Javi Martín | 14 julio, 2025

El Peugeot 504 Coupé es una belleza, y lo decimos así, abiertamente, porque poca gente pensaría lo contrario. El equilibrio de formas y volúmenes, las superficies lisas y sencillas, el frontal con faros verticales y mirada con carácter… El modelo francés desprende un aura que, curiosamente, no tenían sus hermanos de catálogo; el 504 Coupé es un modelo premium, sin lugar a dudas, justo lo contrario que el modelo del que deriva.

Peugeot, aunque actualmente haya apostado por otra estrategia, siempre ha tenido modelos interesantes en su oferta. Interesantes en el sentido de ofrecer algo más que un “simple” automóvil para las masas: coupés, descapotables, sedanes de tipo ejecutivo, versiones deportivas; aunque Peugeot es un fabricante generalista, una marca para, por así decirlo, la gente de pie, no les impedía poner en circulación modelos que poco tenían de populares.

Eran coches que, por lo general, daban fama y prestigio, daban caché, que luego, ayudaba a vender el resto de modelos más normales. Sin embargo, en el caso de Peugeot y más todavía a finales de los años 60, no parecía cuadrado mucho. La firma francesa estaba considerada como una marca conservadora, sin ninguna intención de arriesgar lo más mínimo, ya fuera por diseño, por concepto de coche o por cualquier otra consideración. Sus coches, como el Peugeot 504, era la mejor muestra de ello.

Quizá por eso, por esa tendencia al conservadurismo y a ofrecer modelos tradicionales y sin excesivas florituras, la presencia del 504 Coupé llamó más la atención. De todas formas, tenemos que reconocer que el Peugeot 504 Coupé es un coche conservador y bastante clásico, con un diseño que, si lo analizamos, destaca por la sencillez, que además, por las proporciones de la carrocería –un morro largo, línea de cintura paralela al suelo, mucho voladizo trasero… – le permiten presumir de cierta agresividad y un aire dinámico que no tienen, ni de lejos, sus hermanos con carrocería de cuatro puertas.

El motor no hacía buen conjunto con su diseño

La opinión con respecto al 504 Coupé era unánime: el coche era muy bonito. Sin embargo, un vistazo a las pruebas de la época hace que despiertes del sueño y que, finalmente, te des cuenta de que, como cabría esperar, es un Peugeot en toda su esencia. De entrada, pesaba casi tanto como el pseudo sedán –alrededor de 1.200 kilos–, cuando debería haber pesado algo menos. Las suspensiones eran las mismas que las del Peugeot 504 normal –independientes en los dos ejes–, aunque con muelles menos flexibles y la caja de cambios también era compartida entre todas las variantes del 504, aunque el puente trasero era ligeramente más largo en busca de una velocidad punta algo mayor.

Al ser un modelo derivado del cuatro puertas, también se compartían motores. En el caso del Peugeot 504 Coupé, se montaron propulsores de 1,8 y dos litros, con potencias de entre 90 y 104 CV. No era motores especialmente potentes ni tampoco especialmente deportivos, eran propulsor “by Peugeot”, con una potencia que llegaba con suavidad y con tranquilidad, lo que restaba carácter al modelo. Una característica que se combinaba con un cambio de desarrollos largos, así que no había agresividad ninguna.

En una prueba de la revista Autopista, se llegó a decir que, en carretera, el 504 Coupé era un coche bastante perezoso para alcanzar su velocidad máxima, aunque luego tenía capacidad para mantenerla sin problemas, salvo que haya algo que obligue a reducir el ritmo, pues el largo desarrollo de la cuarta impedía que disfrutara de unas recuperaciones correctas; había que bajar una marcha para poder volver a ganar ritmo.

Un coupé para largas rutas por carretera

No es la primera vez, ni tampoco sería la última, que un coupé de Peugeot dejaba la deportividad de lado y se centraba en otras cuestiones como la imagen, la vida a bordo o las capacidades ruteras –ahí están los Peugeot 406 Coupé y 407 Coupé–. El 504 Coupé no era un deportivo, ni siquiera lo pretendía.

Es cierto que las suspensiones eran algo más rígidas y que contaba con la ayuda de dos barras estabilizadoras, pero estaba más pensado para recorrer largas distancias por carretera a velocidad elevada que para atacar curvas en una carretera de montaña. La estabilidad era muy alta y la configuración de la suspensión, permitía que, sin importar el tupo de curva, el coche rodara como por raíles. Tampoco había problemas con viento o lluvia.

Resulta curioso ver como actualmente se elogia al Peugeot 504 Coupé y se le considera un modelo altamente deseable y por el que se pagan elevadas sumas de dinero, pero en la prensa de la época no se le tenía tanta estima. Es más, no fueron pocos los que acabaron un poco decepcionados por la falta de nervio de su motor, por el triste diseño del habitáculo o por lo perezoso en su forma acelerar.

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