Hay varias cosas que se le deben a Ferrari. Por un lado, el Ford GT40 y la sensación victoria en Le Mans fue fruto de una desavenencia entre Henry Ford II y el siempre polémico Enzo Ferrari. Lamborghini pasó de fabricar tractores a crear su propia empresa de coches deportivos, nuevamente, por desavenencias con el señor Enzo Ferrari. El Cobra Daytona, uno de los coupé más espectaculares de los años 60, se produjo para derrotar a los Ferrari 250 GTO… y así, podemos seguir con una larga lista.
Ferrari, como se puede ver, ha sido una empresa que ha influido mucho en ciertos aspectos, siendo también una marca muy estricta con ciertas cosas, quizá demasiado, aunque eso hace de sus productos algo especial, de eso no cabe duda. Sin embargo, aunque sus coches sean objeto de deseo para muchos y un espectáculo visual para todos, siempre han estado rodeados de un aura de fragilidad y de tener un servicio técnico impropio de una firma que vende unos coches tan complejos y tan caros.
Esa aura de fragilidad fue la que causó la fundación de Lamborghini como fabricante de coches deportivos y además, también fue culpable de la creación de un coche sumamente interesante, aunque desconocido, muy exótico y muy escaso. Hablamos de un Corvette carrozado por Scaglietti, del que se hicieron muy pocas unidades y que hoy día, es un coche de colección muy apreciado porque cada una de las unidades fabricadas, tres en total, son totalmente diferentes entre sí.
Gary Laughlin, magnate del petróleo norteamericano, es el punto de partida
La historia de los Corvette carrozados por Scaglietti comienza con un tipo llamado Gary Laughlin, un magnate del petróleo que se hizo con una buna fortuna gracias al negro líquido extraído de las profundidades de la tierra, al “zumo de dinosaurio” como dicen algunos. Esa fortuna le permitió explayarse en competición a lomos de dos modelos de Ferrari, un 750 Monza y un 250 TR. Sin embargo, después de competir con la marca durante siete años, empieza a estar un poco harto del servicio técnico, que le hace esperar durante meses para casi cualquier minucia y comienza a buscar otras opciones.
Por entonces, Chevrolete había puesto en circulación la primera generación del Corvette, un coche que pretendía emular a los deportivos europeos, pero con el estilo y la tecnología yankee de aquel momento. Eso le hacía más ligero (carrocería de fibra de vidrio), más corto y más interesante que cualquier deportivo americano de finales de los 50, que eran enormes aparatos que montaban motores muy potentes, pero que eran algo torpes en curva. Argumentos más que suficientes para que Laughlin decidiera que el Corvette sería su próxima máquina de carreras.
El Corvette, no obstante, no era un coche puramente deportivo como podían ser los Ferrari que Gary había utilizado, así que hacía falta darle al modelo todo lo que faltaba para hacerle más competitivo. Para ello, aprovechó su buena relación con dos pilotos rivales, Jim Hall y nada menos que el señor Carroll Shelby (Shelby es fue un personaje muy influyente en el automovilismo norteamericano y estuvo presente en muchos proyectos, desde el mencionado GT40, pasando por el Dodge Viper y sus propias creacios, con el Cobra a la cabeza). La presencia de Shelby resultó vital, pues había entablado amistad con Ed Cole, el por entonces mandamás de General Motors, quien les entregó tres bastidores del recién lanzado Corvette C1.
Dichos bastidores (chasis, conjunto motor-transmisión, suspensiones, frenos…), fueron enviados a Italia para recibir una nueva carrocería. Aquí, la presencia de Shelby volvió a ser vital, pues proporcionó muchos contactos que había obtenido durante su vida como piloto y les permitió entrar en conversaciones con el carrocero Scaglietti.
Enzo Ferrari, de nuevo, parte protagonista
Los tres chasis llegaron a Italia, a las instalaciones de Scaglietti, en 1957. El objetivo era otorgarles una carrocería específca y volver a Estados Unidos para que Jim Hall, el propio Gay Laughlin y Carroll Shelby, pudieran competir con ellos. Pero las cosas se torcieron más de lo esperado y el primer Corvette con carrocería Scaglietti llegó a Norteamérica en 1959, cuando se esperaba que los tres coches hubieran sido acabados en el mismo año que se entregaron. Como cabe esperar, esto desilusionó a los pilotos y puso a Shelby en una situación comprometida, porque Ed Cole recibió una reprimenda por parte de la dirección de General Motors que, después, transmitió a Shelby. Al parecer, la directiva de General Motors no veía con buenos ojos este tipo de proyectos a espaldas de la gran producción en serie.
Sin embargo, esto no fue lo que provocó el retraso en las entregas, el verdadero motivo fue el señor Enzo Ferrari. Sí, efectivamente, también está involucrado en esta ocasión, pues un día cualquiera, Enzo visitó las instalaciones de Scaglietti y encontró los bastidores del Covette y la gente del carrocero trabajando sobre ellos, algo que, como cabe esperar por su famosa actitud, no le gustó demasiado. De hecho, en uno de sus arrebatos, amenazó al carrocero con dejar de trabajar para Ferrari si hacía más de esos Corvette. En aquellos años, Ferrari era su principal cliente y en caso de cesar la colaboración, Scaglietti se vería en serios aprietos, así que no le prestó todo el interés que debería a los coches yankees.
No obstante, los Corvette Scaglietti fueron un desastre. Según cuentan los que han podido conducirlos, el coche era inestable y el morro se levantaba en exceso al acelerar. Cada uno de ellos era diferente al resto, que recibieron detalles específicos de cada uno de sus propietarios después de salir de los talleres de Scaglietti. Otro detalle curioso es que poco después, en 1964, apareció el Ferrari 275 GTB/4, que lucía una carrocería que recorbada al trabajo realizado con los Corvette.
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