Muchas veces, viendo lo que ocurre en nuestras carreteras, los coches más populares entre los usuarios o la indiferencia que tiene gran parte de los conductores españoles hacia sus vehículos, hacen pensar que en nuestro país no existe una cultura automovilística. Y en parte, es una afirmación totalmente cierta y muchas veces se puede comprobar con los comentarios o las reacciones de los mismos aficionados en redes sociales o en foros.
Obviamente, es una sensación, una idea que ronda la cabeza en algunas ocasiones y que nos hace mirar a otros lugares como Reino Unido, Alemania o Estados Unidos. Quizá sea porque la mayor contribución de España a la automoción ha sido fabricar coches para empresas externas y no como ocurre con los mencionados países.
El T45 fue el coche gracias al que Hispano Suiza entró directamente en el olimpo de los mejores fabricantes de automóviles del mundo
Por ejemplo, Alemania es uno de los principales focos automovilísticos de donde han surgido una gran parte de los inventos relacionados con el automóvil: el motor de cuatro tiempo, el motor diésel, el propio automóvil, la motocicleta… de Reino Unido podemos destacar los roadster y algunas de las marcas más importantes del mundo, como Jaguar, Rolls-Royce, Bentley o Lotus, por nombrar algunos ejemplos, mientras que de Estados Unidos nos quedamos con los automatismos, las asistencias eléctricas y su pasión por los motores V8 y esa forma de entender el automóvil que pasa de padres a hijos.
Hispano Suiza, una de las mejores marcas del mundo
No obstante, no seríamos totalmente justos si nos olvidáramos de los aportes de España al automóvil, aunque sean pocos, pues en España se crearon grandes cosas, aunque no siempre se recuerde. Por ejemplo, los frenos a las cuatro ruedas por mando mecánico, salieron de tierras españolas cuando solo se empleaba los frenos a las ruedas traseras, fue un desarrollo de Hispano Suiza que incluso Rolls-Royce llegó a montar en sus coches. Pero si nos vamos al lado más pasional, en España y nuevamente bajo la Hispano se desarrolló el primer automóvil deportivo “de calle”.
Hispano Suiza llegó a ser, en sus mejores momentos, el fabricante de automóviles más importante de Europa, cuyos clientes iban desde los más adinerados empresarios hasta reyes y shas, capaces de pagar auténticas fortunas por uno de sus coches y capaces de esperar años para poder tenerlos en su poder. No en balde, la Hispano Suiza era una empresa de altísima calidad, que fabricaba sus coches a mano, según las peticiones de sus clientes por más rocambolescas y fuera de lugar que pudieran parecer.
Uno de sus mejores clientes, tanto que llegó incluso a ser accionista, era el Rey Alfonso XIII, quien también ayudó a que la marca comenzara el camino que la llegó a su desaparición. Otro de los culpables de su caída fue Francisco Franco, pero esto pertenece a otra historia, ya que nosotros nos quedaremos con Alfonso XIII y su pasión por el automóvil y también, claro está, por Hispano Suiza.
Para hacernos una idea del nivel técnico que alcanzaba Hispano Suiza, quizá sirva compararla con Rolls-Royce, una fabricante de sobre conocido por todos, cuya calidad y exquisitez en cuanto a fabricación y cuidado por los detalles llega a unos niveles que son realmente sorprendentes. Pues bien, “nuestra” Hispano Suiza superó en varias ocasiones a los británicos, una de ellas, por ejemplo, con el sensacional Hispano Suiza H6 y otra con los motores de sus aviones en la Primera Guerra Mundial. Lástima que acabara como acabó…
Hipano Suiza T15/45 Alfonso XIII, el primer deportivo de calle
Tener clientes muy pudientes y sin límites a la hora de pagar todo aquello que se les pida, no es suficiente para contar con una buena campaña de marketing, pero en la Hispano Suiza sabían muy bien donde apostar para lograr una buena publicidad: las carreras. Por todos es sabido que el “gana el domingo y vende el lunes” funciona a la perfección, pero en los albores del automóvil funcionaba todavía mejor.
Por otro lado, los cada día más numerosos seguidores de este ruidoso invento, querían ver más carreras, querían ver más coches y llenaban las calles con cada evento que se celebraba. Sí, las calles, porque las primeras carreras se celebraban en las vías públicas, sin ningún tipo de medida de seguridad y con los espectadores al pie de la carretera, en el mismo borde de la acera. Es entendible y lógico, que cada vez que ocurría un accidente el desastre era monumental.
El Rey Alfonso XIII, como acérrimo fanático del automóvil, quiso potenciar y difundir el automovilismo, al mismo tiempo que se ayudaba al progreso técnico en España y así, instituyó la Copa Cataluña, una carrera reservada para coches de pequeña cilindrada “copian” el formato que tenía la Copa L’Auto celebrada en Francia. Hispano Suiza se inscribió rápidamente en la carrera y se fabricó tres vehículos con motor de cuatro cilindros. Fue un desastre, pues solo una unidad logró acabar la carrera que, por otra parte, la ganó un Peugeot.
Al año siguiente, nuevamente, un Peugeot ganó la carrera, pero los Hispano Suiza, tres nuevos coches preparados para esta carrera, mejoraron mucho su actuación. Sin embargo, Hispano Suiza no se conformó con lo obtenido y puso a los ingenieros a trabajar para, cuatro meses después de la carrera, desafiar a Peugeot directamente en su terreno, en la Copa L’Auto, venciendo con el piloto Zuccarellí a los mandos. Por supuesto, la victoria fue muy importante para la marca y suscitó toda clase de comentarios.
Dado el éxito y la expectación suscitada, la marca afincada y fundada en Barcelona, lanzó un automóvil derivado de aquel gran campeón, el Hispano Suiza T15/45 Alfonso XIII (también se le conoce como Hispano Suiza T45 o simplemente, Hispano Suiza Alfonso XIII), un nombre que fue otorgado en honor al monarca español que tanto había ayudado a la compañía. Era un coche muy ligero, de carrocería esbelta y grandes cualidades dinámicas, que montaba un motor de cuatro cilindros de 3.619 centímetros cúbicos (80 x 180 milímetros para diámetro y carrera, respectivamente), que rendía unos nada despreciables 60 CV (por aquel entonces, allá en 1911) y podía superar los 100 km/h. Era el primer automóvil deportivo que se ponía a la venta para circular por vías públicas y no para competición.
Era una máquina casi de carreras en aquellos años. Tenía un chasis reforzado, el conjunto motor-cambio muy atrasado para mejorar el reparto de pesos y la estabilidad, contaba con una transmisión de tres velocidades y frenos de tambor en las ruedas traseras. Costaba 11.500 pesetas (unos 69 euros si no sumamos inflación, no hay datos desde entonces, solo desde 1955), cuando el sueldo máximo que podía percibir un hombre, a la semana, era de 4,25 pesetas (las mujeres en aquellos años, solo por ser mujeres, cobraban 2 pesetas máximo a la semana).
Fue gracias a este coche, Hispano Suiza entró directamente en el olimpo de los mejores fabricantes de automóviles del mundo, enfrentándose de tú a tú con marcas como Rolls-Royce.
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