El Ford Mustang es toda una institución, un coche mundialmente famoso y nada menos que el deportivo más vendido del mundo. ¿Cómo se ha logrado algo así? Pues a base de un trabajo de marketing brutal y por supuesto, ofreciendo versiones como los Shelby GT500, por ejemplo, bestias que han grabado a fuego su nombre en la historia del automóvil. Sirva igualmente de ejemplo, que no llegó a Europa oficialmente hasta el año 2013, provocando una auténtica revolución de sus seguidores, aunque también provocando un poco de polémica al traer al Viejo Continente un motor con menos de ocho cilindros y, además, turbo.
No vamos a contar ahora la historia del Ford Mustang, es algo que ya se ha hecho infinidad de veces y actualmente, lo más importante que ha ocurrido ha sido la llegada del Mustang Mach-E, una de sus versiones más polémicas de cuantas se han lanzado del Pony Car y de la que ya hay bastante información en la red de redes. Para esta ocasión, nos gustaría ahondar en la historia de una versión del Mustang un poco desconocida y de la que todo el mundo siempre se olvida, no el balde, lleva desaparecido desde la década de los 60.
El Ford Mustang Bertone fue encargado por L. Scott Bailey, que lo encargó porque, según comentó el propio Bailey, “pocos coches americanos han captado la imaginación europea como el nuevo Mustang»
Concretamente, hablamos del Ford Mustang Bertone, una creación única, lo que se suele llamar un “one off”, que fue encargado por L. Scott Bailey, fundador de Automobile Quarterly, una publicación que comenzó a editar sus números centrados en coches de colección en el año 1962 y que dejó de editar en el año 2012. Y lo encargó porque, según comentó el propio Bailey en el segundo número de su publicación, “pocos coches americanos han captado la imaginación europea como el nuevo Mustang”, aunque también apuntó que su diseño no captó tantas atenciones en el Viejo Continente.
Bailey llegó a esta conclusión tras hablar con diferentes personajes del mundillo, entre los que se encontraba el señor Nuccio Bertone. Ambos tuvieron, según se cuenta, una interesante conversación y llegaron a un acuerdo de lo más llamativo, cuyo resultado, obviamente, fue el Ford Mustang Bertone.
Objetivo, gustar al público europeo
La publicación se encargó de todo desde el inicio. Lo primero que hicieron fue adquirir un Mustang, un fastback del 65 con motor V8, cambio manual y pintado de color rojo. Uno de los patrocinadores, Alitalia Airlines, llevó el coche hasta Turín, hasta la sede de Bertone, donde fue recogido en persona por el propio Bertone y por el diseñador principal en aquellos años, Giorgetto Giugiaro.
Por aquel entonces, Giugiaro solo tenía 27 años y ya había dibujado uno de los coches más interesantes de los años 60, el FIAT 850 Spider, que conocimos aquí en España como el SEAT 850 Spider, el único deportivo descapotable vendido oficialmente por SEAT. Curiosamente, al año siguiente, Giugiaro dejó Bertone para irse a Ghia, donde dio forma al Maserati Ghibli y al De Tomaso Mangusta.
El proyecto de Automobile Quarterly y Bertone tenía unas directrices claras, que debían cumplirse sí o sí: las dimensiones debían ser las mismas, pero el diseño debía ser más europeo. El trabajo había que completarlo en poco tiempo, porque querían mostrarlo en el Salón del Automóvil de Nueva York de ese mismo año.
Carrocería nueva y un habitáculo al gusto europeo
Giugiaro comenzó rápido con el diseño, buscando no solo ofrecer una imagen más europea, sino también más deportiva y lujosa. Había que darle un aire más exclusivo, pues en el Viejo Continente se estaba acostumbrado a una serie de coches muy concretos. En aquellos años, por ejemplo, había aparecido el Porsche 911, estaba el Alfa Romeo Giulia Sprint GTA o bien, el Alpine A110 que, a pesar de ser menos potente y mucho más pequeño, estéticamente era espectacular y muy llamativo.
Podemos resumirlo diciendo que el listón que debía alcanzar era notable, aunque siendo Giugiaro, no era imposible. Así, pues, dio forma a un coche que poco se parecía al Mustang original, con laterales muy sencillos, sin florituras innecesarias, una caída trasera que integraba el techo con la zona trasera, instalando además una espectacular luna trasera, pero, sobre todo, con un frontal que de no ser por el famoso caballo al galope (un Mustango, por cierto), nadie podría decir que se trata del famoso Pony Car. Este frontal destacaba principalmente por unos faros que estaban tapados por una cubierta que, cuando se encendía, se retiraba. Con ella puesta, la mirada del coche resultaba agresiva y deportiva, le daba una imagen bastante más “cabreada” que la vista en el Mustang original.
El habitáculo se cambió por completo, montando un nuevo salpicadero y paneles de puertas, nuevos asientos y un nuevo volante con aro de madera. La tapicería, muy de la época, era vinilo.
Finalmente, se logró completar el proyecto para el Salón de Nueva York, donde se llevó el premio “Best of Show”. También se dejó ver en Londres, París y Turín, pero tras esto, nada se volvió a saber del coche. Es como si se lo hubiera tragado la tierra. Se sabe que Bertone lo llegó a poner a la venta por un tercio de su valor real (10.000 dólares), pero no hay nada registrado sobre su posible venta ni tampoco estaba entre los activos de Bertone en la liquidación de 2014.
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