El tiempo pasa muy, muy rápido, en ocasiones demasiado rápido, y apenas nos damos cuenta de las cosas. Pero solo vamos a dar unos datos para que podáis apreciar el paso del tiempo: el Ferrari LaFerrari ha cumplido 10 años, el Porsche Carrera GT apareció en 2003 y uno de los BMW más bonitos de todos los tiempos, el BMW Z8, tiene nada menos que más de 20 años. El tiempo no pasa, vuela.
Ahora seguramente os habréis dado cuenta del tiempo que ha pasado, ¿vedad? Sobre todo en el caso del BMW Z8. El roadster alemán apareció por primera vez en el año 1997, en el salón del automóvil de Tokio, como una interpretación moderna, un homenaje al mítico BMW 507, pero a modo de prototipo y bajo el nombre de BMW Z07. Era un trabajo del polémico Chris Bangle, quien demostró que era capaz de crear algo sensacional sin que ello supusiera perder la esencia de su estilo de diseño. Es, posiblemente, uno de los mejores trabajos de Bangle y uno de los BMW más especiales de cuantos se han puesto en circulación en las últimas décadas.
La versión que finalmente llegó a producción, presentada en 1999, con motivo de la celebración del salón de Frankfurt, fue obra de Henrik Fisker, quien partió del Z07 creado por Bangle, del cual, tomó una gran cantidad de rasgos y los adaptó para poder ser usados en vías públicas. Aunque solo llegaría a las líneas de producción en versión roadster, mientras que Bangle planteó también una variante coupé. Esta fue desechada para ahorrar coste, aunque ahorrar costes en un coche que sería comercializado en edición limitada no parece tener mucho sentido, ¿verdad? Pues en el fondo tiene mucho sentido, pues nadie asegura que el coche vaya a venderse lo suficientemente bien como para no ser un fracaso. Y los alemanes ya sufrieron bastante con el coche al que homenajeaba…
Poco antes de la aparición del Z8, BMW había puesto en circulación el genial BMW Z3, que contó con una grandísima acogida en el mercado y provocó que la gerencia de la marca aprobara la creación de un sucesor espiritual del 507. La idea era muy sencilla: un roadster de talante muy deportivo, fabricado con aluminio, motor V8 y estilo retro. Las entregas comenzaron en el año 2000 y su precio era de 138.000 euros –por entonces todavía se usaban las pesetas, lo que suponía un precio de más de 20 millones… –.
El BMW Z8 no solo era diseño, había mucha técnica y mucha tecnología –de aquel entonces, claro–. El chasis era una estructura de aluminio con soldadura MIG, que se fabricaba en la plana de BMW en Dingolfing, en el sur de Baviera. Luego se enviaba a Munich para el ensamblaje final, que se realizaba casi por completo a mano –se tardaba en construirse casi 10 veces más que cualquier otro modelo de la marca–. El motor se colocaba por detrás del eje delantero, en busca de un buen reparto de pesos y las suspensiones era bastante características de la marca, con columnas McPherson delante y un eje trasero con cinco brazos. Los discos se tomaron del BMW Serie 7 e38.
No obstante, el motor era uno de los grandes alicientes de este espectacular roadster alemán. La verdad es que no se complicaron en exceso, pues tomaron, directamente, el motor del BMW M5 e39. Esto es, un V8 5.0 –4.941 centímetros cúbicos, 94 milímetros de diámetro y 89 milímetros de carrera–, 400 CV a 6.600 revoluciones, 500 Nm de par a 3.800 revoluciones y construido totalmente con aluminio. El cambio era manual de seis relaciones suministrado por Getrag, pero no montaba el diferencial de deslizamiento limitado.
Se trata del S62 B50, derivado del V8 de los BMW 540i y 740i, el primer motor de BMW en montar el sistema Doble VANOS y contaba, entre otras cosas, con bielas, cigüeñal y pistones específicos. Los cuerpos de mariposa también eran específicos del S62 B50. Curiosamente, se mantuvo la misma línea de escape con colectores de hierro fundido del M5.
La producción solo duró hasta el año 2003 y se fabricaron 5.703 unidades, todos con volante a la izquierda. 2.453 ejemplares fueron para el mercado estadounidense y 19 coches contaron con acabado de pintura en bitono y llantas Bright Line.
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Precioso vehículo. Mención especial merecen los pilotos traseros, en los que se emplearon tubos fluorescentes de gas para lograr ese peculiar diseño en una época en la que aún no estaban desarrollados los diodos emisores de luz (LED), tecnología que hoy nos tiene acostumbrados a sinuosas formas y marcas lumínicas pero que era algo novedosísimo en las postrimerías del pasado siglo.