En el mes de febrero de 1954, con motivo del Salón del Automóvil de Detroit, se presentó un automóvil que pretendía ser la respuesta de Ford al Chevrolet Corvette. Esa respuesta era el Ford Thunderbird, un roadster que al igual que el Corvette, pretendía ser la visión yankee de los apreciados, pequeños y eficaces roadster británicos. Obviamente, al igual que el Corvette, el concepto se difuminó durante el desarrollo y todo parecido con un roadster británico era pura casualidad.
Merece la pena destacar, una vez más, las enormes diferencias en gustos que tenemos en Europa frente a Estados Unidos. Es algo que se aprecia especialmente bien cuando se comparan los vehículos más populares en uno y otro mercado. Y ha sido así desde siempre. El Ford Thunderbird apareció, como se ha dicho, en 1954, una época donde lo más notable que teníamos en España eran los Pegaso Z-102, mientras en Reino Unido todavía se vendía el Jaguar XK120 (se lanzó en 1948), el Porsche 356 seguía en el mercado y el Mercedes 300SL estaba dando sus primeros pasos.
El Thunderbird fue la respuesta de Ford al Chevrolet Corvette
El Ford Thunderbird, comparado con estos, era un barco. Enormemente largo, pero con un habitáculo muy pequeño para su longitud, lucía el más puro diseño yankee de mediados de los 50. Sin embargo, al contrario que algunos de sus coetáneos, el Thunderbird se muestra bastante equilibrado en sus formas, con una cintura muy recta y paralela al suelo, así como unos paneles de la carrocería bastante simples y limpios. Lástima que el voladizo trasero fue creciendo con los años, echando por tierra el logrado equilibro del diseño original.
Pero dejemos esto a un lado, porque para el diseño ya están las fotos. El Ford Thunderbird llegó al mercado con unos tintes menos deportivos que el Corvette. Era un modelo 100% norteamericano, diseñado para sus largas rectas donde no es necesario una suspensión firme ni unos esquemas de suspensión complejos. Sólo tenía un motor disponible, el bloque Y-block 292, un V8 de 292 pulgadas cúbicas, o dicho de otro modo, 4.785 centímetros cúbicos, que con una relación de compresión de 8,4:1 y un carburador Ford de cuatro cuerpos, rendía 196 CV. Propulsor que se podía combinar con un cambio manual de tres relaciones a la que se podía añadir un overdrive en opción o bien, la automática Ford-o-matic de dos relaciones.
Con los años, se añadieron algunos cambios, como nuevos motores. En 1956 pasó a montar un motor V8 con 215 CV, obtenidos con el simple aumento de la compresión hasta 9,1:1. En 1957 se cambió el motor por un V8 de 312 pulgadas cúbicas, 5.116 centímetros cúbicos, que pasaba a rendir 228 CV y sólo se podía combinar con el cambio automático. También en 1957, se volvió a retocar el motor aumentando la compresión y pasando a 248 CV. La versión más potente alcanzó los 274 CV.
Junto a estos cambios mecánicos, también llegaron modificaciones estéticas. Por ejemplo, en 1956 la rueda de repuesto pasa a estar en el exterior del coche y no en el maletero, los terminales de escape salen por detrás y no por los laterales y se añaden nuevas rejillas de ventilación para el habitáculo. En 1957 aparece un nuevo paragolpes frontal, aletas traseras y pilotos más grandes, la rueda de repuesto vuelve al maletero y se coloca la denominación del modelo en las aletas delanteras.
El Ford Thunderbird fue un éxito desde el primer momento y superó al Corvette con facilidad pues, al fin y al cabo, era un coche más adaptado al gusto yankee. Se superaron las 16.000 unidades en primer año (se habían programado 10.000 ejemplares) mientras que el Corvette apenas llegó a 700 matriculaciones. En 1956 se llegó a vender 15.631 unidades, mientras que en 1957 se alcanzaron las 21.380 ventas.
Con los años fue perdiendo su esencia, llegando a convertirse incluso en un sedán. Así, el T-Bird de la primera generación, conocido como “Serie I”, fue el último biplaza descapotable de Ford hasta que, en 2001, la marca recuperó tanto el concepto como el nombre, para un modelo que buscaba aprovechar las modas de entonces pero no lo logró. Y no se debe a que fuera un coche feo, ni mucho menos.
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