El nombre de Firebird poco significado tiene en el Viejo Continente, pero para los estadounidenses es el nombre de un deportivo fabricado por Pontiac entre 1967 y 2002. Deportivo, por cierto, que durante la década de los 80 fue el Coche Fantástico en los televisores de muchas casas españolas y que, además, también cabe recordar que comenzó siendo un Muscle Car y acabó como un deportivo de tomo y lomo con un frontal muy afilado.
Sin embargo, el nombre de Firebird también sirvió para denominar una serie de prototipos concepto, de coches experimentales creados en la década de los 50, que son muy conocidos por los más fanáticos del automóvil, pero que hay todavía quien no los conoce. Son coches realmente extraños, animados por turbinas y más propios de una película de Ciencia Ficción de los años 50 y 60, que de un coche. Lógicamente, nunca pasaron de ser una idea loca, pero, aun así, ocuparon la imaginación de muchos usuarios durante varios años.
Allá por la década de los 50, Estados Unidos sufrió una revolución un tanto loca. Todo lo que hacían estaba relacionado con la aeronáutica, con los viajes al espacio y con la tecnología nuclear. La automoción se dejó llevar por esta tendencia y crearon algunos de los proyectos más rocambolescos nunca vistos, muchos de ellos centrados en los motores de turbina, una tecnología con la que se estuvo experimentando durante aquel entonces llegando a dar vida a diferentes automóviles de producción.
Todo alrededor de una turbina de gas
La tecnología de las turbinas ofreció, durante algunos años, una fuente inagotable de ideas para los ingenieros estadounidenses, que se vio reforzada por esa obsesión que se estableció por la aeronáutica y los viajes espaciales. Pero la idea viene de largo, no es nueva, ni mucho menos. Para el año 1940, General Motors había establecido un equipo de trabajo para investigar las posibilidades que había y el potencial de desarrollo que tenían las turbinas en automóviles.
Al frente de dicho equipo pusieron a Emmett Conklin, una de las personas más legendarias de la historia de General Motors. Emmett entró en el conglomerado industrial norteamericano en la década de los 20, ocupando un puesto en la planta de Milford Proving Ground, la primera instalación del mundo dedicada a pruebas de automóviles. Posteriormente, pasó a cambiar ruedas a los coches de pruebas y más adelante, acabó siendo piloto de pruebas. Se le recuerda como un tipo inteligente, especialmente apasionado por la ingeniería hasta el punto de ser él mismo quien modificada y reparaba los coches de prueba que conducía.
Los responsables no tardaron en darse cuenta de las capacidades de Emmett y pronto lo convirtieron en supervisor de la pista de pruebas y finalmente, en responsable de la investigación sobre tecnología de turbinas. Pero la Segunda Guerra Mundial, la cual comenzó en 1939, finalmente llamó a las puertas de Estados Unidos y todo se paralizó. No obstante, tras la contienda, General Motors comenzó una fuerte inyección de capital en el proyecto y el señor Conklin fue elegido para supervisar y dirigir el proyecto de un automóvil animado por una turbina.
Sería el primer automóvil cuyo motor era una turbina alimentada por gas que se fabricaba en Estados Unidos y dada su importancia, había que hacer algo realmente excepcional. Así que se encargó el diseño a Harley J. Earl, quien más adelante diseñaría el Corvette y recibió el nombre de Firebird I.
Inspirado en un jet de combate
El coche estaba listo en 1953 y tenía una carrocería fabricada al completo con fibra de vidrio reforzado. Estaba inspirado en el avión de combate Douglas F4D Skyray, ofreciendo un aspecto de avión sin alas, casi como un torpedo, que causó sensación en su momento. Tenía las ruedas delanteras al descubierto, una pequeña carlinga para el piloto y de ahí hacia atrás, salían unas pequeñas alas laterales que “partían” las ruedas traseras a la mitad y se veía acompañadas de una aleta vertical al final de la carrocería, que terminaba por dar ese aire de avión sin alas.
Delante del piloto, en el frontal, estaba el depósito de combustible con 35 galones de capacidad, 132,5 litros y detrás del mencionado piloto, estaba el motor. Recibía el rimbombante nombre de Whirlfire Turbo-Power, una turbina de dos cuerpos que contenía un gasificador conectado a través de un eje flexible a una unidad de potencia secundaria. El gasificador comprendía compresor y turbina, mezclaba el aire comprimido con el combustible en el interior de dos cámaras de combustión y con su quema, se creaba gas caliente que movía la turbina, que estaba dentro de la unidad de potencia secundaria. La potencia llegaba a las ruedas traseras mediante una transmisión planetaria de dos velocidades.
El motor rendía 280 kW (380 CV), con los que podía alcanzar los 322 km/h. Una velocidad que para la década de los 50 era estratosférica, que requería de un buen sistema de frenos que permitiera detener el coche con seguridad. Por eso, se instalaron tambores de 11 pulgadas y aerofrenos en las alas laterales activados mediante unos botones en el volante. Sí, hoy día pensar en frenos de tambor como un “buen sistema de frenado” puede parecer de risa, pero en la década de los 50 no era así.
Fue el propio Emmett Conklin quien puso a prueba el extraño vehículo, el GM Firebird I XP-21. Según se dice, Emmett llevó el coche hasta los 160 km/h, momento en el cual, cambió a segunda velocidad. Inmediatamente después de introducir la segunda relación, los neumáticos perdieron tracción y a punto estuvo de sufrir un accidente. Tras el susto, según la misma leyenda, Emmett dijo “¡soy demasiado mayor para esta mierda! y acabó por entregar las tareas de conducir los vehículos de prueba al ingeniero y tres veces campeón de la Indy 500, Mauri Rose.
El GM Firebird I XP-21 nunca llegó a alcanzar su teórica velocidad máxima. Charles L. McCuen, piloto de la Indy 500, también se puso a los mandos del Firebird I antes de comenzar las pruebas para la mencionada Indy 500, pero acabó teniendo un accidente y destrozando el coche. General Motors lo reparó y permitió que se siguiera con las pruebas, pero poco después, prohibió que sus pilotos realizaran pruebas de velocidad máxima.
Ahora se puede admirar en el GM Heritage Center en Sterling Heights, Michigan:
https://www.gmheritagecenter.com/gm-vehicle-collection/1954_Firebird_I.html
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