Aston Martin. Un nombre con un gran peso en la historia del automóvil, con una imagen innegable entre los aficionados y los no iniciados, pero con una historia detrás de las más truculentas, al menos en cuanto a temas económicos. Pocas compañías han aguantado tanto con las cuentas en números rojos, pero estos británicos hacen malabares y ha sido capaces de sortear el cierre en varias ocasiones. Ahora, con su presencia en Fórmula 1 y con la familia Stroll al mando, parece que viven uno de sus mejores momentos, pero por si alguien no se ha enterado, no ha sido nada fácil.
Una de esas fases delicadas ocurrió a mediados de los años 70, cuando llegaron a estar nada menos que 15 meses sin actividad, una auténtica locura para cualquier fabricante de automóviles. Fue entonces cuando aparecieron Alan Curtis, George Minden y Peter Sprague, quienes tomaron el control de la compañía e intentaron sacarla del agujero en el que se había metido. Se proyectaron nuevos modelos como el Langonda V8 de 1976 o el Aston Martin V8 de 1977. También se revisaron todos los procesos de producción y se hizo más exigente el control de calidad, ya que por entonces, Aston Martin se ganó una fama de fragilidad que estaban afectando a sus ventas, como cabría esperar.
Los cambios y las nuevas estrategias reactivaron la compañía y se logró que las ventas volvieran a Newport Pagnell con el suficiente ímpetu como para proyectar un nuevo lanzamiento adicional, el cual, se programó para el verano de 1978. Se trata de la puesta en circulación del Aston Martin V8 Volante, y además de recuperar los descapotables en la gama británica, también se sacaba del ostracismo la denominación Volante, que usó por última vez en 1971 con el Aston Martin DB6 Volante.
Estéticamente, el Aston Martin V8 Volante era todo lo que se podía pedir a un coche así; tenía presencia y personalidad, despedía la agresividad justa y se combinaba con la característica elegancia de Aston Martin que se potenciaba con una capota de lona diseñada por George Moseley –autor de la capota de lona del Rolls-Royce Corniche– que no se ocultaba totalmente como ocurre ahora, se quedaba plegada en la parte trasera y había que cubrirla con una pequeña lona diseñada específicamente. Era clase y estilo como solo Aston Martin parece saber hacer.
No obstante, el Aston Martin V8 de la década de los 70 era una evolución de la línea general que William Towns, el diseñador interno de la firma, había creado para el Aston Martin DBS de 1967, una línea que, obviamente, adoptó el V8 Volante pero la elevó a un nuevo nivel gracias a su condición de descapotable.
Para darle vida, el mismo V8 del coupé se escondía bajo el capó, no en balde, hablamos del mismo coche pero en dos versiones diferentes. Este V8, con 5,34 litros de cubicaje, fue proyectado por el ingeniero Tadel Marek y tenía bloque y culatas fabricadas con aluminio y un cigüeñal con cinco apoyos y cuatro contrapesos. La alimentación corría a cargo de cuatro carburadores Weber 42 DCNF 90/150 de doble cuerpo, para rendir 300 CV a 5.000 revoluciones y 431 Nm de par a 4.000 revoluciones, poderío que se gestionaba mediante una caja de cambios manual de cinco relaciones –o bien automática–, que estaba conectada con el eje trasero mediante un diferencial de deslizamiento limitado.
Durante el desarrollo del V8, el señor Marek experimentó con la inyección, pero las dificultades para su puesta a punto y los diferentes comentarios de los fanáticos y puristas, hicieron que Aston Martin se decantara por los probados –que no fiables– carburadores. Por entonces se empezó a dar el salto a la inyección, pero los británicos, con poca liquidez para invertir y la necesidad de lanzar productos para llenar las arcas, no podían jugársela. Aun así, se obtuvo un propulsor de espíritu muy yankee, con solo 58 CV por cada litro de cilindrada – no estaba nada apretado– y por ello, las prestaciones, aunque había potencia y par, no eran espectaculares. El 0 a 100 km/h lo completaba en 7,5 segundos, para el 0 a 200 km/h necesitaba 35,1 segundos, el kilómetro con salida parada lo completaba en 28,9 segundos y su velocidad máxima era de 227 km/h.
El Aston Martin V8 Volante estuvo muchos años en el mercado, tantos, que en 1986, con motivo del salón del automóvil de Nueva York, se presentó el V8 Volante V585, una denominación que hacía referencia al sistema de inyección Weber-Marelli V585. Esta incorporación fue el mayor avance que adoptó el V8 Volante y le permitió ganar 15 CV, es decir, pasó a rendir 315 CV. A simple vista se les puede identificar por las llantas BBS, aunque algunas versiones montaban las llantas Ronal del X-Pack para el V8 Vantage.
La producción del Aston Martin V8 Volante con carburadores alcanzó los 439 ejemplares hasta 1985, mientras que los V8 Volante V585 –también se les conoce como V8 Volante Weber efi– alcanzó las 216 unidades y detuvo su producción en 1989.
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