El Grupo B de rallies, añorado y mitificado por todos los amantes de los tramos cronometrados, fue una de las mayores muestras del desparrame máximo que hubo en la década de los 80. Fue una época de potencia sin control, de peligro y de espectáculo como nunca se ha repetido, aunque los actuales World Rallye Car no son precisamente lentos, ni tampoco discretos. Sin embargo, falta algo, no tienen la magia de los Grupo B ni la pasión de los Grupo A, que también fue una época sensacional. Falta, digamos, cierto riesgo, hay demasiados límites, aunque, y esto se debe tener en cuenta, todo el culpa de la locura que se desató en aquellos años 80.
Sin embargo, los Grupo B dejaron momentos muy especiales y máquinas abrumadoras, incluso hubo proyectos que no llegaron a tiempo y que vistos con la perspectiva que da el tiempo, quizá, a pesar de lo increíbles que puedan parecer, no habría tenido mucho éxito. O puede que sí, ¿quiénes somos nosotros para decir lo contrario? De todas formas, la sensación está ahí, pues, ¿qué podría haber hecho, por ejemplo, el Ferrari GTO frente a los tracción total? En realidad, podría haber arrasado con ellos, ya que la intención de Ferrari no eran los tramos cronometrados, sino los circuitos. El Grupo B es conocido por los rallies, pero la normativa también abarcaba pruebas en circuitos, que era donde los italianos tenían intención de presentarse.
Todos conocemos parte de la normativa, ¿verdad? De primera, había que fabricar 200 unidades de producción, para homologar las versiones de competición, a lo que debemos añadir otros 20 modelos “evolution” para introducir versiones todavía más extremas, motivo, precisamente, por el que apareció el Ferrari GTO Evoluzione, con su carrocería más radical, más potencia y menos peso. Fue la variante más salvaje del GTO, la cual, acabó por servir como proyecto de desarrollo para uno de los modelos de la marca italiana más icónicos de su historia: el Ferrari F40.
El Ferrari GTO –así es su denominación oficial, aunque también se le conoce como Ferrari 288 GTO–, fue anunciado por Enzo Ferrari en 1983, para ser presentado oficialmente en el salón de Ginebra de 1984, celebrado en el mes de marzo. Recuperaba una denominación legendaria, usada hasta el momento tan solo en el que, posiblemente, sea el Ferrari más famoso de todos los tiempo: el Ferrari 250 GTO. Como en aquel, las siglas GTO significaban “Gran Turismo Omologata”, y como en el 250 GTO, era un coche de competición con unas prestaciones que, en su momento, eran todo un desafío.
Como siempre ocurre con Ferrari, el desarrollo del GTO tuvo mucha base en las innovaciones creadas para la Fórmula 1, la competición para la cual existe Ferrari, o casi. No debemos olvidar, que la marca nació con la única idea de competir al máximo nivel y los coches “de calle” comenzaron a venderse para financiar dichas actividades. Así, pues, la competición es la base de todo Ferrari y en el caso del GTO, con más motivo. Por eso no es de extrañar que ya en la década de los 80, la carrocería del Ferrari GTO se fabricara con materiales ligeros, inspirados en el Ferrari 126 CK de 1981, el primer coche de Fórmula 1 de la marca con carrocería de composite que salió de Maranello. Una carrocería diseñada, por cierto, por Leonardo Fioravanti, quien en aquellos años formaba parte de la plantilla de Pininfarina.
La Fórmula 1 también se dejaba notar en el propulsor, pues empleaba los desarrollos que se habían creado para el ya mencionado 126 CK, que además de ser el primer F1 de Ferrari con carrocería de composite, también era el primer F1 con motor turbo del Cavallino Rampante. Hablamos de un V8 biturbo –dos turbocompresores IHI–, que añadían potencia bruta a los 2.855 centímetros cúbicos que desplazaban sus ocho cilindros. Las culatas tenían cuatro válvulas por cilindro y dos árboles de levas cada una, había dos intercambiadores de calor –dos intercoolers– y una inyección Weber-Marelli IAW, todo ello pensado par extraer 400 CV a 7.000 revoluciones, que llegaban a las ruedas traseras, sin ningún tipo de filtro electrónico –no había control de tracción, ni ABS, ni reparto de par vectorial… – mediante una caja de cambios manual de cinco relaciones y un diferencial de deslizamiento limitado mecánico. Suficiente para presumir de una velocidad punta de 305 km/h.
El Ferrari GTO se fabricó entre 1984 y 1986, un total de 272 unidades salieron de los talleres de Maranello. Sin embargo, la normativa cambió, el Grupo B desapareció y Ferrari se encontró con una bestia de competición que no cumplía ningún reglamento vigente. De todas formas, no supuso problema, pues las 272 unidades se vendieron antes de que se comenzara la producción del modelo.
Como curiosidad, la marca quiso jugar con el marketing y anunciaba que el Ferrari GTO se podía elegir en el color que quisiera el cliente, siempre que fuera rojo. Una idea que no es nueva, pues Henry Ford la usó muchísimo años antes con el Ford T, el cual se anunciaba que se podía elegir en cualquier color, siempre que fuera negro –los Ford T se vendían únicamente en color negro, porque era el que secaba más rápido y no retrasaba la producción en serie que había instaurado–.
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