Daytona, una ciudad de Estados Unidos “dividida” en tres: Daytona Beach, South Daytona y Daytona Shores, que se encuentra en el estado de Florida y que para todos los aficionados al automovilismo es sinónimo de carreras, de potencia y de coches rápidos, muy rápidos. Daytona cuenta con uno de los circuitos más famosos del mundo, el Daytona International Speedway, aunque también fue durante un tiempo lugar de carreras “playeras”.
La berlinetta salió al mercado en 1968 como sustituto del 275 GTB/4 y era rival casi directo del genial Lamborghini Miura
Ese circuito playero estaba ubicado cerca del balneario de Daytona Beach y se usó entre 1900 y 1950 para carreras y pruebas de velocidad, con toda clase de vehículos. Sirva de ejemplo que, en 1935, el piloto Malcolm Campbell alcanzó los 445,472 km/h a los mandos del Blue Bird, un aparato diseñado para batir récords de velocidad. Fue el último récord que se registró en las playas de Daytona, pasando a usar el salar de Bonneville.
Daytona también es el apelativo para diferentes vehículos de dos y cuatro ruedas, entre los que se encuentran, empezando por el orden antes mencionado: la Triumph 675 Daytona (hay otras dos motos más con ese nombre en Triumph) o el mítico Ferrari 365 GTB/4 “Daytona”. Y lo ponemos entre comillas porque nunca fue su nombre oficial, aunque esto da para una historia aparte.
Con un V12 delantero
Los coches de Maranello siempre han sido muy apreciados al otro lado del Atlántico, encontrando un mercado capaz de absorber casi tantas unidades como la firma del Cavallino Rampante pueda fabricar. En Italia lo saben, pero ellos mismos limitan la producción para mantener la exclusividad de poseer un Ferrari. Y esto es algo que no todos pueden hacer, Ferrari es un fabricante único para algunas cosas. No obstante, hay clientes especiales, a los que se trata muy bien en Ferrari.
Más o menos como el caso de Bill Harrah, un personaje que en el Viejo Continente no tiene mucha fama, pero que al otro lado del Atlántico poseía varios casinos y la colección de automóviles más grande del mundo con 1.400 ejemplares. Harrah era un amante de los modelos fabricados en Maranello, pues era cliente de la firma desde 1959, lo que permitió que se fraguara buenos contactos dentro de la misma. Esto a su vez, dio pie a que Harrah se hiciera con uno de los modelos más famosos de la marca, el mal llamado “Daytona”.
La berlinetta salió al mercado en 1968 como sustituto del 275 GTB/4 y era rival casi directo del genial Lamborghini Miura, luciendo la típica silueta de los grandes Ferrari: morro largo bajo el que se esconde un enorme V12, cola corta y cabina retrasada. Se trataba de un deportivo que contrastaba mucho con el Miura de Lamborghini, que tenía un motor V12 en posición central transversal y un chasis muy innovador. Ambos eran coches espectaculares, llamativos, potentes y rápidos, pero el Daytona tenía algo especial que hizo del modelo un vehículo deseado por muchos, a pesar de no ofrecer las mismas innovaciones del Miura, apostando más por el clasicismo y el conservadurismo.
Un Daytona al más puro estilo americano
Bill Harrah quería un Daytona en su colección, pero no uno cualquiera. Haciendo uso de sus contactos, solicitó su deportivo con una serie de especificaciones que le hacían casi único, aunque seguía siendo un “simple” Ferrari 365 GTB/4 cuyo motor V12 de 4,4 litros rendía 352 CV. Cuando llegó a sus manos, se lo mandó a uno de los mayores especialistas de la marca en tierras yankees: Francisco Mir’s Service Center, que se encargó de otorgar nuevas características al Daytona de Harrah, haciendo de la unidad una de las más espectaculares de las 1.400 unidades que se fabricaron.
Convirtiéndose casi en un hot rod sumamente especial, recibió unas aletas más anchas motivadas por una nueva monta de neumáticos de mayor sección y con llantas de competición, así como nuevas suspensiones que levantaron la zaga como si de un dragster se tratara. Un trabajo que se completó metiendo mano al V12 delantero que adoptó, por su parte, diversos componentes que elevaron la potencia de los 352 CV mencionados, a los nada despreciables 386 CV finales.
Existe una historia en torno a esta unidad que le otorga una imagen de icono, con mucho romanticismo y mucho más de leyenda urbana. El caso es que un comercial del fabricante de helicópteros Sikorsky, le intentó vender una de sus unidades afirmando que representaba la forma más rápida para desplazarse de su club en Reno hasta el Lago Tahoe. Un recorrido casi diario para Harrah, quien afirmó rotundamente que, si el helicóptero era más rápido que su Ferrari, se lo compraría sin dudar.
La historia cuenta que, lógicamente, fue el Ferrari quien ganó tan llamativo duelo con medias de 235 km/h. ¿Ocurrió realmente? Pues no lo sabemos, pero hace de este coche una pieza muy especial, pues no hay nada como una historia llamativa y romántica para que un automóvil sea objeto de deseo.
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