Cuando el polvo africano oriental se posó al final de más de 3.700 km de extenuante competición hace 30 años, solo quedaban los Toyota Celica, imbatibles. Toyota había ganado el Rally Safari de 1993, copando además la segunda, tercera y cuarta plazas; un logro increíble y excepcional.
Juha Kankkunen y Juha Piironen, que pronto serían campeones, se subieron a lo más alto del podio del Safari, mientras que Finns Markku Alen e Ilkka Kivimaki fueron segundos y los héroes locales Ian Duncan y Ian Munro completaban las medallas. Y fuera del podio por poco, Yasuhiro Iwase consiguió el mejor resultado de su carrera al quedar cuarto, junto a su copiloto, Sudhir Vinayak. Todos ellos competían con un Toyota Celica Turbo 4WD (ST185).
Toyota se convirtió en el primer fabricante japonés en conseguir los cuatro primeros puestos en una carrera del Campeonato Mundial de Rallys —World Rally Championship (WRC)— de la FIA, siete años antes, en el Rally de Costa de Marfil. A mediodía del 12 de abril de 1993, Toyota contaba con dos resultados así en su haber, y se convertía en el tercer fabricante en haber copado más de una vez las cuatro primeras plazas en una carrera, después de Audi y Lancia.
Ahora, tres décadas después, TOYOTA GAZOO Racing Europe (TGR-E) rinde tributo a su legado en el rally con una colección de fotografías especial de un vehículo original de aquella carrera.
Con su inconfundible esnórquel para que llegue aire al motor incluso si está bajo el agua, unos faros montados en el parabrisas a suficiente altura para esquivar la mayor parte del barro que salte y unas barras protectoras frontales por si acaso se cruza algún animal salvaje, el Celica, de 299 CV y 1100 kg, es todo un dominador del Rally Safari, aunque con mucho cariño ha recuperado su mejor aspecto.
En 2012 fue rescatado por TGR-E, la planta de Colonia donde se había desarrollado, ensamblado y probado originalmente, en los noventa. Con la ayuda de restauradores especializados en el ámbito del rally, el vehículo recuperó su estado original, incluida la matrícula de competición del Rally Safari de 1993, con todas las cicatrices de aquellos 3 718 km y el paso de los años posterior, y se trasladó al Museo del Automovilismo de TGR-E.
El Rally Safari era una prueba de resistencia, tanto para los pilotos como para las máquinas. Entre el personal de TGR-E que trabajó en el Rally Safari de 1993, abundan los relatos de los múltiples obstáculos que supuso circular entre la naturaleza africana.
Para el equipo, la carrera empezó dos semanas antes de aterrizar en Nairobi y montar su base de operaciones en un taller especial de Toyota Team Europe en Funzi Road, cuando empezaron a experimentar los molestos efectos secundarios de los fármacos antimalaria y las vacunas previas al viaje.
Cualquier conversación sobre el Rally Safari gira rápidamente hacia el polvo; más concretamente, el polvo rojo omnipresente en Kenia que cubría al equipo hasta tal punto que tuvieron que utilizar unas camisetas ultrafinas desechables porque era imposible lavar la ropa. Competir en un rally en esas condiciones era una experiencia visceral; el polvo tiene además un olor característico que permanece en los vehículos incluso décadas después de su vida competitiva, y es necesario instalar una protección especial para evitar daños a componentes mecánicos sensibles.
Los vehículos de rally y los pilotos no eran los únicos que emprendían el arduo viaje de Nairobi a Mombasa por la costa y volvían por el norte hacia el borde de la frontera ugandesa, para dirigirse nuevamente al sur hasta Nairobi, en unas condiciones que iban del calor más seco a una humedad agotadora. Todos los miembros del equipo los acompañaban a cada paso, sorteando el peligroso terreno sin GPS, teléfonos móviles ni mapas detallados.
Viajando de área en área de servicio, como un batallón deportivo, llevaban la comida para cocinar sobre la marcha, se enfrentaban a tormentas repentinas que echaban a perder parte del equipamiento y esperaban la llegada de su vehículo de rally, si es que esta se acababa produciendo.
Al final de una carrera épica, se imponía siempre una sensación de satisfacción, y el equipo de TTE repetía la misma tradición. Después del podio, todo el mundo volvía enseguida al Hotel Serena, en la zona sur de la capital keniana, y saltaban a la piscina con lo que llevaran puesto. Era el momento de relajarse y de fortalecer el espíritu de equipo.
Esos momentos perduran, y los ojos de los veteranos del Rally Safari con TGR-E se iluminan ante la cascada de recuerdos que se acumula en un aniversario histórico, en torno al todopoderoso Celica ST185, expuesto con orgullo en su lugar de origen, entre amigos.
De todas formas, el Rally Safari de 1993 no fue la última ocasión en que Toyota consiguió las cuatro primeras plazas en Kenia; quiso la casualidad que en la edición de 2022 de la misma prueba el equipo TOYOTA GAZOO Racing World Rally, con un motor desarrollado en Colonia, repitiese la hazaña con el GR Yaris Rally1 HYBRID, con Kalle Rovanperä y Jonne Halttunen a la cabeza, en su primera temporada vencedora en el Campeonato Mundial.
Esta semana, el equipo volverá a afrontar el desafío del Rally Safari de Kenia con cuatro unidades del GR Yaris Rally1 HYBRID, pilotadas por Kalle Rovanperä / Jonne Halttunen, Sébastien Ogier / Vincent Landais, Elfyn Evans / Scott Martin y Takamoto Katsuta / Aaron Johnston.
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