Debemos reconocerlo, la humanidad siempre ha estado obsesionada con superar todos los límites que se ha ido encontrando y la velocidad es, quizá, una de las mayores obsesiones. Ya en 1903, se había logrado un récord ferroviario de 210 km/h y en 1936 se fabricó una locomotora que podía alcanzar los 200 km/h con el tren al completo (la locomotora Mallard Nº 4468). Pero desde que se inventó el motor de combustión, los récords fueron cayendo uno tras otro.
En los albores del automóvil, uno de los vehículos destinados a batir récords de velocidad más famosos, fue el “Blitzen-Benz”, el Benz 200 hp. Un aparato que se convirtió en una referencia mundial durante muchos años, logrando varios récord de velocidad según pasaban los años. Algunos de los récords más famosos llegaron en 1913, poco antes de la víspera de navidad. El piloto de carreras británico Lydson Granville Hornsted, más conocido por sus iniciales por su apodo, “Cupido”, marcó en Brooklands dos récords mundiales de velocidad que fueron el simple comienzo. Alcanzó los 113,8 km/h en la media milla (804,67 metros) y los 118,8 km/h para el kilómetro.
La humanidad siempre ha estado obsesionada con superar todos los límites que se ha ido encontrando y la velocidad es, quizá, una de las mayores obsesiones
Pero, como decimos, esto no era más que el comienzo, pues en el año 1914 se sumaron otros siete registros más, obteniendo titulares en la prensa que destacaban su hazaña y lo catalogaban como “dos veces más rápido que un avión”. En aquellos años, este tipo de cosas aparecían en la prensa como auténticos logros, mientras que actualmente tan solo aparecen los accidentes más morbosos. Una lástima…
También se decía que adelantaba a las locomotoras más rápidas de la época, pues en aquellos años, el ferrocarril era el vehículo más cómodo para largos viajes, así como también eran el referente en cuanto a velocidad pura. El tren siempre ha tenido un lugar especial en la historia, tanto a nivel ingenieril como social. Fue un desarrollo que cambió el mundo y que, no nos engañemos, ayudó a allanar el camino al automóvil.
Regresando el Blitzen-Benz, la historia del coche comenzó en 1909, cuando logró superar los 200 km/h en Brooklands por primera vez en un automóvil con motor de combustión interna. Concretamente, alcanzó los 205,7 km/h en el kilómetro con salida lanzada y nada menos que los 202,648 km/h en la media milla lanzada. Pero los circuitos europeos no eran suficientemente largos y por eso, se marchó a Daytona, donde Bob Burman logró nuevos registros para la historia. Fue allí donde se logró el récord absoluto y el más importante para este automóvil.
El coche de Bob Burman es una de las seis unidades que se fabricaron del Benz 200 hp, cuyo desarrollo comenzó en 1909 de manos de Benz & Cie. Se llevó a cabo en Mannheim bajo la dirección de Victor Hémery y entre algunas de las cosas más destacables, estaba el enorme motor de 21,5 litros capaz de rendir 147 kW (199,99 CV). Estaba basado en el Benz Grand Prix 150 hp y su motor de cuatro cilindros sigue siendo el de mayor tamaño usado nunca en un automóvil.
Con semejante carta de presentación, Bob Burman logró alcanzar en Daytona, en 1911, los 228,1 km/h y en la milla con salida lanzada logró los 226,7 km/h.
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