Para mucha gente, Bristol no es más que una ciudad situada en Reino Unido que, según se dice, es un gran lugar para vivir. Sin embargo, para los aficionados, Bristol es, también de origen británico, un fabricante de automóviles. Y, además, automóviles deportivos y con carácter, coches con personalidad y al más puro estilo británico, donde la pasión y la cultura alrededor del automóvil es todo un ejemplo.
La Bristol nació después de la Segunda Guerra Mundial, como muchas otras marcas. Tiene su origen en la BAC, la Bristol Aeroplane Company, que fundó la Bristol Cars en 1945 para evitar el serio problema económico que sufrió tras la Primera Guerra Mundial al disminuir considerablemente, y con razón, la fabricación de aeronaves. Y para más inri, Bristol Cars se fundó como una “joint venture” con Frazer Nash.
El esqueleto del Bristol Figther es una estructura de acero con jaula integrada, vestida con una carrocería que no buscaba ser bonita, sino efectiva
Durante sus primeros años de vida, como muchos seguro que ya sabrán, Bristol basó su producción en chasis y motores de BMW, especialmente en el BMW 328 hasta el punto de mantener la característica calandra de la marca en los primeros ejemplares. Su producción era muy artesanal, no tenía concesionarios ni tampoco tenía distribuidores y centraba su producción en coches que fueran prácticos, pero también fiables, con una elevada calidad y con personalidad. No eran deportivos puros, pero mantenían ese toque especial de todo BMW en sus genes.
Una de sus últimas creaciones no hacía uso de órganos BMW, pero desde luego, no deja indiferente a nadie. También es uno de los coches más deportivos que han sacado a las calles, presumiendo de un espectacular Cx. de 0,28 obra del ex ingeniero del equipo Brabham de Fórmula 1, Max Boxstrom. Se trata del Bristol Fighter, un coche que vio la luz en pleno Siglo XXI, en el año 2003. Los primeros bocetos aparecieron en 2001 y los clientes no empezaron a recibir sus ejemplares hasta 2005.
Pero que su concepción fuera relativamente moderna, no quiere decir que no mantuviera esa aura de coche deportivo británico: larguísimo morro, cabina retrasada, propulsión, cambio manual, materiales nobles para el habitáculo como la piel que recubre casi todo y unas puertas que pivotan sobre el techo, auténticas “alas de gaviota” que rematan un conjunto con personalidad propia y alejado del común de los coches de su tipo.
El esqueleto de este británico de morro largo es una estructura de acero con jaula integrada, vestida con una carrocería que no buscaba ser bonita, sino efectiva, montando las mencionadas puertas y el portón trasero fabricados con fibra de carbono. sus dimensiones no son excesivas, con 4.420 milímetros de longitud, una anchura de 1.795 milímetros, una altura total de 1.345 milímetros y una batalla de 2.750 milímetros. El peso en báscula difiere un poco según la versión, pues se llegaron a ofrecer hasta tres configuraciones que, desde la más básica de todas, ofrecían una relación potencia-peso de 340 CV por cada 1.000 kilos.
Uno de los secretos de esa relación tan favorable, es la sencillez del conjunto, la ausencia de equipamiento tecnológico (añade mucho más peso del que se piensa) y el enorme V10 del Dodge Viper, alojado bajo el largo capó. Este motor se montaba, tal cual, en la versión más sencilla, el Bristol Fighter, rindiendo 525 CV. En el caso del Fighter S, se llevaban a cabo algunas modificaciones para aumentar esa cifra hasta los 660 CV.
Llegando al último escalón, el Bristol Fighter T, las cosas se ponen mucho más serias: dos turbos, intercooler y otros cambios en el propulsor aseguraban un torrente de nada menos que 1.026 CV. Prometía velocidades desde los 362 km/h limitados electrónicamente, pero según decía la marca, podía llegar a los 430 km/h.
Sólo se fabricaron un total de 20 unidades, o al menos esa era la intención. Cuando la marca fue intervenida en 2011 por suspensión de pagos, sólo se habían entregado 9 coches y ninguno de ellos era un Bristol Fighter T. Al parecer, un Youtuber se coló en las instalaciones, actualmente abandonadas, mostrando que todavía hay coches allí dejados a su suerte.
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