Parece que hoy en día se le está empezando a coger el “gustillo” a modificar coches históricos, o bien con kits de carrocería o los llamados restomods. Pero esto ya se hacía en los años 60, y uno de los primeros fue Pininfarina, modificando un Dino para crear el 206 Berlinetta Competizione.
Una segunda vida para los vehículos de competición
Antes de hablar sobre el coche en sí, hay que conocer su historia. Corrían los años 60 y las marcas vendían a buen precio sus viejas glorias de circuito a particulares que querían experimentar una conducción radical por las carreteras. Como era evidente, la automoción evolucionó y dichas piezas ya no se podían conducir fuera de los circuitos, ya que habían sido construidos para un único hábitat; las carreras. Ante esta “problemática”, aparecieron los primeros coleccionistas que, debido a su gran amor por la competición, adquirían coches obsoletos y le daban una “mejor” vida en garajes o museos, como un cuadro o una escultura más.
Ferrari fue una de esas marcas, aunque tenían un “as” bajo la manga, su casa de diseño de confianza, Pininfarina, dónde enviaban los coches para darles un lavado de cara, como fue el caso del Dino.
Una obra de arte nacida de un coche de competición
Para haber un rediseño, primero tiene que haber un coche donante, y así fue. ¿El elegido? Un Dino 206 S, que había sido presentado en la conferencia de prensa anual de Ferrari de 1966. Allí daban a conocer toda su nueva gama de vehículos de competición. Para que el coche pudiese competir, primero tenían que producir 50 unidades de calle, que era lo que estaba estipulado para la homologación oficial del vehículo. Derivado de un 330 P3, nunca llegó a triunfar. Tras unos problemas en Maranello debido a huelgas, la sección de prototipos se vio afectada y, para cuando ya se resolvió el problema, las evoluciones de la competencia les habían ganado terreno. Como era previsible, el proyecto se abandonó a principios de 1967, con no más de doce unidades producidas.
Dichos coches se vendieron a gente de confianza de la casa, como pilotos privados o coleccionistas, pero el chásis número 034 tuvo un destino diferente, Pininfarina. Paolo Martin, de 23 años, y adoctrinado por Michelotti y Bretone, fue el encargado de la “intervención”. Al diseño de carreras de Ferrari, el joven turines le añadió puertas de alas de gaviota y alerones, tanto en la parte delantera como en la trasera, y todos ellos funcionales. En ese momento nacía el Dino 206 S Berlinetta Competizione, más conocido como el Dino Amarillo.
Lo que empezó siendo un garabato en un papel, termino convirtiéndose en un vehículo completamente funcional, que se presentó en 1967 en el salón del automóvil de Frankfurt. Como era de esperar, el “Dino Amarillo” fue uno de los principales atractivos. Pasaron los años y seguía siendo una de las piezas más destacadas de Pininfarina y, a pesar de la gran insistencia de algunos fanáticos para llevárselo a su garaje, la respuesta siempre era “no”. Un estadounidense llamado Jim Glickenhaus fue quien cambió las cosas. Apasionado de la marca, viajaba a menudo a Italia para ver cómo iba la construcción de su Ferrari P4/5. Para aprovechar el viaje, pasaba siempre por Pininfarina para insistir en la compra del Dino que, tras mucho trabajo y cinco años de espera, lo pudo adquirir.
Como era de esperar, la casa de diseñadores desmontó y limpió el coche antes de entregarlo. También se incluyeron mejoras y adaptaciones, todas ellas revisadas por el mecánico de Jim, Salvatore Barroso, para que el Dino pudiese rodar por carretera. Nuevas ruedas, suspensiones y asientos, que salieron a rodar a pista y donde se comportó de manera sensacional. En el túnel de viento, todo lo contrario, de hecho, Glickenhaus lo llegó a definir como “un camión”.
Tras haber adquirido el “Dino Amarillo”, Jim lo llevó por primera vez a una exposición en 2008, concretamente al Concorso d’Eleganza Villa d’Este, donde, obviamente, fue el centro de atención.
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