Maserati, como otros grandes sellos del automóvil, nació para competir y su fama se forjó en pista hace muchas décadas. De hecho, cuando Ferrari comenzó a dar sus primeros pasos, Maserati ya ganaba carreras y contaba con una buena reputación a nivel internacional, aunque principalmente en Europa.
La reputación del tridente fuera de Europa comenzó a forjarse a mitad de la década de los 50, cuando pusieron en liza el Maserati 300S pilotado por nada menos que Juan Manuel Fangio en una de sus victorias más importantes. El 6 de noviembre de 1955, Fangio, a los mandos de un Maserati 300S, lograba la victoria en el GP de Venezuela, marcando el inicio de dos largos años de éxitos deportivos, culpables de la fama de la firma italiana fuera de Europa.
Victoria importante que la marca quiere conmemorar ahora, 65 años después, para recordar la vinculación que siempre ha tenido la marca con la competición. Ahora, justo cuando Maserati afronta una nueva era, con mayores ambiciones y grandes proyectos como el Maserati MC20. Momento casi idóneo, pues se tiene previsto volver a la competición con el nuevo MC20, donde más gestas han logrado.
El Maserati 300S se creó en 1955 como una evolución del monoplaza 250S y fue el símbolo de la marca en las pistas de carreras hasta 1959. El motor del 250S, un 2.5 litros con 230 CV, que a su vez derivada del bloque usado en el Maserati 250F de Fórmula 1, sufrió varios cambios para poder afrontar sus nuevos objetivos. Los ingenieros de Maserati comenzaron ampliando la cilindrada hasta los tres litros, que permitía mayor potencia y mejores prestaciones, pero menos estrés para los materiales y menos tensiones mecánicas.
Tenía seis cilindros en línea, dos árboles de levas en cabeza y sistema de doble encendido. Características que ya se habían usado en el Maserati 250S y también en el 250F. Actualmente es algo normal encontrarse con árboles de leva en culata, aunque los sistemas de doble encendido se cambian por sistemas de doble inyección. Un propulsor que rendía 248 CV a 6.200 rpm, alimentados mediante tres carburadores Weber y llegaban a una caja de cambios en posición transaxle, misma colocación que usaba el Maserati 250F.
Las formas de la carrocería fueron obra de Fantuzzi, que experimentó con los conceptos aerodinámicos que se estaban volviendo tendencia en aquellos años. Formas curvas y suaves, branquias tras las ruedas delanteras y traseras, una joroba tras el puesto del conductor, llantas de radios… No cabe duda que se trata de un coche que data de la época comprendida entre las décadas de los 50 y 60.
El chasis era de tipo tubular, compartiendo concepto de suspensiones con el Maserati 250F, esto es, una doble horquilla con muelle helicoidal y amortiguador coaxial, pero estrenando un nuevo tren trasero de Dion. Los frenos eran de tambor en todas las ruedas, aunque fueron un trabajo de mucho ingenio. Se fabricaron mediante fundición de aleación ligera y contaban con aletas radiales y diversos orificios para su ventilación.
Según pasaron los años, el Maserati 300S fue recibiendo algunas mejoras. Giulio Alfieri experimentó con la inyección de combustible logrando grandes resultados y llegando a convertirse en el mejor automóvil de Maserati en la categoría de “sport” durante los dos temporadas.
Tras la victoria de Fangio en Venezuela, el Maserati 300S acaparó muchos títulos. En 1956, con Stirling Moss y Carlos Menditeguy, ganó los 1.000 kilómetros de Buenos Aires, mientras que Pietro Taruffi ganaba en el Giro di Sicilia y la Targa Florio en su categoría. Jean Behra ganaba las carreras de Bari y Castelfusano y Franco Bordini en las 5 Horas de Messina. También participó con grandes resultados en los 1.000 kilómetros de Nürburgring con Moss, Behra, Taruffi y Harry Schell. Fangio también ganó el GP de Brasil y en el GP de Portugal de 1957.