La puesta en escena del BMW Z3 M Coupé, también conocido como BMW M Coupé, iba un poco a contracorriente. Tenemos que situarnos a finales de la década de los 90, una época bastante interesante en cuanto a lanzamientos, pero también el inicio de lo que podríamos llamar, “la conducción fácil”. Esto es, los coches empezaron a ser muy fáciles de manejar en cualquier situación, gracias a una notable evolución técnica y a una mucho más notable evolución electrónica.
En ese momento, BMW se sacó de la manga un aparato de 321 CV y 350 Nm de par, una corta batalla de 2,45 metros y una longitud que apenas superaba los cuatro metros –exactamente, 4,02 metros–, que resultó ser un coche especialmente temperamental y muy poco indicado para usuarios sin experiencia. En realidad, según la prensa de la época, era más coherente que solo lo condujeran usuarios habituados a manejar potencias muy elevadas.
La creación del BMW Z3 siempre estuvo muy ligada al éxito del Mazda MX-5. Los alemanes pretendían aprovechar la buenísima acogida que tuvo el roadster japonés y poner en circulación un coche que, en realidad, estaba hecho de retales y nunca se pensó en superar los 150 CV y mucho menos en ofrecer una carrocería coupé. Sin embargo, fueron los propios clientes quienes pidieron versiones con mayores prestaciones, aunque también es cierto que a la gente de BMW se les fue un poco de las manos. No obstante, es lo que suele ocurrir cuando la pasión mueve las riendas, algo muy presente en la BMW de finales de los 90.
De todas formas, hay un detalle que se debe destacar cuando se habla del BMW Z3 M Coupé: no era un coche para ir rápido, sino para disfrutar conduciendo. Nada tiene que ver conducir rápido con el disfrute al conducir, aunque haya mucha gente incapaz de comprenderlo. Era un coche muy exigente, y no lo decimos nosotros, lo dicen las numerosas pruebas que hizo la prensa en su momento y todos los medios estaban de acuerdo en algo: si querías exprimir el potencial del Z3 M Coupé, tenías que estar sumamente concentrado en la conducción y tener mucha, pero que mucha experiencia.
El BMW Z3 M Coupé era un coche muy especial. No tenía control de estabilidad ni tampoco control de tracción, pero montaba un diferencial trasero de deslizamiento limitado. Curiosamente, en un gran contraste con las tendencias más modernas, los neumáticos traseros eran, a ojos de cualquier usuario actual, muy pequeños: 245/ 50 R17. Estas gomas eran las encargadas de gestionar todo el torrente de poderío que se generaba bajo el largo capó, donde se escondía un seis cilindros en línea con 3.201 centímetros cúbicos, dos árboles de levas, inyección y, como hemos dicho antes, 321 CV a 7.400 revoluciones y 350 Nm a 3.250 revoluciones, combinado con un cambio manual de cinco relaciones.
Con este propulsor y con un peso de 1.465 kilos –que no son pocos para el tamaño del coche–, el Z3 M Coupé podía acelerar hasta los 100 km/h desde parado en 5,4 segundos, siempre que se tuviera la mañana suficiente para no derretir los neumáticos traseros. También se puede llegar hasta los 250 km/h, alcanzando los 1.000 metros en 25,4 segundos. Como cabe esperar, el consumo no es para todos los bolsillos, aunque tampoco se puede afirmar que sea excesivo: 10,2 litros de media.
Mientras el asfalto esté en buenas condiciones y sepamos como gestionar el acelerador, el BMW M Coupé solo dará satisfacciones a quien se ponga al volante. Según la prensa de la época, el coche tiene una enorme capacidad para transmitir potencia al suelo, incluso en curvas de segunda y sin tener miramientos con el acelerador, aunque conviene conocer la técnica del contravolante para poder mantener la trayectoria y la velocidad.
Sin embargo, cuando el suelo no está en condiciones o se pone a llover, la cosa cambia y mucho. Su corta batalla hace que las reacciones cuando pierde adherencia sean más bruscas y además, no se tiene, no olvidemos este punto, ni control de tracción ni control de estabilidad. De hecho, hay quien dice que es mejor dejar el coche en casa cuando llueve, porque el disfrute baja exponencialmente.
La cuestión es, ¿quién se compraba un BMW Z3 M Coupé pensando en salir a pasear? Es evidente, porque salta a simple vista, que se diseñó para conducir, para disfrutar de la conducción. Solo hay que tener en cuenta la autonomía, porque a poco que se aumente el ritmo en carretera de curvas, el consumo se dispara hasta los 14 litros y con un depósito de 51 litros, la autonomía, sin apurar, supera por poco los 300 kilómetros – una sencilla regla de tres da como resultado unos 365 kilómetros–.
Con un precio de 9.100.000 ‘pesetas, el BMW M Coupé no era un coche barato, son 54.692 euros sin sumar el aumento del IPC. Si sumamos el aumento del IPC, equivaldría a 96.640 euros.