Competir en un campeonato del mundo de automovilismo es muy exigente, tanto para los pilotos como para las máquinas, pero quizá la Fórmula E lo sea un poco más por la complejidad de su formato. En este certamen no es suficiente con ser el piloto más rápido, se necesita una gran habilidad para gestionar la carrera, el consumo de energía, la autonomía, los adelantamientos, el tráfico, el Attack Mode… y mucho más.
La Fórmula E no solo se ha consolidado en el panorama deportivo mundial, también se ha ganado por méritos propios el ansiado estatus de Campeonato del Mundo de la FIA.
En la Fórmula E no es suficiente con ser el piloto más rápido, se necesita una gran habilidad para gestionar múltiples aspectos
Es un reconocimiento para una categoría de referencia que ya tiene seis temporadas de historia y cuyas peculiaridades técnicas y deportivas la hacen muy especial. Además, es un campeonato centrado en la sostenibilidad, tanto medioambiental como presupuestaria, y en el entretenimiento. Su objetivo claro es servir como punta de lanza en la investigación de la movilidad electrificada. Así lo explica Jamie Reigle, Director General de Fórmula E. “El deporte del motor es muy diferente en un par de aspectos fundamentales. Lo más importante es que siempre ha tenido algún vínculo con la industria y con el consumidor final. El propósito principal de la Fórmula E es abordar el cambio climático a través de vehículos eléctricos y utilizar el poder del deporte para inspirar a los consumidores a tomar medidas”.
“Para nosotros», dijo, «la competición existe para ayudarnos a construir mejores coches para su uso en carretera”, añade Martin Füchtner, Director Técnico del Proyecto de Fórmula E. “Con este certamen sucede exactamente lo mismo: es el mejor laboratorio para seguir avanzando en nuestra estrategia de electrificación. Nuestra misión es ganar carreras, pero también perseguimos una transición fluida a la producción en serie”.
Máxima igualdad entre los equipos
Cuando la Fórmula E se puso en marcha, todos los equipos tenían exactamente las mismas herramientas, coche, motor, baterías, etcétera. En ese marco de igualdad mandaba la destreza del piloto al volante y la capacidad técnica de puesta a punto del equipo para evolucionar y luchar por milésimas de segundo.
Este certamen ha ido evolucionando cada año a pasos agigantados y se ha convertido el máximo exponente de la tecnología y el desarrollo del coche eléctrico, que ahora se populariza en las calles para proteger el medioambiente y la calidad del aire de las ciudades. Actualmente, solo los chasis y las baterías son comunes a todos los equipos, que pueden desarrollar sus propios motores, conversores y ejes. Eso sí, la potencia máxima es igual para todos, 340 CV (250 kW) en modo clasificación, 270 CV (200 kW) en carrera, en 320 CV (235 kW) en modo ataque y 340 CV (250 kW) con Fanboost.
El desarrollo técnico irá a más a partir del año próximo, con la llegada de los nuevos monoplazas Gen3. Para Fritz Enzinger, Vicepresidente de Porsche Motorsport, “la nueva generación de monoplazas Gen3 abre otro capítulo en la historia de éxito de la Fórmula E y queremos ser parte de ella. Con nuestra entrada en 2019 mostramos un claro compromiso con la Fórmula E, que ofrece el entorno más competitivo para avanzar en el desarrollo de vehículos de alto rendimiento, con un enfoque en el respeto al medio ambiente, la eficiencia energética y la sostenibilidad. Para nosotros es importante que se conserve el ADN de la Fórmula E, que ha hecho que el campeonato sea tan exitoso. Al mismo tiempo, vemos potencial para llevar la Fórmula E al siguiente nivel desde un punto de vista deportivo y tecnológico”.
En la Fórmula E hay doce equipos y veinticuatro monoplazas, con otros tantos pilotos al volante; ninguno domina a placer la categoría y casi cualquiera de ellos es candidato a la victoria de un E-Prix. En la aún breve historia de la categoría ha habido cinco campeones diferentes y no menos de veinte pilotos han subido a lo más alto del podio.
La complejidad del pilotaje de un Fórmula E
El plantel de pilotos de la Fórmula E lo dice todo. Muchos de ellos tiene experiencia en la Fórmula 1 y prácticamente todos presumen de un palmarés envidiable, con varios títulos internacionales en todo tipo de disciplinas. Para André Lotterer, piloto oficial de Porsche, «el futuro es eléctrico y la Fórmula E es la parte deportiva de ese futuro. Aquí, las carreras son más difíciles, sobre todo por los espectaculares adelantamientos en los estrechos circuitos urbanos”.
En la Fórmula E todos luchan por la victoria y pelean por milésimas de segundo. La primera batalla es la clasificación. Es clave conseguir una buena posición de salida, porque los adelantamientos son complicados en los estrechos circuitos urbanos y conllevan un gasto extra de energía.
Son muchos los asuntos a gestionar en carrera. El pilotaje no puede enfocarse únicamente a la velocidad pura. “Aquí no basta con ser capaz de pilotar rápido. Hay más cosas en juego. Si siempre conduces al límite, sólo cubrirás un 70% de la distancia de la carrera», asegura Pascal Wehrlein, piloto oficial de Porsche, ganador del DTM y con una experiencia de 39 carreras en Fórmula 1.
Piloto y equipo deben gestionar el ritmo de carrera para aprovechar al máximo la energía disponible y poder llegar a meta. Y todo ello, con peleas constantes, la defensa o ataque de posiciones y las diferentes estrategias de los rivales.
También hay que tener en cuenta la regeneración de energía que se consigue en la deceleración y frenada. Regenerar mucha energía aprovechando las circunstancias de la carrera puede suponer un plus determinante en la fase final de la prueba. Y también hay que saber jugar con las herramientas y obligaciones que la competición impone, como son el Attack Mode y el Fanboost. El primero es un obligado paso por una zona que te aparta de la trayectoria para darte un plus de potencia de 50 kW durante cuatro minutos. El segundo permite disfrutar de esa misma inyección de potencia durante unos segundos, gracias a que tus fans te han elegido y votado en las redes sociales.
Otro factor que complica enormemente el pilotaje en la Fórmula E es que se disputa en circuitos “secretos” (no se desvelan hasta el fin de semana de la carrera), en los que no se ha podido entrenar lo suficiente. Esto hace que los monoplazas no tengan los reglajes perfectos, de ahí que haya tantos adelantamientos, diferentes trazadas y trayectorias posibles, muchos incidentes, toques y en ocasiones accidentes.
La gestión técnica de la energía y autonomía
La gestión y la eficiencia energética son las claves del éxito, tanto en la Fórmula E como en la producción en serie de vehículos eléctricos. Ahí reside gran parte de la sabiduría humana y técnica de cada equipo. La otra parte, se centra en el motor y el inversor, que convierte la corriente continua de la batería (de 800 voltios, como en el Porsche Taycan de serie) en corriente alterna para suministrársela al motor eléctrico. La investigación en semiconductores y algoritmos de rotación de ese elemento permiten extraer un poco más de rendimiento de la energía disponible.
Los pilotos ponen de su parte aplicando en pista un ritmo de carrera, pero cuentan con el inestimable apoyo de los ingenieros desde los boxes. Los equipos calculan el consumo idóneo de energía en cada momento, en cada vuelta y casi en cada zona del circuito en función del tipo de trazado, curva o desnivel. Los ingenieros analizan miles de datos con sofisticados desarrollos informáticos, para darle al piloto el máximo de energía posible teniendo en cuenta todas las condiciones de la carrera.
Circuitos en el corazón de las ciudades
La Fórmula E se disputa en circuitos urbanos con el objetivo de acercar al público y llevarle a sus ciudades un deporte del motor que no contamina y ayuda al desarrollo futuro de los vehículos eléctricos de calle.
Además, por el carácter “secreto” de los trazados, no se pueden diseñar pistas urbanas semipermanentes en las que mejorar la calidad del asfalto, los peraltes o las escapatorias. De esta forma, en un circuito de la Fórmula E la calidad del asfalto es absolutamente variable, no solo de un país a otro, también de un punto a otro de la pista. Cada trazado refleja la pavimentación de las calles de una ciudad, con sus diferencias, baches, grietas, subidas y bajadas.
Competición sin test previos
Los pilotos de circuito suelen llegar a los trazados con una idea muy clara de lo que se van a encontrar. Conocen cada curva, recta, desnivel… incluso cada bache y hasta los cambios de calidad del asfalto. Luego, en conjunto con los ingenieros, ajustan el coche para esa pista con unos reglajes milimétricos que les permite sacar la quinta esencia a su coche. Es algo así como una constante repetición para mejorar y conseguir la perfección.
En la Fórmula E esto es casi imposible. Los test de pretemporada -con algunas limitaciones por motivos de control presupuestario- se realizan en diferentes trazados, pero nunca en el que van a correr, que es secreto y se construye o señaliza en el día previo al evento. De esta forma, el circuito es un terreno completamente desconocido para pilotos y equipos hasta la celebración de cada E-Prix. Las escuderías solo disponen de dos sesiones de test libres para tomar todos los datos posibles y conseguir la mejor puesta a punto. Los pilotos e ingenieros de la Fórmula E deben ser auténticos artistas de la puesta a punto para que su coche se comporte bien en la calificación y en la carrera.
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