
El Jaguar S-Type llegó al mercado en un momento importante para la firma británica. Ford se había hecho con el control de la compañía tiempo antes y, con buen criterio, se había dedicado a ingresar dinero en sus cuentas para que, poco a poco, renovara su catálogo y se adentrara en una nueva era. El S-Type era el resultado, uno de ellos, de un objetivo claro: dar un paso al frente, pero sin olvidar nunca el pasado.
Quien lo diría actualmente, ¿verdad? Dar un paso al frente sin olvidar el pasado, una forma de trabajar que la misma Jaguar ha tirado a la basura con la presentación del Jaguar Type 00, un prototipo que adelanta el futuro de la marca y que, al parecer, solo ha gustado a sus creadores. Es un enorme contraste con todo lo que han hecho durante la historia de la compañía, pues hay pocas marcas que hayan respetado tanto su pasado como Jaguar. Y lo decimos en pasado, porque ya no es así.
De hecho, la comparación del mencionado concept car llamado Type 00, con el S-Type, podría hacer pensar que este último es un coche con muchos más años de los que realmente tiene. El Jaguar S-Type se lanzó al mercado a finales de los años 90 con un diseño claramente inspirado en tiempos pasados, concretamente, en la primera entrega del Jaguar S-Type, cuyo origen data de los años 60. Esa inspiración, ese respeto por el pasado fue uno de los argumentos más valorados en su momento.
La Jaguar que hizo funcionar Ford no lo tuvo todo de su parte. Por un lado, los fanáticos de la marca criticaron que compartiera elementos con otros modelos más mundanos, fabricados por Ford y empleados también en algunos modelos de Lincoln en Estados Unidos. Por otro, también se criticó que su talante no fuera tan dinámico ni deportivo como antaño, aunque en realidad no era así. Ford bajó un escalón el chacé de Jaguar, para colocarla frente a los intocables alemanes: Audi, BMW y Mercedes. Había otros protagonistas por aquellos años, como Lexus, que empezaba a destacar por su calidad. El objetivo era vender más, sin que por ello se perdiera esa clase y ese aura de todo Jaguar.
El prestigio de un V8 es difícil de igualar
Menos madera, plásticos “más plebeyos”, detalles poco lujosos, mandos procedentes de modelos de menos prestigio… Jaguar era menos Jaguar, no cabía duda, pero era algo necesario si querían recuperar terreno en el segmento premium y volver a tener una tranquilidad económica aceptable. Era, y todavía es, una práctica extendida entre los fabricantes pues es la única forma de ser realmente rentables en un mundo tan competitivo como el actual. Antes, en parte, Jaguar lo tenía más fácil, pero hace tiempo que dejó de ser así; incluso Mercedes tiene que jugar con los ahorros de costes…
Sin embargo, como hemos dicho antes, Ford quería que Jaguar mantuviera su aura de “marca especial”, y para ello, nada mejor que motores grandes, motores V8 a poder ser. Los motores V8 dan prestigio, es así. Ofrecen un tacto suave y poderoso, con un sonido gutural que atrae las miradas de todo el mundo y, por supuesto, generan oleadas de par y un empuje que no se puede igualar ni siquiera con motores turbo. Los motores V8, si quieres imagen y potencia, son obligatorios.
Así, el Jaguar S-Type contó con su respectiva versión con motor V8, uno atmosférico, por supuesto. El S-Type V8 era, en un primer momento, la opción más potente y cara de la gama, cuyo precio se iba hasta los 8.810.000 pesetas, 52.950 euros de 1999 sin sumar inflación –97.693 euros en 2025– pero que ofrecía a cambio un equipamiento donde apenas faltaba nada –había que pagar aparte por el control de estabilidad, los lavafaros o los asientos calefactados–, así como un V8 de 3.996 centímetros cúbicos, culatas multiválvulas con dos árboles de levas e inyección muiltipunto, que rendía 276 CV a 6.100 revoluciones y 39,8 mkg a 4.300 revoluciones, cifras respetables, que se gestionaban mediante un cambio automático por convertidor de par y cinco relaciones.
Un comportamiento más enfocado al confort
El Jaguar S-Type V8 era la entrada de la firma británica en una nueva era, más tecnológica, más refinada, pero también menos deportiva. El sedán británico, un coche que tenía que verse las caras con los BMW Serie 5, Mercedes Clase E y Audi A6, apostaba por el refinamiento y por el confort, dejando de lado la deportividad. Es cierto que dinámicamente, en general, la prensa de la época habló bien del modelo inglés, pero, siempre que no fuera el S-Type R, se mencionaba una notable suavidad en el tarado de las suspensiones.
Donde no hubo tanto alago fue en lo referente al cambio automático. Los desarrollos tenía un escalonamiento poco lógico –la tercera tenía 23,78 km/h a 1.000 revoluciones, la cuarta 36,87 y la quinta nada menos que 49,15 km/h a 1.000 revoluciones– y provocaba que la gestión electrónica cambiara de marcha con mucha asiduidad y mostraba, como bien decían ene la revista Autopista, una tendencia casi obsesiva por reducir marcha a la mínima insinuación sobre el acelerador.
Aun así, no cabe duda de que el Jaguar S-Type V8 se presenta como un futuro clásico –se lanzó en 1999– que resulta menos común que otras opciones.
