En la década de 1920, la velocidad, la inventiva y la potencia industrial eran conceptos habitualmente ensalzados por el movimiento futurista que entraba en su segunda fase y el automóvil, cada vez más alejado del concepto de “carroza sin caballos”, participaba en carreras de velocidad y resistencia, en algunas ocasiones con resultados trágicos.
André Citroën, uno de los precursores de su época, no era muy aficionado a este tipo de actividades ya que consideraba que los suyos eran coches para usar a diario, para las familias y para los trabajadores: coches seguros, fiables, confortables y prácticos que nunca se desarrollaron para convertirse en bólidos lanzados a velocidades de locura por pilotos temerarios. Para demostrar la fiabilidad, la solidez y la seguridad de sus vehículos, André Citroën utilizaba otro tipo de iniciativas bien distintas: había ideado, por ejemplo, las “Caravanas Citroën” con las que llevaba sus nuevos modelos a las plazas de pueblos y ciudades para que los clientes potenciales sintieran con sus propias manos la robustez de sus coches, había atravesado el desierto del Sáhara con los B2 semi-orugas y se preparaba para llegar hasta China (con C4 y C6) para demostrar la proverbial seguridad y resistencia de sus automóviles. El objetivo de todos estos eventos no era, en ningún caso, demostrar prestaciones puras ni velocidad. De todos modos, con los Rosalie, André Citroën pudo demostrar que sus coches tenían también estas características.
Rosalie (Citroën C6 F)
En París, en 1931, una empresa que producía aceites y lubricantes para automóviles decidió organizar un evento publicitario probando su nuevo aceite en coches de serie eligiendo para ello un Citroën C6 F dotado de una carrocería especial en aluminio perfilado diseñada por César Marchand, experto mecánico y piloto formado en las filas de la marca Voisin. En septiembre, el coche estaba listo y fue bautizado como “Rosalie” en honor de Santa Rosalía que se celebraba en esa época del año. En la pista del Circuito de Montlhéry, cerca de París y bajo la atenta mirada de los comisarios de la Asociación de Clubs del Automóvil entre el 22 de octubre y el 1 de noviembre de ese año, Rosalie recorrió 25.000 kilómetros batiendo 14 récords internacionales.
Rosalie II (Citroën C6 G)
Entusiasmado con el resultado, Marchand compró otro Citroën, un C6 G al que equipó con la misma carrocería perfilada del C6 F, y al que nombró Rosalie II. Recorrió la pista de Montlhéry durante 100.000 km sin detenerse en ningún momento entre el 5 de marzo y el 14 de abril de 1932 a una velocidad media de 108 km/h y conquistando 60 récords internacionales y 30 récords mundiales en la categoría 2 – 3 litros.
André Citroën, pese a ser reticente a la idea de implicarse en competición, no pudo ignorar los éxitos conseguidos por sus C6. Se propuso incluso celebrar los 100.000 km del Rosalie II con un gran banquete en la pista donde él mismo agito la bandera ajedrezada para detener el coche de los récords. Al término del evento, el propio André Citroën pidió que el coche partiera nuevamente para recorrer otros 34.000 km antes de detenerse definitivamente el 28 de abril de 1932. André Citroën, con un golpe de teatro ofreció un millón de francos para la marca que consiguiera batir el récord de “su” Rosalie II antes del 1 de octubre de 1932. Nadie ganó ese premio.
La de los Rosalie es una auténtica epopeya con la que André Citroën consiguió demostrar la fiabilidad, la resistencia, la seguridad y la velocidad de sus coches
“Rosalie” se convirtió, de hecho, en el nombre de todos los modelos de serie Citroën que, dotados de una carrocería especial, se destinaron a batir cualquier tipo de récord.
Petite Rosalie (Citroën 8 CV)
El 15 de marzo de 1933, esta vez bajo el impulso de André Citroën en colaboración con la marca de lubricantes, un 8 CV, dotado de una carrocería aerodinámica con el número cuatro “4” en los flancos y bautizado como “Petite Rosalie” inició su maratón en circuito en el anillo de Montlhéry. La prueba, siempre de duración y resistencia, se desarrolló según el exigente reglamento de la AIACR (Federación Internacional del Automóvil) que permitía sustituir solo las partes mecánicas sujetas a un normal desgaste y a detenerse solo los pocos minutos necesarios para repostar o para sustituir al conductor. En caso de avería o de accidente, la prueba se daba por terminada.
Con sus 5 pilotos que se alternaban al volante cada 5 horas, el formidable Citroën 8CV Petite Rosalie giró en pista de manera ininterrumpida durante cuatro meses, deteniéndose el 27 de julio después de haber recorrido 300.000 kilómetros a una velocidad media de 93,5 km/h y batiendo 297 récords: 191 internacionales, entre ellos el de mejores prestaciones entre los coches de su cilindrada, y 106 récords mundiales entre los que se obtuvo el liderato absoluto como mejores prestaciones independientemente de la cilindrada.
El 8 CV no se detuvo a causa de un problema técnico: fue nuevamente André Citroën en persona el que organizó una “ceremonia de clausura” durante la cual lanzó su enésimo desafío: “si existe una marca automovilística que pueda hacerlo mejor que nosotros, que lo demuestre: si entre hoy y el 1 de enero de 1935, uno de sus coches recorre más de 300.000 km sin detenerse y a una velocidad superior a la mantenida por el Petite Rosalie, pagaré inmediatamente 3 millones de francos”. Fue una apuesta audaz fruto de la confianza de André Citroën en la robustez del Citroën 8 CV. En cualquier caso, nadie reclamó nunca esa suma de dinero.
Rosalie V (Citroën 15 CV 6 cilindros)
Mientras Petite Rosalie sumaba kilómetros y récords, otro coche estaba también en pista: un 15 CV, motor de 6 cilindros, carrozado como su hermano y llamado Rosalie V que giró en Montlhéry del 26 de abril al 24 de mayo de 1933 recorriendo 80.000 km a una media de 119 km/h, pero cuyos éxitos fueron eclipsados por los del pequeño 8 CV.
Rosalie VI (Citroën 15 CV 6 cilindros)
La epopeya de los Rosalie de récords prosiguió con Rosalie VI otro 15 CV de 6 cilindros dotado de carrocería Sport monoplaza que giró en pista durante solo dos días en abril de 1934 pero a una velocidad sostenida elevada lo que le permitió establecer diferentes récords por encima de la barrera de los 150 km/h.
Rosalie VII (Citroën Traction Avant 7B)
El 1934 debutó en el Salón del Automóvil de París el Traction Avant, el nuevo Citroën definido como “rey de la carretera”. Un año más tarde fue precisamente un Traction Avant 7B el que sirvió de base al Rosalie VII.
Rosalie VIII (Citroën 15 CV 6 cilindros)
Por tercera vez se utilizó un 15 CV con motor de 6 cilindros, carrozado con la disposición “sport monoplaza” del Rosalie VI y fue en julio de 1935 cuando batió diferentes récords de velocidad por encima de 145 km/h. Con este coche concluyó la operación publicitaria ideada por André Citroën y basada en la “fiabilidad y la robustez”.
Los Rosalie fueron coches audaces e independientes que superaron con facilidad su propio mito.
Las crónicas de la época hablan de los récords de, al menos, otros dos Citroën Rosalie: el 15 CV Spido, desarrollado por la empresa de aceites Spidoléine. Gracias a una línea aerodinámica bien estudiada con un particular carenado de las ruedas, este coche recorrió, entre abril y junio de 1933, 20.000 km a una media de 132 km/h batiendo en un solo intento 15 récords internacionales.
Rosalie IX (Citroën Traction Avant 11CV berlina
Finalmente, un Traction Avant (11CV berlina) llamado Rosalie IX totalmente de serie, dotado de su carrocería original, recorrió 100.000 km a una media de 1.500 km diarios no en circuito sino en las carreteras convencionales francesas. Los pilotos fueron concesionarios y agentes Citroën, la mecánica fue confiada al equipo de César Marchand y en 1936 el Citroën Traction Avant abandonó las pistas de los circuitos y empezó a ganar pruebas de rallies.
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