productos pasen desapercibidos.
Así, el Peugeot 607, que se desarrolló sobre una evolución de la plataforma empleada en el 605, no obtuvo el reconocimiento que se merecía y eso que la marca se cuidó de que no fallara en ningún apartado –siempre dentro de sus capacidades, obviamente–. De primeras, el 607 era un coche grande, nada menos que 4,90 metros de largo, y con una silueta de tres volúmenes bastante tradicional, aunque con personalidad y carácter. Peugeot, durante muchos años, fue una marca bastante conservadora, aunque era capaz de poner en circulación automóviles de diseño muy acertado y además, duradero.
En el caso del 607, además, se trabajó en la calidad de fabricación y en la imagen general del habitáculo, pues los usuarios de este segmento no perdonan estos detalles.
La imagen del coche era imponente y señorial, elegante, con clase, y estaba aderezado con motores con cierto nivel de potencia. Por ejemplo, la opción más básica, el acceso a la gama, era un cuatro cilindros de 2,2 litros y 160 CV, mientras que lo alto de la gama había un V6 de 2.946 centímetros cúbicos que rendía 207 CV –era, en realidad, una evolución del conocido PRV–. También se introdujo una opción diésel, la motorización menos potente que tuvo el modelo, el 2.2 HDI de 136 CV que se quedaba corto para las aspiraciones del sedán francés.
Sin embargo, el Peugeot 607 fue criticado por ser un coche conservador, quizá demasiado discreto, y por no haber innovación. También se dejaron pequeños detalles por el camino, como la falta de aireadores para las plazas traseras, por la presencia de un climatizador de sólo dos zonas. De serie se montaba un cambio manual en lugar del automático –que se pagaba como extra y solo tenía cuatro relaciones–.
La aceptación del modelo entre los usuarios fue muy, muy limitada. Las primeras unidades sufrieron averías del sistema eléctrico y el coche comenzó a coger mala fama. Además, el precio no estaba al alcalde todos y aquellos que podían pagarlo, preferían acudir a las marcas tradicionales.
En el año 2005 se sometió a un restyling, que cambió algo los rasgos de diseño, se pulieron algunos detalles y se modificaron los motores disponibles. Así, apareció un injustificable motor de 110 CV –turbodiésel–, al tiempo que los gasolina ganaban algo de potencia y refinamiento –163 y 211 CV, en lugar de 160 y 207 CV–. También se añadió un motor diésel de 170 V y un 2.7 HDI de 207 CV. La caja de cambios pasó a tener seis relaciones, tanto en manual como en automático.
La producción cesó en el año 2010 tras haber fabricado menos de 170.000 unidades en 11 años de vida comercial.
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