Bentley pasó a estar controlada por Rolls-Royce en el año 1931. Desde aquel momento, todos los coches con la B alada en el frontal pasaron a ser, básicamente, versiones más dinámicas y deportivas de Rolls-Royce. Una deportividad, entiéndase, a base de acabados diferentes y menos refinados y lujosos, un aspecto más agresivo, así como un comportamiento en carretera más enfocado a conducir que a ser llevado en los asientos traseros.
Podríamos decirlo de otra manera. Los Bentley, hasta su paso al Grupo Volkswagen, eran las versiones de Rolls-Royce diseñadas para ser disfrutadas desde el puesto de conducción y no desde los excelsos asientos traseros. Cuando pasó a manos de Volkswagen en 1998, esta característica se mantuvo intacta, siendo hoy día una de las marcas más lujosas y elitistas del mundo, pero con automóviles diseñados para ser conducidos por su propietario y no por un chófer contratado a tal efecto.
Para la creación del Brooklands, del que se fabricaron tan solo 550 unidades, se tomó como base de partida el Bentley Azure
Volkswagen, hasta el lanzamiento del Continental GT, el coche que abrió una nueva era para Bentley, explotó al máximo los modelos heredados de la época junto a Rolls-Royce, es decir, los Bentley Arnage, Bentley Continental y Bentley Azure. Tres automóviles que no dejaban indiferente a nadie por su calidad, por el poderío de sus motores y por su elevadísimo nivel de lujo. Pero eran coches muy clásicos, un tanto conservadores en su diseño y en su puesta en escena. Hoy día siguen conservando cierto grado de conservadurismo, pero no eran tan marcado como entonces.
No obstante, casi a modo de despedida de su anterior gama y de su apertura total a la nueva era (ya estaban en el mercado los Continental GT, Continental GTC y Flying Spur), Volkswagen dejó que los integrantes de la marca se explayaran y creando el que, quizá, sea uno de los Bentley más exclusivos y atractivos de su historia. También es posible que parezca que exageramos, pero no podemos evitar sentirnos atraídos por el Bentley Brooklands.
El Bentley Brooklands, o, mejor dicho, la segunda generación del modelo (la marca empleó esta denominación entre 1992 y 1997), apareció en el mercado en el año 2008, y, por tanto, todavía no es legalmente un vehículo clásico, de hecho, le quedan un buen puñado de años para ello. Sin embargo, si es un automóvil totalmente coleccionable y casi único, por su diseño, por su configuración y por sus espectaculares prestaciones. Apareció casi al mismo tiempo que el Rolls-Royce Phantom Coupé, siendo casi rivales directos, aunque el modelo de la doble R era mucho más sofisticado y futurista, mientras el coche de la B alada era un compendio de deportividad, clasicismo y nuevas tecnologías (pero sin pasarse).
Para la creación del Bentley Brooklands, del que se crearon tan solo 550 unidades, se tomó como base de partida el Bentley Azure, un descapotable de enormes dimensiones que venía a ser una versión más dinámica del Rolls-Royce Corniche. De su diseño se encargó Dirk van Braeckel y se inspiró, según informó la marca en su momento, en los antiguos trabajos que hacían los carroceros sobre los bastidores de Bentley.
Bajo una clásica carrocería de tres volúmenes y dos puertas, pero con un estilo que le otorgaba una presencia espectacular, el Bentley Brooklands escondía algunas cosas que no eran tan clásicas. Por ejemplo, el motor, el enorme V8 6.75 litros con largas décadas a sus espaldas y rediseñado en varias ocasiones (la última para dar vida al Bentley Arnage T con 500 CV, contaba con dos turbos de poca inercia que permitían alcanzar los 530 CV y unos nada despreciables 1.050 Nm de par. Acoplado a un cambio automático (ZF de seis relaciones), era capaz de alcanzar los 100 km/h desde parado en menos de 6 segundos, pesando nada menos que 2.730 kilos.
No hacía feos a la tecnología, gracias a una suspensión adaptativa, al control de tracción y estabilidad, a los programas para el cambio automático e incluso ofrecía discos cerámicos en opción.
Se fabricaba completamente a mano, a razón de menos de una unidad al día, lo que permitía que los clientes pudieran personalizar hasta el más mínimo detalle, provocando que ninguno de los 550 Bentley Brooklands fabricado sean iguales. Sólo el habitáculo requería 16 pieles bovinas, 43.000 puntadas y 125 horas de trabajo. Otro ejemplo son los recubrimientos de madera, que se elaboran a partir de 10 metros cuadrados de láminas.
Cuando se puso a la venta en España, costaba casi 400.000 euros y hoy, en compra directa, rara vez baja de los 140.000 euros.
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