Uno de los sueños de muchos aficionados, es fabricar un coche que cumpla con todos sus deseos, un automóvil único en el mundo que cumpla unas características muy concretas y que, puede o no, basarse en otro ya disponible. Por lo general, cuando se basa en un coche ya en producción, se les suele conocer como “one-off” (traducible como “uno y no más”), aunque también hay coches únicos que no se basan en nada y han sido realizados desde cero.
Este es el caso del raro y casi olvidado Jimenez Novia. Un aparato de diseño simple pero con una fuerte inspiración en los sport prototipo de los 80, que fabricó el francés Ramón Jiménez para sí mismo. Quería construir el deportivo definitivo y su mirada viajó hasta Stuttgart, hasta el Porsche 917.
El Jimenez Novia fue un on-off totalmente artesanal muy adelantado a su tiempo
La historia de este curioso automóvil, cuya denominación es todavía más llamativa, comienza en 1985. Jiménez y su equipo trabajaron de forma artesanal sin la ayuda de ningún gran fabricante, creando todo ellos mismos, lo que hace de este coche todo un logro, sobre todo teniendo en cuenta lo que esconde su carrocería, que por cierto, estaba fabricada con fibra de carbono y estaba diseñada para ofrecer el mejor comportamiento aerodinámico. No era la más bonita del mundo, pero había sido estudiada para ser la más efectiva.
Merece la pena destacar que en la década de los 80, emplear fibra de carbono en un automóvil estaba reservado para los fabricantes más pudientes e innovadores. Sirva de ejemplo que el Ferrari F40, lanzado a finales de los 80 como ya sabréis, empleaba una carrocería realizada con materiales compuestos, entre los que destacaba el kevlar, el nomex y sí, la fibra de carbono, resultando todo un acontecimiento. Ni siquiera hoy abundan los coches con carrocería de fibra de carbono. Dicha carrocería se asentaba sobre un chasis de tipo nido de abeja fabricado con aluminio, algo que tampoco era muy común.
Siguiendo con las interesantes características del Jimenez Novia, toca hablar del motor y si el coche no desmerece en cuanto a soluciones, el motor tampoco lo hace. Se trata de un bloque de 16 cilindros colocados en W con 4.118 centímetros cúbicos y 80 válvulas. Su origen es bastante llamativo, pues recurre a “fusionar” cuatro motores de cuatro cilindros procedentes de la Yamaha FZR 1000 Exup, una superbike que a finales de los 80 rendía 140 CV y es la predecesora de la actual Yamaha YZF-R1.
Con 1.003 centímetros cúbicos repartidos entre cuatro cilindros, los motores fueron unidos de forma muy curiosa. Se formaron dos motores V8 que se conectaron entre sí por el cárter, pero mantuvieron los cigüeñales para cada V8 y se usó una distribución un poco compleja, combinando el sistema de cadena de los motores Yamaha (colocada entre el segundo y el tercer cilindro) y una distribución central con dos correas en la parte delantera del bloque. La refrigeración corría a cargo de unos radiadores colocados en el frontal, junto a unos ventiladores situados en el vano motor que servían como extractores.
El resultado fue un motor complejo, pero muy potente y capaz de girar muy, muy arriba. Rendía 560 CV y 432 Nm de par, con el corte de encendido sobre las 10.000 rpm. Las transmisión se confió a un engranaje de seis relaciones suministrado por Hewland. El peso que tenía que mover este motor era muy poco, tan solo 890 kilos, así que la relación peso-potencia era espectacular: 1,6 kg/CV.
Aunque se trata de un ejemplar muy raro y único en el mundo, fabricado en 1995, hay bastante información al respecto, mucha más de la que cabría imaginar. Por ejemplo, sus medidas eran 4.166 milímetros de largo, 1.956 milímetros de ancho y apenas rozaba el metro de alto. En una autopista cortada para la ocasión, el Jimenez Novia alcanzó los 381 km/h, acelerando de 0 a 100 km/h en alrededor de tres segundos y completando el kilómetro desde parado en 19 segundos.
El desarrollo de este llamativo superdeportivo costó cerca de 850.000 dólares de entonces y se llegó a pensar en una pequeña producción muy limitada. Pero para ello, había que superar los test de impacto y Jiménez sólo tenía un coche, sin la posibilidad de hacer ninguno más por falta de dinero. Se llegó a buscar inversores, pero no hubo suerte. Nada más se supo de este coche, que posiblemente esté en algún almacén de la empresa Jimenez Motor Laser, la cual todavía funciona a día de hoy.
Recibe cada semana una selección de nuestros mejores artículos suscribiéndote a nuestra newsletter.