Por lo general, se considera que el primer coche creado específicamente para correr en rallies fue el Lancia Stratos, un coche que no solo resultaba un espectáculo visual, sino que también acabó siendo un espectáculo en pista logrando un palmarés envidiable. Pero lo que no sabe todo el mundo, es que una firma americana estuvo a punto de llevarse el honor de crear el primer coche pensado únicamente para ganar en rallies que, además, tenía una concepción similar al Lancia Stratos. Ocurrió poco antes de la aparición del modelo italiano, pero al final todo acabó en un proyecto inacabado.
Nuestra historia comienza en la década de los 70, cuando el jefe del proyecto GT40 de Ford, Len Bailey, recibe un nuevo encargo. En esta ocasión, como el GT40, había que desarrollar un coche para competición, pero no iría destinado a los circuitos, sino a los tramos de rallies, donde había que derrotar a los Porsche 911 y a los Alpine A110. Era el primer paso hacia la aparición del desconocido Ford GT70, un pequeño deportivo biplaza de motor trasero central, faros retráctiles y un final triste.
Por aquellos años, los americanos estaban compitiendo en los rallies con el Escort, un coche que había dado grandes resultados y todavía daba que hablar en algún tramo, pero se estaba siendo superado por los nuevos rivales, más rápidos en las rectas gracias a motores más potentes. Los directivos de la Ford Motor Company querían recuperar su posición en los tramos y tomaron la decisión de crear un coche con el que ganarlo todo.
Pequeño, afilado y muy ligero
Llama mucho la atención, visto con la perspectiva que dan los años, lo parecido del concepto del Ford GT70 y del Lancia Stratos. Los ingenieros de Ford, mirando claramente hacia su bestia de circuitos, el GT40, escogieron crear un pequeño deportivo de dos plazas con el motor central trasero, que además les permitiera lograr un reparto de peso idóneo y una manejabilidad por encima de los Escort, que fueron los rivales a batir en los tramos más virados durante mucho tiempo.
Se redactaron las exigencias, las ideas que se habían tenido y los objetivos que se buscaban y se enviaron a cada centro de diseño que Ford tenía repartidos por el mundo, que en aquellos años no eran precisamente pocos. Mientras tanto, el propio Bailey diseñó un juego de llantas de fundición de aluminio con 13 pulgadas de diámetro, que además podían tener 8 o 9 pulgadas de ancho.
El Ford GT70 era un pequeño deportivo biplaza de motor trasero central, faros retráctiles y un final triste
La mejor propuesta que recibieron llegó del carrocero italiano Ghia, que por aquellos años contaba con la presencia de Ercole Spada en sus filas como jefe de diseño. El coche presentado por Ghia era, casi casi, lo que estaban esperando en Ford. Tenía un tamaño contenido, con líneas rectas y sencillas pero deportivas y atractivas, a la vez que equilibras y aerodinámicas. Lucía en su parte trasera una solución de diseño claramente inspirada en el Maserati Merak, es decir, dos tirantes que salían del techo y se unían a la carrocería sobre la tapa del motor. Dicha propuesta se pasó al equipo de diseño de la propia Ford en Reino Unidos, donde se eliminaron las líneas rectas y se aplicaron algunas curvas que hicieron algo más sensual su imagen, al tiempo que se acortaba ligeramente su longitud.
Seguía siendo un coche que llamaba poderosamente la atención y lucía muy deportivo, aunque también muy pequeño, justo lo necesario para correr en rallies, donde los coches muy grandes suelen tener algunos problemas. Solo faltaba elegir el motor. Ford tenía dos opciones: un cuatro cilindros de 1.6 litros o recurrir al V6 2.6 Cologne del Ford Capri RS2600. El 1.6 habría permitido una mayor ligereza y un reparto de pesos muy bueno, pero se corría el riesgo de, como ocurría con los Escort, no tener la potencia suficiente para plantar cara en las rectas. Con el V6 no faltaría potencia, pero se corría el riesgo de aumentar el peso y perder agilidad.
Comienzan las pruebas y empiezan los fallos
Finalmente, el motor escogido es el bloque de seis cilindros, que se monta en un total de cinco unidades de desarrollo. Se fijó la base de operaciones en un circuito abandonado cerca de Essex, comandado por Stuart Turner, que había estado anteriormente en MINI. Se decidió participar en algunas pruebas oficiales, para testear los desarrollos que se iba llevando a cabo. Se decidió participar en el Grupo 6, que era la categoría destinada para los coches fuera de serie.
El primer prototipo fue a parar a manos de Roger Clark, quien participó en Ronde Cevenole, siendo un desastre monumental. Tuvo problemas de frenos, suspensiones y motor, teniendo que retirarse de la prueba. La segunda unidad tomó la salida del Tour de France en 1971, pero tampoco acabó la carrera, aunque en esta ocasión no fue por problemas técnicos, sino por un accidente en el puente de los Alpes. La tercera unidad, en manos de Ford France, iría destinada al Campeonato Nacional de Asfalto en 1972 y 1973, pero desde el primer momento, se cambiaron algunas cosas.
La elección que parecía más lógica para el motor, el V6, acabó siendo la peor. Al parecer, el propulsor era muy alto y, por tanto, presentaba un centro de gravedad muy alto. Así, por tanto, la división francesa de Ford cambió el motor por el 1.6 de cuatro cilindros y, cosas del destino, el piloto Guy Chaseuill logró algunos buenos resultados en el campeonato nacional francés. Una cuarta unidad se empleó para la presentación a la prensa y el quinto ejemplar se usó para diferentes pruebas en carretera.
Pero según iban completando pruebas y test, más fallos se iban encontrando, como por ejemplo, lo pequeño de su habitáculo. El coche se desarrolló con un tamaño excesivamente contenido y eso repercutió en el habitáculo, donde los dos pasajeros apenas tenían sitio después de instalar todo lo necesario para competir en rallies. Además, el chasis adolecía de una falta de rigidez preocupante, que nunca fueron capaces de solucionar. Y luego estaba el motor; el V6, con su elevado centro de gravedad, era un problema para la estabilidad, pero el 1.6, con mejor centro de gravedad, se quedaba corto de potencia.
Todo esto, sumado a la indiferencia de la directiva de Ford en Estados Unidos, acabaron por matar el proyecto. El coche se estaba desarrollando en Reino Unido, de donde salió el Escort de rallies y los geniales Sierra RS y Escort RS Cosworth años después. Sin embargo, el dinero llegaba de Estados Unidos, donde los rallies no tenían mucha repercusión, ni económica ni en cuanto a marketing. Una lástima, porque podría haber sido el primer coche creado expresamente para rallies y además, uno interesante y atractivo, pero nada salió bien. Todo lo contrario que ocurrió con el Lancia Stratos, un proyecto en el que, a tenor de los resultados, todo salió bien.
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