Citroën Traction Avant. Un nombre que se lo tiene bien merecido. El Citroën Traction Avant, el primer coche de tracción delantera fabricado en gran número –llegó antes el Cord 810, pero su producción fue mucho más limitada–, ha cumplido nada menos que 90 años. Hoy día, la tracción delantera no es nueva, ni muchísimo menos. Seguramente tú, que estás leyendo esto, tengas un coche de tracción delantera. Todos los fabricantes «generalistas» usan este tipo de tracción que inició su andadura el 3 de mayo de 1934 de la mano de una de las firmas más innovadora del mercado: Citroën. André Citroën, ilustre fundador de la empresa francesa, buscaba forjar el futuro de la empresa y superar en ventas al Citroën Rosalie. Era un personaje especial, no cabe duda viendo la empresa que creó, pero en aquella época, emprendió un proyecto muy ambicioso.
No os creáis que se amilanó, para nada. Contrató al ingeniero aeronáutico André Lefebvre en marzo de 1933, tras contratar un año antes a Flaminio Bertoni. El primero se encargó de poner a punto la mecánica, trabajando especialmente sobre el comportamiento en carretera, el frenado y las prestaciones, mientras que el segundo era responsable de optimizar la habitabilidad, la ligereza de la carrocería y su aerodinámica, que por aquel entonces era completamente rudimentaria y consistía en poner un poco más inclinado el radiador, en algunas ocasiones también el parabrisas y en hacer unos pasos de ruedas un poco más curvos. Esta pareja también fueron responsables de coches como los Citroën 2CV y el ya mitificado Citroën DS.
Tras dieciocho meses de trabajo conjunto con un grupo de ingenieros y el propio André Citroën, llegó el día de la presentación del primer coche de tracción delantera de producción, que, además, tenía muchas otras novedades. Era el 18 de abril de 1934 y el lugar elegido fue el Garage de l’Europe, situado en las proximidades de la parisina estación de Saint-Lazare. Era el Citroën 7A, nombre comercial de la primera versión del Traction Avant, y tenía 32 CV, capaz de lanzarle hasta los 95 km/h. Pero no era esto lo auténticamente innovador de este coche, que a simple vista no aparenta nada nuevo, era su sistema de tracción delantera, sobre la que se fundamentaba toda la estructura motor-caja de cambios y que, finalmente, terminó por darle el nombre por el que se le conoce popularmente.
Hay que tener en cuenta que en aquellos años, el 99,99% de todos los coches tenían un sistema de propulsión, por lo que la aparición de un coche con tracción delantera fue un auténtico bombazo. El diario «L’Auto» publicó en su día:» Es tan novedoso, tan audaz, tan diferente y está tan lleno de soluciones originales que solo merece el epíteto: sensacional». Y esto era motivado ya no solo por el novedoso sistema de tracción, sino por su carrocería sin chasis independiente, lo que hoy llamamos «chasis monocasco». Y sí, el Citroën Traction Avant –o Citroën 7A– fue el primer coche en usarlo.
Pero ahí no terminó todo en el Citroën 7A, poco después llego el 7B, con un motor de 1.530 centímetros cúbicos y 35 CV, que permitían un crucero de 100 km/h, una cifra mágica por aquel entonces. Llegado junio de 1934, se presenta una nueva versión para adaptarse a una clientela que buscaba un interior más amplio: el Citroën 11 –muchos lo conocen en España como Citroën 11 ligero, muy popular entre los taxistas de la época–, cuya carrera comercial sobreviviría a la Segunda Guerra Mundial y llegaría hasta nada menos que 1.957.
Incluso se llegó a proyectar una versión de gran lujo, con un motor V8 de tres litros y 100 CV, denominado Citroën 22. Era octubre de 1934, y el Salón de París fue el lugar elegido para darlo a conocer. No obstante, no pasó de ahí y terminó descartado por la directiva, convirtiéndose a día de hoy en una leyenda para los coleccionistas, ya que, teóricamente, no se conserva ninguno de los prototipos.
El que sí terminó en fabricación fue el Citroën 15-Six, que se presentó en primavera de 1938 porque el nuevo presidente de la marca, Pierre Michelin, quería un coche algo más elitista que el Citroën 11 para conquistar a un público más pudiente. Tenía un motor de 2.867 centímetros cúbicos repartidos entre seis cilindros en línea y era capaz de llegar hasta los 130 km/h. Disponía de dos carrocerías, berlina y familiar, y solo se vendió en color negro. En 1953 se añadieron a la paleta de colores el azul y un tono gris perla. Era considerado en Francia como «La Reina de la Carretera». Fue el coche que inició el uso de la suspensión neumática, al montar un sistema de este tipo para el eje trasero en el 15-Six H, comercializado en mayo de 1954.
El Citroën Traction Avant tuvo también diversas carrocerías, como un descapotable o una versión comercial, junto con alguna creación de carroceros externos. Salió durante una época difícil, un periodo de crisis económica y política, que se sumó a la crisis que también sufría la propia marca. André Citroën apostó muy fuerte por este coche, al que consideraba la base de la supervivencia de la empresa. Fue tal la apuesta, que incluso tuvo que modificar la factoría de Quai de Javerl en París, derribando las antiguas naves y construyendo otras tres veces más grandes para adaptarse a las nuevas exigencias tecnológicas y fabricar el Traction Avant en tan solo cinco meses, de marzo a agosto de 1933.
Durante sus 23 años, 4 meses y 15 días de vida comercial, se fabricaron un total de 759.000 unidades, tanto en Quai de Javer –702.000– como en la planta Belga de Forest –32.000– y en la fábrica de Slough –26.000–. La versión de mayores ventas fue el Citroën 11, que entre 1934 y 1957 consiguió llegar a las 620.455 unidades producidas. Le sigue el pionero, el Citroën 7A, con una tirada de 88.066 ejemplares entre 1934 y 1941, y el siguiente es el elitista Citroën 15-Six, con 50.602 unidades entre 1938 y 1955.
Un pionero, sin duda. Seguramente hoy no habría ocurrido nada de esto. Hoy en día los fabricantes no se la juegan así como así con proyectos tan ambiciosos para salvarse del cierre. Y después de 90 años, sus ideas e innovaciones son el común entre los coches que circular por nuestras carreteras.
El primer automóvil monocasco fue el Lancia Lambda (1921). Si hablamos de monocascos cerrados, el Lancia Augusta, de 1933, también fue anterior.