“¿Cómo debería Citroën proyectar un nuevo DS para la siguiente década?” “Deberían dejarlo tal cual”. Esta fue la respuesta que dio Battista “Pinin” Farina, el gran diseñador italiano cuando en 1970 le preguntaron sobre como abordaría él una posible renovación del diseño del DS que cautivó a la industria del automóvil desde finales de los años 50 a los años 70 del pasado siglo.
Un diseño que inició otro gran artista de la industria, Flaminio Bertoni, creador del Citroën Traction Avant y autor del diseño que suavizó las formas del TPV hasta transformarlo en un gran “hit” internacional, el popular Citroën 2CV, modelo de unánime aceptación a escala global.
El Citroën DS, obra de Flaminio Bertoni, es uno de los automóviles más emblemáticos de la historia
Bertoni comenzó a trabajar en el diseño del DS en 1938, un modelo planteado en sus inicios como un rediseño del Traction Avant, pero que con el transcurso de los meses tomó pronto un nuevo camino, cuando, justo antes del estallido de la segunda Guerra Mundial, la dirección de la marca del doble Chevron comunicó a Bertoni que su nuevo cometido no era mejorar el que en nuestro país se conoció como el Citroën 11, sino acometer el lanzamiento de un nuevo modelo un “Vehículo de Gran Difusión”, cuyo código interno sería precisamente VGD y que marcaría el inicio del desarrollo del DS.
En compañía de André Lefebvre, el genial y reconocido ingeniero de la marca francesa, Bertoni comenzó a esculpir el diseño del DS, una obra completamente nueva y ya completamente liberada de cualquier posible atadura con el Traction Avant. Bertoni comenzó a trabajar sobre la idea de la forma de una gota de agua, la forma aerodinámica que el líquido adopta para atravesar el aire y que, por tanto, resultaba ser sin duda la más aerodinámica de todas. Aquel fue el inicio, de un proceso de desarrollo durante el cual Bertoni fue adoptando su modelo en función de nuevas inspiraciones que le iban surgiendo. Así, entre 1953 y 1954 le llegó la definitiva, que fue la que acabó moldeando el coche y darle su forma cuasi definitiva cuando un domingo por la mañana la forma de los peces le aportó la idea definitiva para el diseño del que habría de ser el futuro DS 19, modelo que popularmente sería reconocido bajo el nombre del más rápido de todos los peces: el Tiburón.
Pero no todo resultó tan sencillo. El diseño creado por Bertoni tenía un grave problema: era demasiado largo. El coche creado por Bertoni media casi seis metros, lo que le hacía demasiado alargado para poder aprovechar las plazas de aparcamiento estándar en calles y aparcamientos. Un serio problema que los ingenieros de Citroën tuvieron que resolver con urgencia antes de iniciar la comercialización del coche.
Bertoni redujo rápidamente la longitud total del VGD en prácticamente un metro y lo hizo siguiendo las indicaciones de Lefebvre para situar los ejes lo más cerca posible de ambos extremos del vehículo dando así espacio en la parte superior al icónico corte de la trasera del coche y al ya mítico posicionamiento de los intermitentes con sus característicos conos (de plástico o en acero inoxidable) en los que se alojaban.
Tras la reforma urgente, el DS19 fue finalmente presentado en el Salón del Automóvil de París el 5 de octubre de 1955. Allí captó de inmediato tanto la atención del público como sobre todo la de la prensa del motor y muy especialmente la de la industria automotriz tanto por su futurista diseño como por la innovadora tecnología que atesoraba, especialmente en cuanto a bastidor y diagrama de suspensiones se refiere, dado que se incorporaba por primera vez en él la prestigiosa suspensión hidroneumática con corrector automático de altura que tanto prestigió a la marca durante tantos años.
El impacto del coche fue realmente impresionante. A los quince minutos de su presentación en París, Citroën ya tenía 743 pedidos registrados, y algo más de 12.000 tras superar el primer día de exposición.
Bertoni siguió ligado al desarrollo del DS en las sucesivas actualizaciones de este, aunque burlonamente acusara a algunos colaboradores de haber “arruinado” su coche al “ponerle ruedas”.
En diciembre de 1963, un sábado por la mañana el diseñador francés se presentó en fábrica y pidió que le llevaran un frontal del coche a su laboratorio. Allí, con barro, plastilina y plexiglass, Bertoni remodeló por completo él mismo el capó, los guardabarros y los paragolpes del coche, creando una nueva imagen que acompañaría ya siempre al DS y que distinguiría por completo a los DS que se produjeron y vendieron a partir de 1967. Había nacido el DS Tiburón.
No sucedió lo mismo con la zaga, que permaneció prácticamente inalterada desde que se dio a conocer en 1955. Apenas hubo cambios, como las pequeñas diferencias que sucesivamente se fueron introduciendo en el remate final de las aletas. Aun así, y pese a lo que pudiera parecer, para Bertoni la zaga del DS siempre resultó insatisfactoria, aunque no por ello introdujo cambios que la pudieran alterar.
En 1964, en una reunión con amigos, Bertoni se desploma y tiene que ser trasladado urgentemente en ambulancia (curiosamente un DS) al hospital, de donde nunca más saldría. Un ictus severo acabó con su vida. Uno de sus asistentes en Simca, Robert Opron, fue el elegido para continuar con sus trabajos al frente del departamento de diseño de Citroën, donde protagonizó el rediseño del AMI6 que daría pie al AMI8 (el último trabajo de Bertoni) y la creación del GS, del SM y del CX, pero sobre todo completo el trabajo iniciado por Bertoni sobre el DS, manteniendo el nuevo morro diseñado por el maestro y aportando su visión para el desarrollo de una nueva trasera para el DS.
Opron, Gromik, Franchiset, el propio Henri Dargent (director de diseño en Simca) junto con todos los equipos de diseño de la marca, esculpieron y crearon maquetas a tamaño real (1:1) de sus respectivas visiones del DS19. Pero finalmente se constató que lo creado por Bertoni era lo suficientemente bueno como para superar la visión de todos ellos, y el único cambio que se autorizó fue precisamente el creado por el propio Bertoni para el morro del coche aquel sábado por la mañana de finales de 1963.
Y es que, como bien respondió Pininfarina cuando le preguntaron, no se puede mejorar aquello que ya era perfecto.
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