Hay veces en las que puede más la pasión que la razón, lo hemos visto infinidad de veces, y una de las más interesantes ocurrió a inicios del Siglo XXI. Viajamos hasta el Salón de Ginebra del año 2008, un año que será recordado por el inicio de una brutal recesión económica que dejó a mucha gente sin trabajo y puso muchos países contra las cuerdas con largas colas de gente buscando como ganarse la vida.
Durante aquel evento, totalmente ajeno a lo que se estaba fraguando, se presentó un deportivo alemán de dimensiones bastante compactas, cercanas a las de un Porsche Cayman, que contaba con la colaboración en su gestación de nombres tan ilustres como Henrik Fisker. Era el Artega GT, un coche que prometía grandes cosas empleando una configuración que, sin ir más lejos, era casi un calco del mencionado Porsche Cayman. El señor Fisker se fijó claramente en el eficaz modelo de Stuttgart para diseñar el Artega GT (no olvidemos, además, que Fisker diseñó el Aston Martin DB9, el V8 Vantage y el BMW Z8, por poner unos ejemplos).
El Artega GT fue un coche que prometía grandes cosas, y era casi un calco del Porsche Cayman
Cuando se presentó en Ginebra, la prensa y los aficionados lo recibieron con cierto entusiasmo, pues su concepto no era para nada descabellado y podría dar mucho que hablar en el futuro. Por ejemplo, tenía un propulsor V6 de 3,6 litros de origen Volkswagen (se montaba, entre otros, en el Passat R36) que rendía 300 CV y 350 Nm de par y se acoplaba al cambio de doble embrague DSG con seis relaciones, también suministrado por la firma alemana.
Un propulsor encargado de mover un conjunto especialmente ligero, arrojando sobre la báscula solamente 1.100 kilos. Una tara que se logra mediante el uso de materiales como la fibra de vidrio o el aluminio. La potencia en conjunto con su poco peso, prometían un 0 a 100 km/h en 4,8 segundos y una velocidad máxima de 270 km/h. Prestaciones muy reales, muy próximas a las del Cayman, con el que, según se decía, también competía en cuanto a calidad. Algo que hablaba muy bien del Artega (aunque nos quepan dudas al respecto), pues en cuanto a calidad, Porsche es un auténtico referente.
Artega tenía planeado fabricar 500 unidades al año de este interesante deportivo, que como curiosidad, monta algunos elementos más procedentes del banco de órganos de Volkswagen (selector del cambio, parte superior del salpicadero, paneles de puertas… ). Todas las unidades se iban a fabricar de forma totalmente artesanal, pero las cosas se torcieron en muy poco tiempo.
Unos años después de haberse dado a conocer, en el año 2010, Artega se declara en bancarrota, sin haber fabricado más de 100 coches, aunque según la fuente se llegaron a montar 130 coches. La empresa de inversión Tresalia Capital se hace con el control de la compañía y pone al mando a Wolfgang Ziebart, que inició el desarrollo de un Artega GT eléctrico. No obstante, estos tampoco encontraron el camino correcto y en 2012 se anunció el cese definitivo de la producción.
Tras eso, se anunció que Paragon A.G., una compañía de la industria auxiliar, había adquirido lo que quedaba de Artega Automobil GmbH & Co. KG. No se llegó a anunciar nada respecto al futuro de Artega pero actualmente, su página web sigue en funcionamiento y presentan dos modelos, el Artega Karo y el Artega Scalo. El primero es una reinterpretación del carismático Isetta y el segundo es, a simple vista, una reinterpretación del Artega GT. Ambos equipados con motores eléctricos, una tecnología que su fundador, Klaus Dieter Frers, siempre había visto con buenos ojos.
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