Hablar de aerodinámica en los coches actuales es totalmente normal, es algo que se ha establecido en la industria y cualquier vehículo, sea cual sea su objetivo, emplea las bases de la aerodinámica en su diseño. Las marcas buscan con ello, reducir consumos, reducir ruidos y mejorar la estabilidad y adherencia al asfalto.
La aerodinámica también se usa para ganar en prestaciones. Un mejor comportamiento del aire alrededor del vehículo permite negociar curvas a mayor velocidad, alcanzar mayores velocidades en recta y usar motores más potentes, ya que se mejora la refrigeración. Ventajas en todos los apartados, siempre que el trabajo aerodinámico sea el correcto, pues hemos visto muchas veces como no siempre salen bien las cosas.
El automóvil y la aerodinámica están relacionados desde hace décadas, pronto se comenzó a buscar soluciones para mejorar las prestaciones, allá en los albores del automóvil. Se crearon cosas muy llamativas, como el Alfa Romeo 40/60 HP de 1914, siempre influenciadas por los avances en aeronáutica de aquellos años. Avances como el dirigible, más conocido como Zeppelin, por la compañía alemana de dirigibles más famosa del mundo, fundada por Ferdinand von Zeppelin (el nombre completo era Ferdinand Adolf August Heinrich Graf von Zeppelin) quien también, según los libros de historia, inventó el dirigible, aunque en realidad, nunca lo hiciera.
El Adler Trumpf Rennlimousine fue uno de los primeros automóviles en competir en Le Mans con cabina cerrada
Los dirigibles se convirtieron en la máquina de moda, en el invento que cambiaría el mundo y como suele ocurrir, se creó una industria alrededor que incluyó también a diseñadores. De hecho, ser diseñador de dirigibles era algo especial, muy destacado. Nombres como Paul Jaray quedarán para la posteridad por haber sido diseñador de “zeppelines”.
De hecho, este señor, Paul Jaray, resultó ser alguien muy influyente y respetado, que trabajó tanto en el diseño de dirigibles como en el diseño de automóviles. Y siempre empleando las mismas fórmulas para uno y para otros, pues aseguraba que la forma de los dirigibles era totalmente compatible con el mundo del automóvil porque era ideal aerodinámicamente hablando.
Siempre se ha dicho que la forma más aerodinámica es la gota de agua, es una forma que se crea por efecto del aire y por tanto, la que mejor comportamiento tiene en cuestiones aerodinámicas. Al menos, en lo referente a la resistencia al avance, la sustentación es otra cosa. Esa misma idea hizo que comenzaran a aparecer automóviles con una zona trasera que se va, poco a poco, estrechando, hasta parecer una gota de agua.
Jaray imprimió dicha dicha solución a muchos automóviles, destacando por encima de todos el Adler Trumpf Rennlimousine (sedán de carreras). Tatra también hizo caso de las afirmaciones de Jaray, pero el Rennlimousine era especial por su concepción y por su objetivo. El Adler Trumpf Rennlimousine era un coche de competición, destinado a las pruebas de resistencia de la época, como las 24 Horas de Le Mans. Uno de estos coches, de los cuales sólo se fabricaron seis unidades (cada una era una evolución de la anterior), quedó segundo en su categoría y noveno de la general en 1937. Puede que no sea gran cosa, pero hay que comentar que estaba animado por un motor de cuatro cilindros, 1.910 centímetros cúbicos y sólo tenía 56 CV.
Las buenas prestaciones del Adler Trumpf Rennlimousine eran sus extraordinarias formas, con un llamativo parabrisas curvado y dividido como si fuera la cabina de un avión y las ruedas traseras semicarenadas. Unas formas que se conseguían mediante una rudimentaria fórmula: se colocaban una seria de hilos en la carrocería y se circulaba con el coche, mientras se le sacaban fotos. Una vez acabado el test, se revelaban las fotos y se analizaba la posición de los hilos, lo que se llamaba entonces “líneas de corriente”, para dar forma a la carrocería según las estimaciones obtenidas.
Bajo la llamativa carrocería se escondían las soluciones desarrolladas por el ingeniero Hans-Gustav Rohr, quien había trabajado en otro modelo de Adler, el Trumpf del que deriva el Rennlimousine. Así, tenía suspensión independiente, amortiguadores hidráulicos, cambio de marchas en el volante, piso soldado a la carrocería, suspensiones independientes y lo más sorprendente y llamativo: tracción delantera.
El Adler Trumpf Rennlimousine fue uno de los primeros automóviles en competir en Le Mans con cabina cerrada y actualmente, es un coche de colección muy valorado, capaz de superar los dos millones de euros en subastas.