Cuando nos preguntan sobre coches deportivos americanos, todos pensamos en los mismos modelos: Ford Mustang, Dodge Viper y Chevrolet Corvette. Son los coches que han sido capaces de dejar su huella también fuera de su tierra natal, haciéndose un hueco en la historia por muchos y respetables motivos. Uno de ellos, además de su diseño, es el motor, repleto de par y con un sonido brutal.
Es una de las características más llamativas de los modelos yankees, el sonido de sus motores y enorme fuerza de la que suelen hacer gala, así como las tradicionales soluciones que empleaban en ellos. El mismo Chevrolet Corvette ha usado culatas de dos válvulas y árboles de levas en el bloque hasta no hace mucho (el Corvette C6, fabricado de 2005 a 2013, empleaba ese tipo de distribución, por ejemplo), teniendo una personalidad muy característica.
El Chevrolet Corvette C1 fue la respuesta americana a los roadster ingleses de la época
Obviamente, todo ha evolucionado y entre otras cosas, el Dodge Viper nos dijo adiós, el Mustang ha tenido una versión con motor de cuatro cilindros turbo y el Corvette se ha pasado al motor central. De hecho, el Corvette es el coche que más ha cambiado desde su primera generación hasta la actual. Si no conocieras el modelo, sería imposible relacionarlo con todas las generaciones posteriores ya que empezó siendo un roadster inglés a la americana y hoy, es un deportivo “de tomo y lomo”.
Allá por 1953 apareció el primer Corvette, el conocido como “C1”. Una interpretación que hicieron en tierras yankees sobre el concepto de roadster inglés, un descapotable de dos plazas técnicamente sencillo, con una buena y deportiva dinámica de conducción. Un tipo de automóvil que en Estados Unidos llegó con los militares yankees que estuvieron en Europa durante la Segunda Guerra Mundial y que levantó pasiones entre los aficionados.
El Chevrolet Corvette C1 buscaba ofrecer un producto nacional, para todos aquellos aficionados que estaban comprando coches europeos. El problema, por así decirlo, es que los americanos tenían (y tienen) una forma muy particular de ver el automóvil y esta reinterpretación no terminó de cuajar en su primera edición. Hubo muchos problemas para vender hasta que decidió hacer un cambio de motor.
Cuando se comenzó con el desarrollo, se tenía intención de hacer un deportivo de precio asequible. Chevy empleó material de otros modelos ya en fabricación, como la plataforma del chasis (del Bel Air), los motores o la suspensión, aunque se innovó en otros apartados como la fibra de vidrio reforzada con plástico para la carrocería.
Estéticamente, el Corvette C1 se veía muy grande comparado con los minúsculos MG, Austin, Triumph y demás marcas que los militares americanos se llevaron consigo tras la guerra. También lucía claramente yankee, aunque eso no debería ser un problema y a nuestros ojos resulta más “especial”, más exótico. Fue obra, como todo el proyecto, de Harley J. Earl, que se atrevió a reducir al mínimo los elementos cromados de la carrocería.
Donde no acertó en su primera edición fue con el motor, un seis cilindros en línea de 3.859 centímetros cúbicos (235 pulgadas cúbicas) con 150 CV asociado a un cambio automático Powerglide de dos velocidades. Esto, sumado a que era un coche muy caro, hicieron que su proyección comercial estuviera comprometida en varias ocasiones, la primera en 1955.
Pero llegó la salvación, cuyo nombre era Zora Arkus-Duntov, ingeniero que decidió meter un V8 en el capó del coche y someterlo a una operación estética. El V8 tenía 4.343 centímetros cúbicos y rendía 195 CV, lo que mejoraba las prestaciones y el sonido, además de la percepción frente a los usuarios norteamericanos, para quien un motor con menos cilindros no tiene mucho interés.
Tampoco tuvo el éxito esperado, hasta que en 1956 llegó el mencionado cambio de imagen y la retirada de la gama del motor de seis cilindros. El V8 se potenció y comenzó a ofrecer desde 210 hasta 240 CV y se montó un cambio manual de tres relaciones. De hecho, el motor llegó a alcanzar los 283 CV y se ofrecía en opción un sistema de inyección de combustible.
En 1958 llegó un nuevo cambio estético, aparecieron los cuatro faros delanteros y el motor llegó a los 290 CV en algunas versiones. En ese año también apareció la trasera con faros circulares, algo que se convirtió en seña de identidad del Corvette para el resto de generaciones. Aunque, curiosamente, seguía siendo un roadster de dos plazas, la versión coupé no apareció hasta el Corvette Stingray C2, quedando como versión principal de la gama.
La evolución del Corvette C1 siguió adelante y en 1961 ya ofrecía 360 CV para la versión más potente y rápida, la cual, anunciaba 240 km/h de velocidad punta. Su producción se alargó hasta 1963, cuando se dio paso al C2 y apareció el primer Corvette con faros retráctiles, los cuales, serían siendo una seña de identidad del modelo hasta el año 2002.
Recibe cada semana una selección de nuestros mejores artículos suscribiéndote a nuestra newsletter