Cuando se habla del Ford Mustang, lo normal es que todo el mundo piense en los Shelby Cobra o, en su defecto, en los GT, con el V8 5.0 Coyote. Sin embargo, el Mustang fue mucho más que eso, incluso aquellas generaciones menos apreciadas, como la cuarta generación, tienen versiones realmente interesantes y muy escasas. Sin embargo, como ocurre a veces, siempre nos quedamos con aquello que le gusta a todo el mundo y no nos fijamos en otras opciones que pueden ser algo muy especial.
El Ford Mustang es uno de esos coches que conoce todo el mundo. El cine, las series de televisión, la prensa especializada… todos han contribuido de una u otra manera a que este coche sea el deportivo más vendido del mundo. Pero no solo esto, también han contribuido a que sea uno de los coches más deseados, de esos que desprenden un aura especial, aunque al final sea un impedimento para determinadas ideas o soluciones. Que se lo digan, por ejemplo, al Ford Mustang EcoBoost, que se dejó de comercializar en un corto período de tiempo porque nadie lo quería. Un Mustang tiene que tener un V8 se suele decir, y aunque fuera un gran coche, un Mustang con un cuatro cilindros turbo no es un Mustang. Veremos qué pasa cuando llegue al mercado el Mustang híbrido…
Pero no pensemos en eso en estos momentos, corramos un tupido velo que oculte la hibridación y centrémonos en otras cuestiones más interesantes, al menos de momento. Cuestiones como recordar una de las versiones más radicales que ha tenido el Mustang hasta el momento, un coche cuya naturaleza era, como ocurre con algunos de los mejores coches del mundo, servir de homologación para las variantes de competición. Hoy queremos recordar al Ford SVT Mustang Cobra R, quizá uno de los Mustang más radicales y deportivos que se han fabricado hasta el momento.
Mustang de producción más rápido de su época
La cuarta generación del Mustang fue la última del siglo pasado, el último Mustang “no Mustang”, antes de ver como Ford inspiraba el diseño de la quinta edición del modelo en sus versiones más populares y, como cabía esperar, volvía loca a toda la afición. Sin embargo, la cuarta generación fue un buen deportivo, un coche que ahora resulta una compra interesante en sus versiones, digamos, normales. Y si encuentras un Bullit a buen precio, mejor todavía (sí, la cuarta generación tuvo una edición Bullit, que se puso a la venta en 2001).
El caso es que la cuarta generación del Mustang, como todas, tuvo sus versiones Shelby y algunas otras bastante deportivas, pero deportivas al estilo europeo, es decir, pensadas para ser eficaces en circuito y no en línea recta machacando el crono. El más destacado y el más espectacular, fue sin duda el SVT Mustang Cobra R, un coche del que solo se hicieron 300 unidades para homologar las variantes destinadas a competición y es, a día de hoy, uno de los más buscados entre los fanáticos de los Mustang y los coleccionistas. No en balde, además de su rareza, también presume de unas prestaciones de órdago.
La creación del Ford SVT Mustang Cobra R corrió a cargo, como muchas de las versiones más deportivas de Ford por aquellos años, de la división SVE
Para recordar algunas cosas de esta versión, tenemos que viajar atrás en el tiempo, aunque no iremos muy lejos, nos quedaremos en el año 2000, en pleno comienzo del Siglo XXI y hace, solamente, 22 años. Han pasado ya 22 años desde aquel esperado año 2000, que tan rodeado estuvo de toda clase de historias, profecías y cosas así, aunque parece que fue ayer mismo cuando todo esto ocurría. Sirva de ejemplo que el diseño actual del Pony Car, inspirado en sus antepasados, apareció por primera vez en el año 2004.
Más ligero, más potente, más aerodinámico
La creación del Ford SVT Mustang Cobra R corrió a cargo, como muchas de las versiones más deportivas de Ford por aquellos años, de la división Special Vehicle Engineering, o SVE (SVT son las siglas de Special Vehicle Team, una denominación que Ford uso, en aquellos años, para sus versiones más deportivas, en donde se encargaron de llevar al límite todas las características del modelo, pues sería la base con la que Ford competiría en algunos campeonatos. Pero no partieron de un Ford Mustang estándar, los ingenieros y diseñadores de SVE tomaron como base de partida el Mustang Cobra de aquel entonces, el Shelby de la época, que no lucía el nombre de Shelby por ningún lado.
Es curioso ver como actualmente, las versiones de homologación escasean mucho, solo fabricantes como Porsche sacan algo similar Atrás quedaron aquellos primeros M3, los Ford RS Cosworth, los Delta Integrale y por supuesto, los Lancer EVO, máquinas que siguen siendo radicales y apasionantes, pero que ya no son necesarias. Una lástima, todo sea dicho.
La fórmula que siguieron en SVE y la fórmula que se ha seguido siempre, es relativamente sencilla, aunque requiere de trabajo, obviamente. Primero se busca aligerar lo posible el conjunto, eliminando aquello que añade peso y puede ser prescindible, como algunos guarnecidos y elementos aislantes, al igual que algo de equipamiento o cosas como los asientos traseros. Los asientos delanteros de serie, se cambian por otros con mayor sujeción y más ligeros, en el caso del Cobra R, unos Recaro.
Se somete a un nuevo estudio aerodinámico, añadiendo elementos como el alerón trasero o el faldón delantero, que son totalmente funcionales y no simple atrezzo, mejorando igualmente la refrigeración de los componentes mecánicos que se verán sometidos a un mayor esfuerzo.
Y, por supuesto, el motor se revisa y se modifica para rendir más. Como buen Mustang, el SVT Cobra R tiene un V8 colocado delante, un bloque de casi cinco litros, procedente del Cobra “a secas”, que pasa de rendir 324 CV a 385 CV gracias a diferentes modificaciones que pasaremos a ver más adelante.
V8 atmosférico y un cambio manual
En Estados Unidos son especialistas en motores V8, no hay marca que no tenga un motor de estas características que, por lo general, incluso a día de hoy, destacan por su enorme cubicaje. En este caso, hablamos de un ocho cilindros, que aumenta su cubicaje y muchos otros elementos.
Se partía, por tanto, de 4.6 litros, que pasaron a 5.4 litros aumentando la carrera de los pistones en 15,8 milímetros, hasta un total de 105,8 milímetros. Es una carrera muy larga, poco habitual en motores de altas prestaciones, pero culpable de su enorme entrega de par. Los pistones también se cambiaban, así como las bielas y el cigüeñal, aumentando al tiempo la compresión hasta 9,6:1 mediante el desarrollo de unas nuevas culatas de aluminio que, además, mejora el flujo de los gases tanto en admisión como en escape un 25%. Había nueva distribución, cambios en la inyección, y una revisión completa del circuito de refrigeración.
Anunciaba un total, como hemos dicho antes, de 385 CV a 6.250 revoluciones, con un par de 522 Nm a 4.250 revoluciones. La potencia específica no es muy elevada, aunque para la época no estaba mal, llegando a 72,3 CV/litro. Una potencia que llegaba al eje trasero mediante un cambio manual de seis marchas y relación cerrada (55,6 km/h en sexta a 1.000 revoluciones), con piñones reforzados. Los semiejes también se reforzaron y el eje trasero montaba un nuevo diferencial de deslizamiento limitado. Unas modificaciones que le permitían llegar a los 285 km/h.
Obviamente, además de aumentar las prestaciones del motor, había que mejorar los elementos de control. Por ejemplo, la suspensión era entre un 30 y un 40% más firme, con amortiguadores Bilstein de gas y muelles Eibach, junto a una nueva barra estabilizadora más gruesa. La altura del casco se rebajaba en 38 milímetros delante y 25 milímetros detrás y se conseguía un reparto de pesos del 56,5% delante y 43,5% detrás. Los frenos los suministraba Brembo, con discos delanteros de 330 milímetros y pinzas monobloque de aluminio con cuatro pistones, incluyendo un sistema ABS electrónico con cuatro captadores.
Según la revista americana Motor Trend, podía acelerar de 0 a 100 km/h en menos de cinco segundos (0 a 60 mph en 4,4 segundos), para luego frenar de nuevo hasta estar completamente parado en menos de 34 metros. El cuarto de milla lo completaba en 12,9 segundos alcanzando casi 180 km/h. Era el Mustang más rápido de la historia en su época.
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