Hay historias donde un modelo mítico, un coche que encumbra a una marca a lo más alto, sale de un proyecto “secreto” o del tiempo libre de unos ingenieros con mucha pasión por su trabajo. Así surgieron coches como el Volkswagen Golf o nuestro protagonista, el Bentley R-Type Continental, un modelo que se convirtió en el cuatro plazas más rápido de su época logrando una velocidad de crucero de 100 millas por hora, 160 kilómetros por hora.
Puede parecer poca velocidad, hoy en día cualquier coche utilitario puede alcanzar los 160 km/h, pero estamos hablando de una época en la que un coche deportivo chuleaba de poder llegar a los 170 o 200 km/h; estamos situados en la década de los 50, década en la que se formó el Campeonato del Mundial de Fórmula 1 por ejemplo y Porsche apenas contaba con dos años de existencia, mientras que Ferrari tenía únicamente, uno más, tres.
Durante aquellos años 50 salieron al mercado coches como el Pegaso Z-102, que con 170 CV era todo un deportivo de altísimas prestaciones, o el Hudson Hornet, que se convirtió en todo un icono al otro lado del charco después de ganar 27 carreras en el circuito NASCAR o si te parece poco, durante la década de los 50 también se lanzó al mercado el primer Corvette. Fue una época bastante movidita pues la Segunda Guerra Mundial había terminado en 1945 y muchos todavía siguen sufriendo las consecuencias de una barbaridad completamente inhumana como es una guerra.
No obstante, había alegría en el ambiente, ganas de salir adelante, de progresar, aunque los pobres eran muy, muy pobres y los ricos, seguían siendo tan ricos como siempre. El caso es que alguien dijo una vez que, en ocasiones, hay que darles las gracias a los ricos, porque sin su dinero no habían pasado muchas cosas, como la evolución en muchos aspectos gracias a que ellos si disponían del capital suficiente para adquirir ciertos productos que estaban muy lejos del poder adquisitivo de la mayoría de la población, como es el caso que nos ocupa.
Muchos pensaran que el hecho de que una persona con poder adquisitivo compre un coche en concreto, no afecta al resto, pero estaría equivocado. Muchas de las innovaciones que estrenan los coches de lujo y de alto standing, terminan siempre en los coches “normales” por definirlos de alguna manera, si no hubiera gente dispuesta a gastarse el dineral que muchos de esos coches de lujo cuestan, quizá hoy no tendríamos muchas cosas en los nuestros porque no se habían desarrollado ni evolucionado hasta ser rentables a gran escala.
De todas formas, vamos a dejar estas cosas de lado, que lo interesante es el coche que tenemos en las imágenes, el Bentley R-Type Continental, un modelo que el ingeniero Ivan Everdeen comenzó a desarrollar de manera no oficial en 1950. Quería buscar un coche que pudiera transportar a cuatro ocupantes con toda comodidad a una velocidad de 160 km/h. La receta para semejante pastel era sencilla en teoría, pero complicada en la práctica. El coche debía ser ligero, que por aquel entonces suponía no sobrepasar los 1.700 kilos, debía tener un motor potente, para lo cual hacía falta cilindrada y para rematar, debía ser aerodinámico.
Son cosas que hoy en día no sorprenden pues todos los coches en mayor o menor medida, emplean estas sencillas reglas, fáciles de conseguir hoy, complicadas en la década de los 50. Para empezar, la carrocería fue obra de H.J. Mulliner, que creó una línea tratada en túnel de viento y que se fabricaba usando aluminio, algo realmente raro en un coche de entonces. Valga como ejemplo, que el Mercedes 300 SL, el mítico ‘alas de gaviota’, lanzado por aquel entonces, empleaba acero para su carrocería excepto en un puñado de unidades que usaron aluminio. Este material también terminó dando forma a los paragolpes y la estructura de los asientos, a los marcos de las puertas y de la luna delantera. Incluso llegaron a prescindir de la radio para rebajar el peso, que finalmente, se quedó muy cerca de esos 1.700 kg: 1.750 kilos.
En el caso del motor, era un seis cilindros en línea de 4.566 centímetros cúbicos con una potencia de 153 CV, una cifra común hoy día, elevadísima en los 50. Era capaz no sólo de alcanzar esos 160 km/h, sino que los superaba holgadamente llegando a rodar a 191,11 km/h. En este momento se encontró otro escollo, los neumáticos; no había por entonces ningún tipo de cubierta capaz de soportar esas velocidades, así que Dunlop tuvo que desarrollar unos especiales para el modelo, aprovechando la experiencia adquirida para posteriores productos que se lanzaron al mercado para otros vehículos.
Se fabricaron 208 unidades entre 1952 y 1955, todos completamente a mano y costaban el salario anual de quince años, siendo el sueldo medio en Reino Unido por entonces de 468 libras. Si te estás preguntando por el precio, era de 6.928 libras…