Si te gustan los deportivos como a nosotros, la década de los 60 debería ser una de tus favoritas. Durante esos años se produjeron algunos de los automóviles más bonitos que podrás ver nunca, con líneas sensuales, curvas y limpias, sin alerones ni apósitos varios, sin masivas entradas de aire; fue una década de diseño casi en estado puro. Y si no te lo crees, es porque realmente no recuerdas ningún coche de aquella época, pero déjanos que te refresquemos la memoria: Ferrari 250 GT Berlinetta, Lamborghini Miura, Maserati Sebring Vignale, Mercedes 220 SEb, Aston Martin DB5, Jaguar E-Type…
Y solo hemos mencionado a unos pocos, la lista podría ser especialmente larga si incluimos algunos modelos de, por ejemplo, Alfa Romeo o nos cruzamos el charco a tierras yankees. Pero no, vamos a quedarnos en Europa y además, en 1964, en plena celebración del Salón del Automóvil de Ginebra, para recordar al “otro” Ferrari Superfast, un coche que poco tiene que ver con el salvaje Ferrari 812 Superfast, actual buque insignia de Maranello.
El Ferrari 500 Superfast representaba en su momento la máxima opulencia en la marca y la quintaesencia de los cupés de gran lujo de Maranello. Era un coche de tamaño considerable, que heredaba muchas cosas de su antecesor, el Ferrari 400 Superamerica, del que derivaba. Tenía un diseño mucho más “fino”, más elegante, creado por Pininfarina y que disimula un poco sus proporciones. Sus dimensiones eran de 4,82 metros de largo, 1,77 metros de ancho y 1,28 metros de alto, con una batalla de 2,64 metros.
Fue el último cupé de poca producción, una tradición que comenzó con los América y Superamérica pero con el incremento en número y uniformidad de la producción en serie, estas pequeñas series comenzaron a ser poco viables al necesitar herramientas específicas y un mayor tiempo para su fabricación. Y cuando decimos “poca producción”, nos referimos a una tirada de sólo 36 ejemplares, 25 unidades denominadas “de primera serie” con cambio manual de cuatro relaciones y otros 12 “de segunda serie” con cambio manual de cinco relaciones.
Era un modelo extremadamente caro, con un precio equivalente a dos Rolls-Royce de la época, lo que sirve para hacerse una idea de su exclusividad y que hizo que sus clientes fueran del nivel de Sha de Persia, quien en el intervalo de cuatro meses del año 1965, compró dos unidades. Incluso se fabricó una unidad única en el mundo, que tomaba como base de partida el Ferrari 330 GT 2+2 al que se le instaló una carrocería del 500 Superfast y fue destinado al parque móvil personal del Príncipe Bernardo de Holanda.
Se trataba de otros tiempos, lejos de la vorágine actual de las cifras anuales y de la producción masiva. Un tiempo que todavía permitía que la pasión dominara en cierto modo la producción y el desarrollo de modelos, cuya creación abarcaba el diseño casi exclusivo de todos sus componentes, desde el chasis hasta el motor. Recordad que por entonces, las sinergias y los chasis “modulares” para dar vida a diversos modelos no existían. Al menos como hoy lo conocemos.
Por eso, el Ferrari 500 Superfast empleaba un chasis tubular de acero cuya referencia interna es “tipo 578”, que además fue el último dentro de Ferrari en usar una numeración con letras como sufijo. Dicho entramado tubular servía como soporte para unas suspensiones de tipo independiente delante y eje rígido detrás, y para el motor, un V12 de 4.963 centímetros cúbicos al que hace referencia la denominación del coche, donde 500 es por los 5 litros de motor en lugar del cubicaje unitario de cada cilindro, como es habitual en Ferrari.
El propulsor era exclusivo del 500 Superfast, desarrollado y proyectado por Colombo y Lampredi, que alimentado por tres carburadores Weber 40 DCZ/6, rendía 400 CV que según los datos de la época, permitían alcanzar los 273 km/h. Pero además, y como recalca la propia Ferrari, era un motor único en su clase porque combinaba la filosofía de “bloque largo” de Lampredi con la original de “bloque corto” de Colombo.
La producción del Ferrari 500 Superfast culminó en 1966. Fueron 25 unidades con cambio manual de cuatro marchas y embrague mecánico (y especialmente duro de accionar) y otros 12 con cambio manual de cinco relaciones y embrague hidráulico. 36 unidades según Ferrari aunque las cuentas dan 37 coches, quizá porque no cuentan como un auténtico 500 Superfast la unidad del Príncipe de Holanda al tomar como base el Ferrari 330 GT 2+2.
El último “gran” cupé de tirada super limitada de Ferrari, que cede su denominación a la actual berlinetta V12 de la marca.