Desde que Bentley opera bajo el amparo de uno de los grupos automovilísticos más grandes del mundo, todo han sido éxitos y logros, alcanzados mediante coches que ofrecían prestaciones y lujo máximo a partes iguales, enterrando completamente su época junto a Rolls-Royce. Y eso, que junto a Rolls-Royce llegó a desarrollar coches como el Bentley Arnage o el Continental.
El futuro de la firma británica, como el de la mayoría, está ligado a la electrificación, a las cero emisiones. Y en la marca lo ven como una oportunidad perfecta para seguir con su crecimiento, con su creatividad y con la mejora constante de sus productos. Volkswagen se hizo con el control de la marca, pero ha sabido dejarles el suficiente espacio para que mantengan su personalidad, pero puedan crecer y crear vehículos de altísimo nivel.
Una de sus últimas creaciones, un coche que, sin lugar a dudas, se convertirá en un clásico de colección, es el Bentley Mulsanne, un enorme sedán de altísimo lujo que dejó de fabricarse en 2020. Un automóvil cuyas raíces datan de 1929, cuando apareció el Bentley Speed Six. Quizá pienses que el Speed Six no tiene nada que ver con el Mulsanne, pero ambos coches representaban el pináculo de la marca, cada uno en su época, tanto por confort como por opulencia y prestaciones, pero además, destacaban por ser coches para ser conducidos, no como su principal rival, Rolls-Royce, que por lo general, suele desarrollar sus coches para que sean disfrutados en los asientos traseros.
No obstante, uno de los argumentos que harán del Bentley Mulsanne un auténtico coche de colección no es su pertenencia a la familia Bentley, sino el hecho de haber sido el último modelo de la B alada en montar el mítico propulsor V8 6.75, un motor con una historia más larga que la de muchas marcas de automóviles. Uno de los motores más icónicos del mundo del automóvil, apareció por primera vez con el Bentley S2 de 1959, aunque en ese momento alcanzaba un desplazamiento de 6,3 litros. Existe un leyenda negra alrededor de este motor, pues muchos piensan que al igual que el V8 de Rover, era un propulsor de origen norteamericano, rediseñado y adaptado por Rolls-Royce, pero nada más lejos de la realidad.
El V8 6.75 se retiró de producción porque no podía superar las nuevas legislaciones, y con él se fue el Mulsanne. Los ingenieros de Bentley se dieron cuenta que, aunque podrían haberlo adaptado a las normativas, el coste habría sido demasiado alto incluso para un cliente tradicional de Bentley. Tampoco se podía contemplar el rediseño del Mulsanne para adoptar un nuevo propulsor, así que el final era obvio: los dos dejarían la línea de producción. Posiblemente, versiones como la W.O. Edition –en honor a Walter Owen Bentley, fundador de la compañía en 1918– sean las más buscadas por los coleccionistas, aunque tampoco podemos pasar por alto al Mulsanne Speed, una bestia cuyo precio rozadaba los 400.000 euros y que gracias a sus 537 CV –y a sus 1.100 Nm de par a 1.750 revoluciones–, podía superar los 300 km/h. Y eso, con un peso en báscula de 2.685 kilos…
Cuando se anunció el cese de producción de Bentley Mulsanne, fue el propio Adrian Hallmark, CEO de la compañía en aquel momento, quien explicó los motivos: “El segmento de los sedanes de gran tamaño ha sido el fundamento de Bentley durante más de 100 años, pero el volumen ha retrocedido… incluso aunque venamos más que el Phantom”. Es decir, no solo era cuestión del motor, sino de ventas, pues el Mulsanne nunca fue capaz de alcanzar las mismas cifras que el Bentley Arnage.
La producción del Bentley Mulsanne comenzó en 2010 y llegó al mercado como reemplazo del Arnage, un vestigio de cuando Bentley formaba grupo con Rolls-Royce –el Arnage era un derivado directo del Rolls-Royce Silver Seraph– y abandonó la misma línea de montaje de Crewe en 2020, dejando al Flying Spur comoel modelo “de referencia” en el catálogo de Bentley. Una despedida que se vio afectada por la crisis de la COVID-19 y tuvo que ser retrasada y además, modificada para ser muy breve.
Se fabricaron un total de 7.300 unidades durante 10 años de comercialización y según Adrian Hallmark, “El Mulsanne es la culminación de todo lo que aprendimos en Bentley durante nuestros primeros 100 años como fabricantes de coches de lujo. Siendo el buque insignia de nuestra gama de modelos durante más de una década, el Mulsanne ha consolidado firmemente su lugar en la historia de Bentley y se ha convertido en un verdadero icono”. Palabras, como no, muy grandilocuentes, que solo el tiempo demostrarán si estaban equivocadas o no…